VIOLENCIA, INSEGURIDAD, INDIFERENCIA, ENFERMEDADES SOCIALES QUE NOS ALEJAN DEL DESARROLLO Y EVOLUCIÓN COLECTIVA

El crimen y la violencia condicionan nuestras decisiones diarias. Dónde vivimos, por dónde transitamos, dónde invertimos, y qué hacemos o dejamos de hacer en nuestro diario vivir. Es decir, afectan nuestra calidad de vida y nuestro bienestar, y si queremos comunidades donde las personas puedan vivir tranquilas y tener un futuro promisorio, tenemos que actuar para transformar sus entornos de violencia.

Los problemas de inseguridad ciudadana no son tan fáciles de abordar y en el mundo presentan un origen multicausal. Mientras hay quienes le dan un papel protagónico a la desigualdad social como uno de los principales factores generadores de inseguridad y criminalidad, otros especialistas en el tema, consideran que “el crecimiento y deterioro urbano, al combinarse con factores como las crisis económicas y el debilitamiento de la acción del Estado, también puede contribuir a la inseguridad y al delito”. En Fonseca creo que los dos conceptos reflejan la realidad que hoy vivimos, y estoy seguro que otros municipios del departamento viven la misma realidad.

Sumado a los problemas de inseguridad y violencia que atravesamos, quiero mencionar dos agravantes de la situación, uno de ellos, la indiferencia ciudadana, que la historia nos enseña una y otra vez, sin mucho éxito, como la enfermedad más nefasta que una sociedad puede padecer. Somos indiferentes, “el otro” no es importante hasta que no se convierte en nuestro problema, hasta que le hacemos el favor de expresarnos sobre cómo nos sentimos (nosotros) ante su necesidad o su desgracia. Si no nos incumbe, no nos importa y si no nos afecta, no nos incumbe, y no actuamos.

Y el vandalismo, es el otro agravante, una enfermedad social que ha venido en aumento, generada por el abandono, la desidia, la carencia de educación, la falta de vigilancia adecuada y la irresponsabilidad, cosa que a nadie parecería preocuparle ponerle punto final. La destrucción o robo de elementos que forman parte del patrimonio común son parte de una realidad mucho más compleja, porque esos comportamientos, por así denominarlos, resultan ser fruto de la acción de vándalos que no siempre son marginales, sino que también están adscritos a otros grupos sociales. Si la plaza municipal, el parque hacia el rio Ranchería hablaran, estuviesen reclamando. No toda la violencia es homicida. El delito común está afectando el bienestar y calidad de vida de las personas cada vez más.

Esta problemática está sobrediagnosticada, pero para construir futuro se debe mirar el pasado, y en estas líneas quiero ser proactivo con sugerencias, estudios, fundamentos y obviamente, con mi opinión, que simplemente es eso, mi opinión.

Hay 5 componentes básicos para reducir la inseguridad desde los municipios:    

El primero, es sin duda, empezar por hacerse cargo. Un alcalde no puede exonerarse de responsabilidades y delegar el control de la delincuencia a otros. El liderazgo por parte de las autoridades locales es esencial. Es la muestra de un gobierno que escucha el clamor de sus ciudadanos por mayor seguridad.

El segundo es alinear las acciones de los diferentes sectores gubernamentales hacia un mismo objetivo: la reducción del crimen y la violencia.

Es decir, integrar la dimensión de seguridad ciudadana dentro de las otras agendas de desarrollo ya sean estas sociales, urbanísticas, culturales o deportivas.   

Un tercer ingrediente que no podemos darnos el lujo de ignorar es la fuerza pública. La Policía tiene que estar en primera línea para prevenir y controlar el crimen. Son ellos quienes mejor conocen las comunas, sus desafíos, su gente, pero el eficaz funcionamiento de este organismo debe originarse desde sus entrañas.    

El cuarto componente es anticiparse al crimen. Los datos nos muestran, lamentablemente, en la mayoría de los casos de inseguridad ciudadana que los jóvenes están desproporcionadamente representados entre las víctimas y condenados por delincuencia. Las vivencias de estos jóvenes nos revelan patrones comunes en sus vidas como la violencia intrafamiliar, el abuso de drogas y alcohol, la violencia en sus barrios, la falta de oportunidades, y más aún, la indiferencia del Estado.

Lo quinto, y, por último, se debe invertir en las innovaciones y sinergias que involucren el sector privado y la sociedad civil, ya que muchas veces la incapacidad del estado y la desatención del gobierno quieren corregirse mostrando incapacidad ciudadana para ejercer y reclamar derechos.

Soy un convencido que, si nos unimos todos los sectores de la sociedad y que el protagonista de la gobernanza sea la ciudadanía, tendremos una convivencia pacífica o de lo contario, no tengo duda, que el desarrollo sostenible que tanto queremos no se puede lograr sin seguridad y viviendo con miedo.

Misael Arturo Velásquez Granadillo

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