VAMOS A VENCER LA AMENAZA

La coyuntura política actual del país nos hace observar unas campañas que parecieran realizarse en diferentes contextos de tiempo, aunque tengan el común propósito de buscar y lograr que uno de sus respectivos candidatos sea elegido como el que será el presidente en ejercicio de Colombia a partir del 8 de agosto del presente año.

Mientras varios aspirantes pertenecientes a sectores de diversas tendencias ideológicas -Izquierda moderada, centro y derecha- siguen buscando llegar a la primera vuelta de la elección como candidatos, con el apoyo de los otros precandidatos y con la fuerza necesaria para competir con posibilidades de triunfo, el sector del llamado pacto histórico, que finge buscar la definición de su candidato único mediante una extraña consulta, su líder Petro, según los resultados de todas las encuestas hasta ahora conocidas, sigue escapado en las preferencias de los ciudadanos consultados con respecto a esta importante competencia electoral, confirmándose lo observado en las concurridas manifestaciones publicas que ha realizado en diferentes ciudades.

Esa favorabilidad coyuntural es una clara demostración de que su estrategia electoral le está dando los resultados que ha buscado desde hace ya varios años, en unas circunstancias complejas del país, con la que ha aprovechado hábilmente las inconformidades y frustraciones acumuladas de un significativo segmento de la población colombiana, generadas por las limitadas oportunidades de ingresos y la consecuente insatisfacción de sus permanentes necesidades, lo que finalmente ha alimentado el discurso lleno de odios y de resentimientos sociales en contra del gobierno nacional, la clase política tradicional y los gremios económicos y empresariales del país. Esta coyuntura constituye el principal fundamento en el cual basan los mensajes clave que difunden el candidato, la mayoría de su séquito de aspirantes como parte de su pacto, y sus aferrados e ilusionados seguidores, con los que además estimulan una inconveniente y obsoleta lucha de clases.

Muchos colombianos tenemos razones de fondo para sentir una alta dosis de preocupación y temor con el candidato Petro. La principal, tal vez, son sus propuestas de gobierno, que, aunque suenan atractivas para la población que no profundiza en ellas, en su mayoría adolecen de estructura y de rigor técnico, lo que las hace ver como utópicas en el contexto colombiano. Por razones de espacio, y con el único propósito de invitarlos a reflexionar sobre su factibilidad y conveniencia para el país, basta solo mencionar algunas de ellas: Suspender la exploración petrolera al día siguiente de su posesión, y acabar con la minería del carbón lo más pronto posible -sin considerar la necesaria y lógica gradualidad de la transición energética-; financiar el gasto público mediante la emisión del Banco de la República, acabando con su gestión técnica; expropiar el ahorro pensional, desconociendo los derechos adquiridos de pensiones de mayor valor; acabar con el sistema de aseguramiento en salud; etc. No es difícil imaginarse que los efectos de la eventual implementación de estas propuestas serian devastadores para la sostenibilidad económica del país y para el bienestar de los colombianos.

Otra razón, no menos importante, es la agresividad con la que sus seguidores atacan a los que no comulgan con sus planteamientos; con frecuencia lo hacen sin argumentos y respecto por las diferencias, sino con total irrespeto y vulgaridades. Es imposible no sentir temor con un eventual gobierno en el que esa sea la actitud generalizada, más aún si tempranamente afloran las frustraciones ante la insatisfacción de sus expectativas por la ineptitud de su líder para cumplir sus promesas.

A pesar de los comentarios de varios lideres y analistas políticos, en los que indican que el candidato Petro se ha mantenido en los últimos 8 años con un nivel de aceptación similar (27-30%), y según ellos ya alcanzó su techo histórico, es preocupante que esas mismas encuestas no hayan comenzado a reflejar una reacción apropiada en la amplia lista de precandidatos de las otras tendencias ideológicas, algunos en coaliciones y otros solitarios, en las que surja uno o dos candidatos con la fuerza y las simpatías suficientes para aglutinar una mayor masa electoral a su favor, que contrarresten o frenen el hasta ahora andar victorioso de Petro. Por el contrario, parecen estar confundidos y ser poco creativos para cambiar el rumbo y buscar una unión sólida enfocada en ganar la elección presidencial. En varios momentos se han dedicado a confrontar entre ellos por diferencias subsanables, debilitándose aún más, en vez de construir conjuntamente ideas innovadoras que fortalezcan a un candidato con el potencial para ganar su elección como presidente.

Los ciudadanos que conformamos la base de apoyo de esos precandidatos debemos vencer la apatía y poner en práctica nuestra capacidad de hacer proselitismo. Tenemos que hacer los aportes individuales necesarios que sumen al esfuerzo colectivo y permitan alcanzar y superar al candidato escapado.

Con ese propósito hay que contribuir a elegir un Congreso libre de corrupción, que tenga el liderazgo y la capacidad política para preservar la democracia y la fortaleza del modelo económico por el rumbo del crecimiento y el desarrollo social que genere más y mejores oportunidades para todos los colombianos. Claro que si es posible. Comencemos ya, ¡pues no se puede seguir perdiendo el tiempo!

Álvaro López Peralta

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