INVERSION DE VALORES

La sociedad colombiana durante las últimas décadas ha sido severamente afectada por la trastocación ética y moral. El deterioro de las categorías axiológicas básicas es abrumador. Estamos insensibilizados ante eventos realmente aberrantes que, en cualquier otro lugar del mundo, inclusive del vecindario; provocarían reacciones contundentes y aleccionadoras. Aceptamos con absoluta naturalidad, las conductas más insólitas. La inversión de valores es angustiosa. Por supuesto que la dinámica forjadora de esas relaciones y acciones sociales, no ocurren en el vacío; determinados acontecimientos, aspectos específicos como diversas e ilegítimas formas de acumulación de capital, totalmente normales dentro de nuestra sociedad, contribuyen decisivamente.

En ese desarreglo, en tal degradación moral y ética se equiparán y asimilan eventos y circunstancias incomparables. Se contrastan pecados veniales versus pecados capitales. La cuestión no se reduce a la esquematización o polarización entre uribistas y petristas, derechistas versus mamertos, reaccionarios versus progresistas. En el trasfondo de la visión contrastada, de la interpretación idéntica de situaciones en ocasiones antagónicas, nos topamos con una contradicción de principios, de valores y por supuesto de intereses económicos, sociales, políticos y culturales. La coyuntura por la que a atraviesa el presidente Gustavo Petro ha logrado correr ese velo con mayor énfasis.

En aras de demostrar lo esbozado arriba, enunciaré en primer lugar, acontecimientos del gobierno Uribe, posteriormente la conducta, sesgada, hostil, delirante del Fiscal Barbosa y por último las irregularidades endilgadas a Petro y a su entorno.

La clandestina visita del ex paramilitar alias Job al Palacio de Nariño, las chuzadas a magistrados, a miembros de la oposición, a líderes sociales y a periodistas, la bochornosa coincidencia de dos jefes de seguridad que, les fue negada la visa de ingreso a Estados Unidos por sus vínculos con el narcotráfico y el paramilitarismo, los presuntos nexos con las  masacres del Aro, la Granja y  San Roque, y su consecuente y aparente relación con la muerte del Defensor de Derechos Humanos: Jesús María Valle, el espionaje al proceso de paz del gobierno Santos, las monstruosas revelaciones de Mancuso, las veraces noticias que dan cuenta de tantos e incontables episodios reflectores de la podredumbre de ese y  anteriores gobiernos en los que verdaderos pecados capitales han sido minimizados y obviados. A lo anterior sumamos las personas cercanas al exmandatario, muchos de ellas condenadas y otras salpicadas por escándalos. Los medios masivos de comunicación encabezados por la Revista Semana han subestimado aquellos sucesos realmente vergonzosos, algunos muy atroces.

En cuanto atañe al exaltado, intemperante y sesgado Fiscal Barbosa, señalaremos algunas temas e irregularidades más notorias, en los cuales se advierten evidentes y sospechosas desidias: encubrió delitos cometidos durante los gobiernos de Uribe y de Duque, archivó el proceso del Ñeñe Hernández, el escándalo ante inconsistencias en el inventario de bienes incautados a las mafias por la SAE, la negligencia  y si se quiere complicidad de la entidad ante denuncias de Gonzalo Guillen con respecto al Clan del Golfo y el genocidio ejecutado en el Caribe Colombiano por esta organización criminal, el inédito y vergonzoso rol del ente, en el proceso contra Uribe, la apatía e indiferencia ante las declaraciones de Mancuso y demás actores ante la violación sistemática de derechos humanos y demás atrocidades, el entrampamiento y falacias que rodean el suceso de las chuzadas a la ex niñera de la ex jefa de gabinete de Petro.

En cambio, se ha generado un “Tsunami” noticioso, por un lado, debido a un asunto que, salvo el abuso de poder por parte de Laura Sarabia que, al ingresar a su ex niñera a las instalaciones de la Casa de Nariño para la práctica de una prueba de polígrafo orientada a detectar un hurto en su residencia a través de esa herramienta técnica, no trascendería más allá de un lio doméstico. Es que, en realidad y en tratándose de una persona tan cercana administrativamente al presidente, podría tener justificación. Se trata de la seguridad del mandatario.

El sórdido Fiscal Barbosa transfigurado en jefe de la oposición, ni corto ni perezoso ordenó un allanamiento a la sede presidencial, y aprovechó este otro papayaso para irse lanza en ristre, nuevamente de manera insolente contra Petro. Reafirmó el odio que destila. El y la Procuradora Cabello están cumpliendo a pie juntillas, el libreto y la orden para lo que fueron postulados y escogidos: hacerle la vida imposible a Petro con las herramientas institucionales a su disposición. Están abonando al golpe blando.

