«Cambio los nombres por seguridad de los personajes»
Después de llevar a mis hijos al colegio se ha vuelto rutina regresar a la portería del edificio donde resido a compartir un tinto con el portero de turno, los muchachos de servicios generales y uno que otro invitado casual. Allí esperamos escuchando por radio las noticias del día y los resultados de los partidos de fútbol, el paso del Señor Marcos* en su bicicleta ofreciendo una regular infusión de café molido que ha servido como excusa para el encuentro. Se habla de todos los temas, pero en esta oportunidad Sebastián* el más veterano de los presentes, posterior a escuchar las fuertes declaraciones radiales entre un senador y una alcaldesa, dejó en el aire una idea que a él le parece lo que se debe hacer en la política de Colombia para acabar con tanta peleadera como dijo, señalando la imperiosa necesidad de realizar un ejercicio práctico dividiendo el país en dos – para que se acabe la vaina! – anunció radicalmente.
Su propuesta consiste en hacer una gran convocatoria a los ciudadanos colombianos para que definan el modelo económico que prefieren socialismo/progresismo/comunismo representado en los izquierdistas por un lado y por otro los que optan por el modelo capitalista/neoliberal simbolizados en los partidos de derecha. El neófito ideólogo dice que conforme a la cantidad de personas que seleccionen una u otra opción, proporcionalmente se les entrega la cantidad de tierra para implementar su sistema político. –Vea Compa, yo no quiero que un comunista disfrazado llegue al poder, ¡se jode esto! Seguidamente le replica Rafa*, otro de los presentes, – Ombe no, ya es hora de cambiar a los bandidos que toda la vida nos han tumbado, aquí nunca un izquierdista ha llegado al poder y ahora le cargan todas las culpas a este sector!; sonríe paralelamente a sus palabras y dice – este Sebastián es jodido, – no más es un simple asalariado y mírenlo creyéndose dueño del edificio.
Eso me llevo a pensar que se ha vuelto común predicar nuestra afinidad por la derecha o izquierda como extremos ideológicos políticamente hablando; aún así, algunos no tienen claro el concepto o los orígenes de esos términos que han sido causantes del derramamiento de ríos de sangre en Colombia. Los libros y artículos consultados respecto a su génesis coinciden en que la fecha no se precisa con claridad; sin embargo, convergen en situarla en las primeras semanas de la Revolución Francesa. En ese sentido, señalan que: «Fue en la sesión del 28 de agosto de 1789, es decir, ya constituido el tercer estado como Asamblea Nacional cuando (acaso por analogía con la Cámara de los Comunes, en la que el partido en el poder se sienta siempre a la derecha, dejando la izquierda para la oposición) los partidarios del veto real absoluto se pusieron a la derecha y los que se atenían a un veto suavizado, o nulo, a la izquierda. Esta “geografía de la Asamblea” —como decía el Conde de Mirabeau ya el 15 de septiembre de 1789— se mantuvo». Por contra, un segundo grupo sitúa el nacimiento de la izquierda y la derecha el 11 de septiembre de 1789, solo dos semanas después. Aunque las fechas bailan, sí hay consenso en torno a la circunstancia que provocó este reparto del espacio en la Asamblea Nacional. Para todos es claro que la izquierda y la derecha son posiciones políticas antagónicas.
Adentrándonos a la realidad en el asunto vemos ejemplos cercanos como en Cuba y otros países representativos de la izquierda donde se procura que el Estado sea el único actor político, por lo que el poder se ha centralizado en un partido único. En esa misma línea de pensamiento, la izquierda promueve la supresión de las clases sociales a fin de lograr un bienestar colectivo por encima de los individuos. Entre otras cosas, para ellos el estado debe ser dueño de los medios de producción y debe haber distribución equitativa de la riqueza basada en la creencia que todos los individuos son iguales.
Por el contrario, la derecha centra su doctrina en el progreso económico procurando el bienestar individual y a diferencia de la corriente anterior, abogan por la no intervención del Estado en el sistema económico. Es claro que su dogma frente a las formas de distribución de la riqueza se fundamenta en el pensamiento que esta debe realizarse de acuerdo al esfuerzo y la contribución de cada individuo. Por último, en la derecha y sus variadas tendencias se pueden apreciar distintas posiciones que van desde sistemas democráticos con elecciones libres y participación de partidos políticos, hasta un poder centralizado mediante las dictaduras.
Entrada la discusión se dio paso a la repartición de líderes actuales de uno y otro bando; los dos catadores de tinto comenzaron a tirar de un lado a otro los personajes políticos. En la izquierda puntearon Jorge Robledo, Gustavo Petro, Iván Cepeda, Roy Barreras, Armando Benedetti, Francia Márquez y los lideres del Partido Comunes; por su lado en el sector de la derecha se incluyó a Álvaro Uribe, María Fernanda Cabal, Federico Gutiérrez, Alejandro Ordoñez y los Char. Lógicamente que de uno y otro lado si se ponían a hacer la lista general el termo de tinto se acaba por su extensión. En ese momento, me surgió la inquietud, -Ajá y los otros que se llaman centro donde los ponemos- respondieron casi al unísono -póngalos donde quiera que ellos se acomodan-. No, es tan cierto como Ustedes los señalan, es el sector que más crece en Colombia porque la gente está cansada, les dijo Alberto* – el menos conversador.
