Confucio decía que la ignorancia es la noche de la mente, pero una noche sin luna y sin estrellas.
Tengo que confesar que no soy experta en temas de hidrocarburos, pero dado mi trabajo en diferentes Gobiernos y los tres periodos en el Senado, algo he logrado comprender.
Hace pocos días tuve el enorme privilegio de asistir al Congreso de Naturgas y de intervenir como ponente en el panel “Colombia sin hambre”. Allí, a lo largo de tres días de conferencias, quedó clara la importancia del gas para la transición y la seguridad energética, además del combate a la pobreza y la seguridad alimentaria.
Vamos uno a uno. En nuestro país la pobreza se calcula con el índice multidimensional de la Universidad de Oxford que mide, educación, condiciones de niñez y juventud, trabajo, salud y condiciones de vivienda y servicios públicos domiciliarios. En el caso del gas natural, en la última década logramos pasar de 1,9 millones de usuarios conectados a 10,7 millones (que equivale a unos 37 millones de ciudadanos), 60% de ellos concentrados en estratos 1 y 2; pero persiste un gran reto, porque aún tenemos aproximadamente 1,2 millones de hogares que usan leña, madera o carbón de leña, lo que tiene gaves repercusiones en enfermedades y muertes cardiorespiratorias, problemas de cataratas, afectaciones en los recién nacidos, y por supuesto en las finanzas de esas familias.
En el frente de cambio climático y transición energética el gas es clave porque reduce hasta en un 99% el material particulado fino y los dióxidos de azufre, en un 75% los dióxidos de nitrógeno, y su combustión reduce entre 30% y 50% el dioxido de carbono frente a fuel oil, carbón, leña, gasolina y diesel.
En el tema de hambre, no podemos olvidar que seguridad energética y seguridad alimentaria son dos caras de la misma moneda, el gas es insumo para los fertilizante y fuente de energía.
El gas natural es primordial para la producción de amoniaco, y éste para la elaboración de fertilizantes nitrogenados. Es importante tener en cuenta que, en 2021 en Colombia se importaron 500.000 toneladas métricas de amoniaco y que el sector de fertilizantes consume el 15% de la industrial de gas natural y el gas representa el 30% del costo de producción de estos. Por eso, si se detiene la exploración y explotación de gas, e hidrocarburos en general, se encarecerá el costo de producción de fertilizantes, y con ello, se reduciran las hectáreas sembradas, con el consecuente y exponencial aumento de los precios de los alimentos.
Hoy, el país está en camino hacia la producción de amoniaco verde, que supone la utilización de energías limpias que reemplacen el uso del gas natural, pero mientras no podamos garantizar lo que se requiere para consumo interno, sería un despropósito descuidar el gas.
Nuestro país hoy cuenta con un precio de es 0.044 USD por kWh, mientras el precio promedio en el mundo es 0.077 USD por kWh, pero vale la pena mencionar que, el 24 de agosto los precios del gas para el futuro en el Servicio de Transferencia de Títulos (TTF), el principal centro de comercialización de Europa, alcanzaron los 292 euros por megavatio hora, una cifra estratosférica comparada con los 27 euros de hace un año; hoy asistimos a las grandes dificultades de ese continente para garantizar la seguridad energética y con ella, todo lo que deriva.
Por eso, Colombia no debería perder la oportunidad con el sector de gas y debería propender por aumentar la producción de fertilizantes para cubrir la demanda a bajo costo, dando estabilidad al sector en el mediano y largo plazo, y creando incentivos tributarios para plantas productoras de fertilizantes.
Pero, regresando a la frase inicial, a pesar de todas las razones en favor del sector, la Viceministra de Energía Belizza Ruiz, nos paralizó con una escalofrinate afirmación al iniciar su intervención en el panel “El rol del Gas Natural en la transición energética”, el Gobierno del presidente Gustavo Petro ha sido claro en que “no va a firmar más contratos de exploración y explotación en el sector hidrocarburos. ¿Qué parte de la frase no han entendido?”.
La pregunta es ¿Por qué privar a Colombia en este momento de altos precios internacionales, por qué poner en riesgo $58 billones que se calculan para este año como aporte de las empresas del sector al Estado?, ¿Qué pasará con las regalías en el corto, mediano y largo plazo, que solo en el periodo 2021- 2022 serían 17 billones?, ¿Qué sucederá con las exportaciones y con la sostenibilidad del sistema energético? Al parecer estamos enfrentando una noche sin luna y sin estrellas.
Paola Holguín