Obviamente no vamos a defender a rajatabla lo delicado de lo acontecido con la niñera de la señora Sarabia. Por supuesto que, en este, como en cualquier gobierno se generen circunstancias cuestionables y que la opinión pública debe reaccionar y manifestar su inconformidad, y los involucrados deben responder por sus actos. El presidente ha procedido como es debido, solicitó una pronta investigación y apartó de sus cargos a los dos altos funcionarios implicados. Tal como en el caso de su hijo Nicolás instó una rápida indagación de la Fiscalía, para esclarecer el hecho. Que gran diferencia con el proceder del Gran Colombiano en sus tortuosos 8 años de gobierno. Cuando salieron a flote las sólidas evidencias de irregularidades de sus hijos, se “emberracaba” y amenazaba; y a sus funcionarios involucrados en indelicadezas los prohijaba, o los instaba a salir del país, para que el brazo de la justicia no los alcanzará.

En el pasado habían exagerado un video, en el que Petro aparecía contando un dinero proveniente de unas bolsas, más allá de lo desagradable del asunto, allí no se produjo ningún delito, contar dinero proveniente de unas bolsas es brusco, pero no es delito ni aquí, ni en ningún lugar del mundo. Como colofón de ello, La Corte Suprema absolvió a Petro

Aquellos que callaban, y tácitamente admitían y tal vez hasta celebraban prácticas, esas sí, verdaderamente aberrantes, inaceptables, hoy se rasgan las vestiduras ante cualquier eventualidad que contribuya a debilitar y cuestionar el primer ejercicio de gobierno alternativo en la historia de este país. El mínimo desliz del actual gobierno es evaluado con un rasero absolutamente desproporcionado. En ese doble rasero para medir, tasar y equiparar lo incomparable, obviamente tienen su elevada cuota de responsabilidad los principales medios masivos de comunicación capitaneados por la panfletaria revista Semana. Hace poco, en una entrevista concedida a W radio, Pablo Iglesias un referente de la izquierda española decía textualmente que “Sin poder mediático, la izquierda no tiene futuro”.

El prestigioso, valiente y acucioso jurista Miguel Ángel Del Rio, insinúa, con solidas evidencias un aparente entrampamiento por iniciativa del Fiscal Barbosa. Lo cual le agrega otro ingrediente oscuro a las truculentas tramas a que nos tiene acostumbrados este Fiscal. Todo sugiere manos perversas alrededor del asunto de la niñera, ha servido para aplacar el escándalo de Mancuso. No es plausible que la “chuzada” a las señoras de servicio doméstico se hayan originado desde el gobierno eso, no tiene sentido. Cada vez es más evidente que las chuzadas tuvieron origen en la propia Fiscalía.

La Fiscalía es una institución cooptada hace décadas por las fuerzas más sombrías de esta nación.  Fuerzas tenebrosas y/o estructuras mafiosas mimetizadas sin ninguna dificultad dentro de la oligarquía criolla. En muchos casos son lo mismo. Esa inserción dentro de la oligarquía de esas formas espurias de acumulación de riqueza, de poder material, no corre, como en otras naciones “civilizadas”, paralela a otras inquietudes subjetivas como la posesión de acervos culturales, académicos. Definitivamente la educación y el enriquecimiento espiritual no son prioridades de la extrema derecha colombiana. Sus obsesiones por la acumulación de riqueza material, conspiran contra aquella posibilidad.

La magnificación de todo lo que acontezca en el actual gobierno está asociado con el conjunto de fuerzas reaccionarias del país que, actúa de consuno, en unos casos de forma espontánea, pero generalmente de manera armonizada, deliberada, en procura de propiciar condiciones para “derrocar” al actual gobierno. Alguien decía que la burguesía colombiana es la más astuta del continente, y al parecer tenía razón. Nosotros le agregaríamos que es la más reaccionaria y cerrera.

La derecha y demás factores institucionales están haciendo lo posible por crear contextos subjetivos y objetivos para desestabilizar al ejecutivo. Desde el Congreso, determinados sectores judiciales, organismos de control como Procuraduría, Fiscalía, por supuesto sectores del estamento militar, poderosos gremios económicos, teniendo a los medios masivos como fundamental caja de resonancia, resisten el cambio. Quieren obstruir las reformas a como dé lugar.

Por otro lado, y en cuanto al deshilvanado, ramplón, vulgar monologo con las afirmaciones del díscolo e inefable Armando Benedetti, en una especie de “fuego amigo”, surgido como consecuencia de las ambiciones y juegos por el poder, e intentando enlodar la campaña presidencial y por ende deslegitimar el ejercicio gubernamental, llama la atención que no se escucha por ningún lado la respuesta de la contraparte. La única voz oyente es la de Benedetti, sumamente enfadado y probablemente alicorado, acudiendo a expresiones groseras y chantajistas, porque no le dan participación burocrática. Benedetti invoca una estratagema avarienta y cuestionable, empeorada, al concurrir para difundir su mezquina conducta al medio constituido en otro de los ejes de la oposición a Petro. Las afirmaciones han sido manipuladas, maliciosamente recortadas y magnificadas. Suceso caído como anillo al dedo al Establecimiento colombiano.

Ahora pretende la oposición despojar a Petro de la facultad constitucional para enviar la terna a la Corte Suprema de Justicia, para que esta corporación escoja de allí el próximo fiscal general de la nación. Que nos cojan ese trompo en la uña.

José Luis Arredondo Mejía

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