El nuevo orador dijo casi sabiamente, -Tengo el convencimiento que no es tan parroquial como lo dicen ellos Compa; ya que el centro político es una corriente ideológica que defiende lo que se ha denominado el justo medio, pero vemos que conforme a las tendencias de sus militantes algunos tienden a la izquierda creando la centro- izquierda; mientras otros en esa misma lógica, pero hacia el otro extremo conforman la centro derecha. Lo que si es común de ese centrismo es que proponen y defienden políticas de economía mixta, profundización de la democracia y defensa al estado social de derecho-. Lo digo con tanta vehemencia que sorprendió a todos los presentes; luego supe que el nuevo vecino era graduado en economía en una universidad pública hace más de cuatro décadas y apasionado por la lectura.
Después de un gran sorbo, Sebastián terminó la existencia del producto en su vaso de plástico diciendo, -vamos por la segunda ronda de tinto, porque esta discusión va palargo-. Fueron tantas los temas, pero hubo uno que me llamó la atención, cuando pasaron al asunto de las fuerzas de seguridad de las “dos Colombias”; Sarcásticamente el moderador proclamó que por identidad ideológica era apenas lógico que la guerrilla fuera el ejercito del lado izquierdista y los miembros de la primera línea fueran el cuerpo civil para controlar el orden público en reemplazo de la Policía. Rafael no se quedó quieto e increpó diciendo – siendo así las fuerzas especiales del ejército del otro lado se van a fortalecer como siempre con la participación de los discípulos y seguidores del pensamiento de los creadores de los acuerdos de Ralito. Allí la discusión se estaba acalorando, intervine preguntando quien pagaba el café para bajar la temperatura a los comentarios. La oportuna intrusión logró que los extremos bajaran los ánimos y se pusieran de acuerdo para decir a una voz – Claro que Usted, ¡le damos ese honor!
A menudo se ha dicho que Colombia ha supuesto en numerosas ocasiones un laboratorio de experiencias políticas que han permitido tener garantías democráticas por encima de otros países de la región. A pesar de nunca haber podido llegar a la silla presidencial los sectores de corte izquierdista han tenido en reiteradas ocasiones el segundo cargo más importante de la nación como es la alcaldía de Bogotá, la cual ha quedado en manos de líderes como Lucho Garzón, Gustavo Petro, Samuel Moreno y Claudia López. Además de la presencia regional de desmovilizados de las guerrillas reinsertados como gobernadores, alcaldes, senadores, concejales, diputados entre otros a la sociedad como resultado de procesos de paz y desmovilizaciones voluntarias. Esa participación en la política formal ha hecho bien a la sociedad colombiana porque permite el contrapeso en los escenarios legislativos y de control político como lo sugirió en su momento el barón de Montesquieu en su teoría. Se les ha reconocido como una de sus más férreas apuestas en evitar casos señalados de abusos por el ejecutivo al intervenir en la elección de los representantes de los entes de control y las altas cortes.
El siglo pasado y las dos primeras décadas del presente han tenido hechos políticos históricos hablando de ideologías de izquierda y derecha, iniciando con la guerra de los mil días y pasando por trascendentes momentos como el quinquenio, la violencia bipartidista, el frente nacional, la guerra de guerrillas, reformas y cambio constitucionales, finalizando por el proceso de paz con las FARC, entre otras situaciones relevantes. Por otro lado, la reciente tendencia por los movimientos por firma y grupos significativos de ciudadanos muestran el deterioro en la militancia en los partidos tradicionales, lo cual hace pensar que, en materia política en Colombia, todo es posible. Esos nuevos liderazgos surgen con la doctrina de acompañar las verdaderas necesidades de las comunidades, así tengan que tomar decisiones con fundamentos de una u otra orilla política.
Retomando la anécdota, el viejo Sebas y Rafa terminaron el segundo tinto, ninguno convenció al otro para cambiar de pensamiento político; cada uno se largó a cumplir las actividades diarias no sin antes concluir que cada uno desde su orilla aspira que los gobiernos en adelante sean más garantistas de los derechos humanos, se respete el pluralismo político, se realicen los procesos de contratación pública transparentes y responsables. A lo que les contesté que eso se logra con instituciones públicas eficientes y eficaces, garantizando los derechos a la vida digna, educación, salud, medio ambiente, buen nombre y propiedad privada. Rafa me dijo, Compa eso como el chiste del baby beef que terminó siendo carne asada, lo importante es que hagan un buen gobierno y que le pongan el nombre que les dé la gana. Por último, me dice pilas que se han hecho cosas, pero se pueden hacer mejor, CPC.
Adaulfo Manjarrés Mejía
Está Columba de hoy es el vivo retrato de la opinión del pueblo de a pie el que sufre los embates de los desgobiernos
Esas son las voces qué hay que escuchar
La voz del pueblo es la voz de Dios