En tiempos donde la coherencia, el liderazgo y la vocación de servicio parecen cualidades escasas, emerge la figura de un hombre que ha sabido honrar con hechos su compromiso con la educación, la ciencia y el desarrollo de La Guajira: el doctor Carlos Arturo Robles Julio, un guajiro que nació para servir. Su trayectoria es el reflejo de una vida dedicada al conocimiento, a la gestión pública transparente y al fortalecimiento de una universidad que hoy lleva el orgullo de ser una de las más importantes del Caribe colombiano: la Universidad de La Guajira.
Desde sus inicios, Carlos Arturo Robles se distinguió por su disciplina y sentido de pertenencia. Formado en la convicción de que el progreso regional solo se logra con educación y liderazgo ético, asumió el reto de transformar la universidad en un espacio de inclusión, equidad y excelencia académica. Durante su gestión como rector, impulsó proyectos que marcaron un antes y un después en la historia institucional, promoviendo la investigación, la acreditación de programas y el fortalecimiento de la planta docente, sin olvidar la infraestructura y el bienestar de los estudiantes.
Su visión trascendió los límites de los muros universitarios. Robles entendió que una universidad pública no puede estar desconectada de la realidad social que la rodea. Por eso, su gestión se caracteriza por abrir las puertas de la academia a las comunidades, llevando programas de extensión y responsabilidad social a los rincones más olvidados del territorio guajiro. En su liderazgo, la educación fue entendida no solo como un derecho, sino como una herramienta para la transformación social y la reivindicación cultural del pueblo wayuu y de las comunidades afrodescendientes que habitan la región.
Pero más allá del cargo, lo que realmente distingue a Carlos Arturo Robles es su sentido humano. Quienes han trabajado a su lado lo describen como un hombre respetuoso, firme en sus decisiones y con un profundo amor por su tierra. Su carácter sereno, su trato cercano y su disposición permanente para escuchar y orientar lo convierten en un referente de integridad y compromiso. No es exagerado decir que su legado va más allá de la academia: ha dejado huellas en generaciones de profesionales que, gracias a su gestión, encontraron oportunidades de crecimiento y desarrollo.
En el contexto actual, donde el liderazgo público enfrenta grandes desafíos éticos, su figura se alza como ejemplo de lo que significa servir con honestidad. Su paso por la Universidad de La Guajira es una lección de gestión eficiente, pero también de compromiso moral con lo público. Robles ha demostrado que se puede administrar con transparencia, planificar con visión y actuar con sensibilidad social.
Hoy, cuando se mira hacia atrás y se evalúa el impacto de su gestión, resulta evidente que su nombre quedará inscrito en la memoria de los guajiros como el de un líder que supo unir la academia con el pueblo, la ciencia con la cultura, y la administración con la empatía. Su historia es, en esencia, la historia de un servidor público que jamás se apartó de su propósito: contribuir al desarrollo de su gente y dignificar el nombre de su departamento.
Carlos Arturo Robles no solo dirige una universidad; inspiró un proyecto de vida colectivo. En él, la Guajira encontró un hijo leal, un académico visionario y un ciudadano ejemplar. Su legado vivirá en cada estudiante que cruza las aulas de la Universidad de La Guajira y en cada profesional que, desde su campo, honra el valor de servir con pasión y entrega.
Porque, en efecto, Carlos Arturo Robles nació para servir, y su historia es una invitación a todos los guajiros a seguir su ejemplo: trabajar con decencia, amar lo propio y creer que el conocimiento es la vía más segura para construir una región más justa y próspera.
Sait Ibarra Lopesierra

