VALORAR, ¡SE APRENDE VALORANDO!!

“Ya llega enero y estrenando el año. Rostros alegres, de esperanzas sueñan. Y comparé mis sentimientos con las cabañuelas. Y dibujé mi corazón como cuarteada tierra. Que haya tierra mojada. Que venga mi adorada. Porque si ella no viene me declaro en huelga…”   Escuché sonar en Hamaca Grande.  “Esa era la música que yo le decía a esta gente que pusieran ayer, pero les cayó un tiqui tiqui ahí, que ni se entiende”.  Dijo mi papá, mientras escuchábamos Cabañuelas de Amor de @Robe Calderón.  Me quedé pensando en la frase inicial, estamos estrenando el año 2022 y en lo que siente uno cuando estrena. A mí me pasa que me pone alegre, yo no guardo, yo estreno el mismo día que compro, porque si me muero va Vicky con lo que no me estrené al Sepelio jajajaja, siempre digo esto y los que me conocen saben que yo trato al máximo de vivir un día a la vez, y disfrutar cada detalle por mínimo que parezca, porque estoy en el segundo tiempo de un partido que nadie gana, pero que no se pierde hasta que termina.

Así que, estrenando el año me vine pa’ La Peña, necesitaba recibir aquí las primeras Cabañuelas, recargar el alma, respirar belleza, darle de comer a mis ojos, morirme de la risa como anoche con Lely y Yae.  Empezamos a reírnos con los cuentos de Bartolomé, mi primo cuando la policía de carreteras le pidió el pase de conducir y les respondió con sus manos en el cuadril, una pierna adelante y otra atrás: “¿Paseeee?? ¿Cuál paseee?, si yo viajo es de San Juan a Calabacito (Albania), yo no viajo pa’ El Valleee”.  Así cantaito y con los finales alargados; asombrado que en La Guajira le pidieran pase.   Tendrían que conocer a Bartolo e imaginarlo o ver a Lely como lo remeda igualito, para morir de la risa.  Seguimos hablando entre chistes y recuerdos de cuando éramos menores trabajadores y no lo sabíamos. Menos mal la Ley no existía, porque todos nuestros padres estarían en problemas legales. “Te acordai Nora cuando el día de mis 15, me tocó salí a vende dulce?  Ya yo tenía enamoraito y me daba pena ya, salí a vende los dulces, pero más nadie quiso ir, Joaco estaba enfermo, Camila siempre fue firisnei, ella no vendía, y Cacha y Ñiba no quisieron ir, todos decían que fuera yo, cómo yo era la avispa, la alborotá; y yo siempre iba con gusto, pero ya me daba pena, oite?.  Yo ví a mami llorando y agarré mi bandeja, con pena, pero no má’ llegué a dos o tres casas y se acabaron… ese fue mi quienceañero. Ay ve!! ” Dijo mi prima Lely (Luzmirelys Sierra Cataño, madre de dos hijos, ambos médicos) con esa gracia infinita con la que cuenta todo. Milla (Mirian Cataño, la mamá de Lely) hacía los dulces más deliciosos que yo haya comido en la vida, de maduro, leche, leche con coco, coco, papayita, toronja; también hacia peto ( muy bueno, pero no sé qué tenía el de mi tía Elina Cataño,, hasta el día de hoy no me he comido un pero igual) pasteles, empanadas, y algo a lo que aquí en La Peña le llamamos sadurita, que tiene el aspecto y contextura de una natilla, pero el sabor es salado, ácido picante, como el del pastel.  Se hace con masa de maíz, guisada con la sadura del cerdo en trozitos pequeñitos y servida en el plato de taza de chocolate para que se cuaje.   Los hijos de milla salían a vender sus productos para ayudarla en su misión, después que enviudó. “Yo trabajé mucho pa saca mis hijos adelante, Nora.  Gracias a Dios, todos están bien en sus hogares, no les fallé… yo cocinaba porque todo lo que hacía me quedaba bueno, le heredé la sazón a La Güelita, (mi abuela Natalia, que es tía de Milla; La Güelita, fue la mujer que cocinaba más sabroso en la comarca, yo también le heredé la sazón), aunque no recuerdo que La Güelita haya vendido dulce” decía Milla quien empezó a contar sus anécdotas y vivencias. “Todavía tengo el cuaderno con cuentas que me quedaron debiendo” afirmó.

