A pesar del relativo poco apoyo institucional que históricamente ha recibido de los gobiernos nacionales, centralistas y excluyentes, el territorio de La Guajira, en contraste con lo ocurrido a la estirpe de Macondo condenada a cien años de soledad, si ha tenido varias oportunidades sobre la tierra. Aunque hemos sufrido recurrentes e interminables crisis sociales e institucionales, que han superado la capacidad de liderazgo de nuestros lideres y gobernantes para crear condiciones que permitan superar las agobiantes necesidades de la mayoría de su población, es innegable que este territorio ha sido privilegiado por la naturaleza como fuente de diversos recursos naturales y energéticos, y con seres humanos resilientes y excepcionales.
Con el prometedor arranque de los proyectos para aprovechar las fuentes eólicas y solares de este hermoso territorio peninsular, que por sus características geográficas favorecen resultados exitosos, que se traducirán en miles de kilovatios de energía limpia, también llegará una nueva oportunidad para impulsar, en forma responsable, el desarrollo de las comunidades, la región y el país. Es el valor agregado de una acción concreta para una efectiva contribución de Colombia a la mitigación del cambio climático.
Un enfoque holístico nos permite visualizar que los beneficios potenciales podrían ser aún mayores, considerando que también se presenta la oportunidad de generar soluciones disruptivas a las ancestrales falencias de agua y alimentación presentes en la más septentrional y amplia zona desértica de este territorio, el cual podría transformarse para siempre, facilitando así un mejor escenario de vida para sus comunidades wayuu.
Según los resultados de un estudio realizado para el contexto del desierto del Sahara, en el que se planteó el interrogante sobre lo que pasaría si se convirtiera esa extensa área en un inmenso campo de molinos de vientos y paneles solares, se llegó a conclusiones que fueron sorprendentes, pues no solo se solventaría el abastecimiento energético sostenible de Europa y de la región conformada por los países del norte de África, sino que se podría lograr la transformación del Sahara. Una intervención de esa magnitud causaría alteraciones en el equilibrio climático del desierto, originando que las precipitaciones aumenten en el mediano y largo plazo y de esa forma comenzarían a germinar la flora y la fauna en medio de una creciente vegetación.
El efecto combinado de las turbinas y los paneles podrían aumentar marginalmente las temperaturas de la región, creándose zonas de baja presión por efecto de los molinos de viento, obstáculos a la libre circulación del viento, y se atraerían más precipitaciones. Los investigadores han reforzado sus conclusiones con otros estudios y modelos que han evidenciado en forma consistente los grandes efectos en la generación de calor y de presiones más bajas de las turbinas y de los paneles en numerosos ecosistemas.
Si nuestro desértico territorio en La Guajira, tal como se vislumbra, se convierte en el epicentro de las energías renovables en el futuro, se podrían potenciar aún más los hasta ahora poco imaginados beneficios, sin desconocer que la instalación de molinos o paneles no es neutra para la naturaleza. Sin dudas, algunas de las consecuencias pueden tener impactos negativos, pero los efectos ambientales serían más beneficiosos que perjudiciales, pues además de evitar los gases de efecto invernadero provenientes de los combustibles fósiles, la energía eólica y solar podrían traer consigo el reverdecer de este territorio.
Es una oportunidad de transformación profunda que por supuesto hay que seguir investigando. Como ya existen iniciativas ambiciosas orientadas al aprovechamiento de las condiciones del Sahara, para la materialización de esa aspiración ambiental y social, es necesario y conveniente que el gobierno nacional y sus entidades especializadas permanezcan enterados de sus avances y se adquirieran los conocimientos necesarios para aplicarlos en el contexto de La Guajira. Es un tema que perfectamente puede hacer parte de los compromisos y de las acciones que Colombia se puede comprometer a realizar, como parte de sus contribuciones para mitigar el cambio climático.
Los grandes problemas requieren grandes soluciones, y para lograrlas se debe disponer por parte de nuestros lideres y gobernantes, además de voluntad política y compromiso, mucha imaginación y creatividad. Es lo que se nos exige en esta oportunidad. Sólo de esa forma se podrá hacer un gran aporte a las comunidades indígenas y no indígenas de La Guajira que supere con creces la magnánima y nunca olvidada PROAGUAS, creada en el año 1955 por el general Gustavo Rojas Pinilla para satisfacer la que en ese momento era la insaciable sed de nuestras comunidades wayuu. Después de una época con abundante agua, producto de la infraestructura construida en ese tiempo, hoy siguen con el mismo padecimiento.
Álvaro López Peralta