¿Y QUÉ ESPERABAN?

Las veces que me he preguntado sobre si Gustavo Petro actúa de forma incomprensible, imprevista o díscola, debo necesariamente remitirme a su talante, claramente demostrado durante un buen tiempo.

Era evidente su tendencia ideológica, su firmeza crítica de la manera de gobernar, sus reparos a los pecados que de cuando en cuando cometía la “élite” gobernante de nuestro país y su elocuencia para ponerlos en el foco de la vida nacional. Era todavía más notoria su capacidad de victimizarse cuando su enferma manía de cambiar las cosas lo llevó a cambiarlas por unas peores, y la justicia y órganos de control tenían que requerirlo.  Se sufrió durante el ejercicio de su alcaldía de Bogotá, al destrozar el sistema de recolección de basuras so pretexto de mostrar que uno administrado por el distrito era mejor que lo privatizado.

Un reducido grupo de personas de izquierda, igualmente radicales y destacados en su postura intolerante del saqueo a las instituciones, encabezados por Jorge Enrique Robledo y el difunto excandidato presidencial Carlos Gaviria, nos decían a los colombianos que tuviéramos cuidado con el personaje, por cuanto, así como sumaba puntos con su buen discurso, igualmente restaba aportes en materia de actitudes sinuosas y atropelladoras de las normas que se contrapusieran a sus pretendidos.

Entonces, ¿De qué nos sorprendemos? Cuando, ya en el poder destila ese rencor social, hace cambiar de color de piel a tantos miembros consagrados del establecimiento, partícipes de todos los gobiernos, como Santos, De La Calle, Hommes, Cecilia López y Alejandro Gaviria y que ahora no encuentran como convencernos de que actuaron de buena fe apoyando a Petro. Se deja lugar para el arrepentimiento a muchos ciudadanos colombianos que solo veían el atraco al erario y la trampa en la que nos metió la escogencia de una figura sin experiencia para gobernarnos. Ellos se pueden sorprender. No han estado en círculos privilegiados de poder. Pero es inadmisible que esas “figuras emblemáticas” de la Colombia privilegiada se muestren hoy alarmados. ¿De qué se asombran? ¿Qué esperaban?

Los acontecimientos que ahora llaman poderosamente la atención son los que reflejan el talante presidencial en el entorno internacional. Sus frecuentes visitas a varios países, amigos de Colombia por siglos, nos dejan en ascuas de que piensen que todos acá rechazamos su idiosincrasia con la desfachatez con la que lo hace Petro en sus propios territorios.  A los españoles, les espetó un discurso desueto, arcaico por su contenido y poco constructivo de buenas relaciones bilaterales, que es uno de los objetivos de las giras presidenciales. A los alemanes, qué vergüenza, los puso a mirar a 1989, cuando se derribó la barbarie de separar familias y sociedades solo con el ánimo de imponer un régimen basto, que fue finalmente derrotado en democracia. ¡Y tiene todavía la cachaza de pedir plata y querer fomentar desarrollo empresarial de energías limpias!

A millones de colombianos no nos sorprende. Sabíamos las consecuencias que traería su gobierno. Las pocas luces de esperanza que como margen de error hubieran podido dársele, se apagaron con su beligerancia de cambiar hasta la bueno para demostrar que ni eso lo complace.

La lucha por hacer prevalecer un cambio de gobierno en las próximas decisiones democráticas que tomemos, tanto en lo regional como en lo nacional, ahora nos llama a una urgencia: Esta puesta en escena internacional nos fuerza a exigir a quienes tienen vocería nacional, a líderes del pensamiento y la política, que hagan un esfuerzo, que levanten la voz para que contradigan la línea de discurso presidencial, con una disculpa a la madre patria y a Alemania por las denuestas del presidente. Díganles que no nos representa a todos. Que muchos colombianos, la mayoría me atrevo a decir, respetamos sus países, sus estados, sus decisiones políticas y sus formas de gobierno. Que practicamos la decencia de no visitar una casa ajena para insultar a sus habitantes. Que no ponemos nuestros pies en estado anfitrión para denigrar de esa gran familia, que en últimas es una nación hospitalaria.

Mi ruego reiterado porque levantemos nuestra protesta nacional por el irrespeto internacional de Petro.

Nelson R. Amaya

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