“¿Están vivos, Milla? Vamos a cobrarlos, si heredaste la sazón, herédale la cobradera, La Güelita no dejaba perder plata. ¿Se acuerdan cuando cobró dando un pésame? “Sintiéndolo mucho, y acordate de la cuentecita chicho”. Nos reímos de la imprudencia de mi abuela. “Esa no perdía tiempo Milla” le motivé

Trayendo a La Güelita (así le decimos todos en La Peña y sus alrededores) a la conversación empezamos a reírnos de los cuentos de mi abuela que merecen una crónica aparte. (Pronto se las regaló). Hoy solo dejaré por aquí, que para unos carnavales que tenía una gran noche de ventas, se le acabó la carne de las empanadas y al no encontrar carne, ni queso, a esas horas de la noche en La Peña, hizo empanadas de chito, fue un desatre, hasta el caldero le partieron. (Completo en las anécdotas de La Güelita)

Lleve el tema de los trabajos que realizamos pequeños, al grupo de WhatsApp Unidos Por ❤️ a La Peña, empezamos a recordar las cosechas de algodón en la región, cuando todos, hombres y mujeres salían cada madrugada a coger el algodón en “Las Tierras” (extensión de tierra que no alcanza a ser finca, aunque ahora cualquier 10 hectáreas es una finca) de Ciro Mendoza (Masa) mi padrino Rolando Daza, Laude Cuello Carlos Araujo, Julio Urrutia, Albertico Daza, Miro Cuello, Raquel Mendoza,  Anibal Cataño, Antonio Joaquín Cataño, Claudio Mendoza, Dimas Mendoza. Eran muchos los algodoneros en La Peña y venían de otros pueblos a la recogida.   Mi familia era preferida, para estos menesteres por numerosa.  Debo decir que yo no alcancé a coger algodón, ni a las actividades de hilandería y tejido de fique, porque aún estaba pequeña (creo que ya mis padres habían planeado no tener más hijos y 4 años después de Vicky,  llegué yo), Pero les llevaba el desayuno, montada en la burra Ratona, de la casa, en mi rodilla izquierda está la cicatriz del alambre de púa que lo ratifica.

Mis otros hermanos: Tomasa, Armando, Rocío, José Juan, Rosa, Vicky (Para entonces Tola) y tía Maritza que vivía con nosotros, se iban con mi papá madrugado (3:00 a.m.) eran tantos que hasta nombre les pusieron “La Maná Monita”, aún investigo el significado del nombre.   “Bueno yo voy a buscar la Maná Monita de Juan José pa’ que le caigan al cultivo, nos buscaban pa’ recogelo, limpialo, ralialo, pa’ aporcar” me dice Rocío mi hermana (Madre de cuatro mujeres profesionales, dos enfermeras, una geóloga y una ingeniera) “Creo que nos decían así porque éramos el grupo más grande” me respondió cuando quise saber el porqué del nombre. “De nosotros la que era una fiera cogiendo algodón era Macha (Tomasa, mi hermana mayor, madre de cuatro hijos una salubrista, un médico, un técnico en maquinaria pesada y mi Ñaña, una belleza de mujer especial) Era la competencia de Carmen Clara y La Iño y las tres se ganaban a los hombres” sigue contando Rocío mi hermana, la esposa del hombre que más recolectaba algodón en la época José Jorge “El Mono”Sierra, por ahí empezaron los coqueteos.

“Las mujeres de La Peña se destacaron en esa época por ser muy buenas recolectoras de algodón, Porque lo recogían rápido y limpio.  Carmen Clara se ganaba a cualquier hombre, la Iño y muchas más…”.  Dijo Mary Mendoza.   “La época del algodón fue hermosa cuando se iban a vivir al Campanario, todos esos muchachos y aparte los que venían de Los Haticos de Los Indios. ¡Los fines de semana se formaban esos bailes!… a mí con Ciro Luís, mi hermano, nos tocaba ir a recibir las pesas, desde entonces estoy yo trabajando, debe ser por eso ese amor por las cuentas y los negocios” seguía recordando Mary Mendoza, (hoy profesional en 3 carreras, empresaria, ganadera y madre de una médico y una Ingeniera).

Yo creo que los de mi edad no nos tocó ese trabajito, yo soy de la era del zorro, ajonjolí, frijol y la Marihuana, de esa si, sembré y raspé, manifesté.

“Nora los diciembres era integro en los lotes de algodón. Ahí hacíamos la ropa pa diciembre.  Eso sí nos quedaban las manos como un rayador. Recuerdo que Jeiner, mi hermano, un 31 de diciembre, le fue echar maizena a Licelis la de Ángue, y casi le queda medio labio en la mano.  Tenia las manos maltratá de la cacota”. Cuenta Rugero Mendoza, el hijo menor de Gala Ramona.  Nos reímos de la hipérbole,  es costumbre laexageración de los peñeros al hablar.

