PENSAMIENTO CRÍTICO.

Estamos en cabañuelas electorales, las que pronostican una verdadera anormalidad por la detestable pandemia y debemos prepararnos con una alfabetización mediática para identificar las noticias falsas y sobre todo aproximarnos de manera crítica a la información.

La desinformación y las mentiras interesadas siempre han existido. El bulo (no el conejero amigo), es parte de la historia de todas las sociedades. Sin embargo, se acentuó cada vez más. En la actualidad las personas estamos siendo bombardeadas por gran cantidad de noticias, investigaciones y saberes de todo tipo a cada segundo; a través de distintas personas, canales y dispositivos, lo cual exige que aprendamos a filtrar esa información, analizarla y elegir aquella que nos sea más útil, tarea que necesita del pensamiento crítico, el cual se define como la capacidad manifestada por el ser humano para analizar y evaluar la información existente respecto a un tema determinado, intentando esclarecer la veracidad de dicha información y alcanzar una idea justificada al respecto, ignorando posibles sesgos externos.

La incertidumbre de este tiempo nos obligó a entender que necesitamos a Dios y le pedimos que nos proteja ante tan penosa enfermedad, pero también le pedimos la vacuna, pero hoy que se encontró salió el bulo que generó en gran parte de la población temor por la misma, es más, hasta menjurjes milagrosos se recetan por las redes, repercutiendo en el ámbito político, porque asciende la opinión hasta aseverar que todo eso de la cura es un negocio y terminan todos estos argumentos enfermando más a la sociedad.

Por eso debemos hacer una reflexión: Aplicamos el pensamiento crítico para intentar discernir la realidad de lo que nos dicen y percibimos, a partir del análisis de los razonamientos empleados para explicarla. Si no lo hacemos seremos esclavos de la intención poco sana que motiva a los resentidos injustificados y odiadores de la vida, y en la política nos perderemos de una argumentación que permita razonar, así como una comunicación que genere propuestas que se cumplan y se puedan medir y, obviamente, que, si persuaden, generen confianza.

Sin tener lógica económica, el punto no es ser consumido ni consumir; sino, buscar lo mejor para la colectividad. Es decir, más argumento que promoción. Con esto no quiero ser antidemocrático porque a veces rechazamos la información que contradice o cuestiona nuestros prejuicios y convicciones, cayendo vagamente en un diálogo de sordos, todo lo contario, se trata de verificar afirmaciones y legitimar las instituciones a través de nombres que realmente representen los intereses de la mayoría y que coincidan con el desarrollo y el bienestar general.

El año pasado el término del año fue la ‘pos-verdad’, según el diccionario de Oxford, una palabra por definir el mundo al revés de la política. Oxford la define como el fenómeno que se produce cuando los “hechos objetivos tienen menos influencia en definir la opinión pública que los que apelan a la emoción y a las creencias personales”. De una forma análoga a lo que proponía Descartes, se trata de dudar de las informaciones, dogmas y axiomas absolutos que nos rodean hasta que nosotros mismos podemos darles veracidad o por lo contrario ignorarlas. Con ello, se busca tener una idea justificada de la realidad y no aceptar ciegamente lo que otros nos digan. Las emociones pasan, pero las decisiones siempre trascenderán desde lo personal, social, político y global.

«Cuando bebas agua, recuerda la fuente» (proverbio chino)

MISAEL ARTURO VELASQUEZ GRANADILLO 

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