“Te cuento que hoy a las 3:00 a.m, no vi la luz del Molendero porque estoy encerrada en mi cuarto y además aquí no luce.   No he escuchado el pito (claxon) del Mixto del señor Kin bajando el Cascajito, porque ya no hace la travesía para el Valle.  No pude oír el traquiar del Cosita Linda o El Pollito (vehículo) de Flore porque solo queda en la memoria de un reducido número de la colectividad. Pero quedan algunas cosas que aún podemos mostrarle y enseñarle a nuestros hijos”. Irrumpió La Seño Fénix, evocando los tiempos en que éramos felices y no lo sabíamos.  “… les cuento que descubrí una Reserva de Candungos en Carrizal, el próximo 2022 nos vamos a Candunguiar. Candunguiaremos en el mes de octubre en un predio de un hijo de Belisa ya está reservada con la cosecha para todos nosotros”. Intervino La Seño Fénix, conjugando el verbo Candonguear, que no creo que exista; dándole un giro a la conversación, hacia lo que acostumbrábamos comer en la época.

De niños y en los montes comimos candunga, Maya, Guama, Cloriotico, Tamaquita e’ Gato, (Corozo) sacadas de la boñiga de las vacas, Jovitas que nos ponían los labios morados, Mácara y hasta potrosos de avispas Carga Barro. Si ibamos con nuestros hermanos varones y sus hondas, puede que trajéramos palomitas e iguanas que después comíamos o criábamos, dependiendo el tamaño.   Montear era toda una aventura

“A nosotros Toño Juaquin nos hizo un tiro porque nos metimos a coger candunga a Diaquela’o, y andábamos con Emilia su nieta.  Airton se nos perdió de tanto correr, del susto y apareció por el salto.  Toño llegó donde papá y le dijo: “Masa, les hice un tiro a unos muchachos que estaban metido en “lo mío”, cogiendo candunga, porque me dañan los lienzos” y le dice papá “los hijos míos nos son” y éramos nosotros, que nos llevó el negrito de tío negro” Cuenta Mary Mendoza.

“Hicieron quedar mal a Masa” dijo La Seño Fénix “Claro él nunca se imaginó que eran sus hijos, porque él no nos dejaba salir, el negrito de tío negro nos llevó” afirmó Mary

“Será que “Gallo” fue a candunguiá, el día que le pico una patoco (serpiente) a Chu el de Chinda” Preguntó La Seño Fénix, (Docente, Historiadora, la esposa de Franco y mamá de Maza, futura médico) invitando a “Gallito” a la conversación.

“Mi niñez fue entre candunga, macara, iguaraya, algarroba y pichiguey”, Respondió “Gallo” (Carlos Darío Cataño Iguarán, Reconocido Periodista, Reportero de Caracol. Noticias, en Cartagena.)

Pero ese dia en que se movió todo el pueblo para el Cerro del Pico del viejo Diego usted no fué… Mano mi hermano, dejo la carrumba guinda de la orqueta y se fue a noveleriá, por poco el muerto es él, ¡mamá casi lo esgarreta! Comenta la Seño Fénix en buen peñero.

“El guapo era el primo Franco, ¡yo lo echaba a el alante!! Dijo Carlos Dario y todos los que estábamos activos en el grupo y reunidos dónde Lely, soltamos la risa.  “imagináte, ¿cuál de los dos más cobarde? ¡Que esperanza la de Chu!!” aseveré. “Figurate!! ¿Cuántos años cumpliría Chu (Jesualdo Cataño) de muerto en manos de “Franco” y “Gallo”? Volvimos a reír.

La noche se hizo corta en medio de anécdotas y risas que, de contarlas, extenderían la crónica de hoy que tiene moraleja y posdata. La enseñanza es que los que sabemos lo que cuesta conseguir lo que necesitamos, ¡cuánto más lo que queremos, valoramos!! Nuestra generación se ganaba el pan, la ropa, los estudios. Nada nos era dado gratis, TODOS TENIAMOS QUE COLABORAR.  La generación que nosotros parimos, están cómodos recibiendo todo por el esfuerzo nuestro que la seguimos luchando, sin enseñarles, lo que nos hizo a nosotros exitosos; ¡Ganárnosla!  La posdata: Esta crónica es parte de un trabajo de investigación que estoy haciendo a cerca de las recolectoras de algodón y las tejedoras de La Peña. Ya se los daré a conocer.

Noralma Peralta Mendoza

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