EL EFECTO PAMBELÉ

En octubre de 1972, el boxeador Antonio Cervantes, conocido como Kid Pambelé, visitó al presidente Misael Pastrana Borrero en el palacio presidencial. Había obtenido el título de campeón mundial en un ardoroso combate y era la máxima celebridad deportiva de Colombia. Su hazaña había elevado la autoestima de los colombianos y era considerado un auténtico héroe nacional con el que todos estábamos en deuda. El pugilista aprovechó la reunión con el primer mandatario para llevar un largo listado de obras necesarias para San Basilio de Palenque, su tierra natal, que habían sido históricamente aplazadas desde su surgimiento como bastión de negros cimarrones. Entre estas peticiones estaba la de que el Gobierno nacional llevara la luz eléctrica a su pueblo, como un símbolo de progreso y entrada a la modernidad.

La felicidad fue general. Cervantes fue recibido por su gente en medio de ovaciones y aplausos interminables, pues había obtenido lo que los políticos de su departamento no habían logrado, o ni siquiera lo habían intentado, durante décadas de desidia y discriminación. Con la llegada de la energía eléctrica ganaron Cervantes, los habitantes de San Basilio y el Gobierno de entonces, que exhibió a Pambelé como un ícono de la justicia social y la generosidad oficial.

Más contentos aun estuvieron los políticos regionales y locales, pues se había generado el llamado efecto Pambelé, que perdura hasta hoy: desde entonces, cada vez que una bella joven colombiana gana la corona en un certamen de belleza, un ciclista triunfa en una etapa o un futbolista logra una hazaña en un torneo internacional, asume la carga de llevar obras y bienestar a su pueblo natal. Los gobernantes quedan eximidos de esa responsabilidad y pueden dirigir los recursos públicos a sus intereses, que no suelen coincidir con los del común de los ciudadanos.

En 1974 fue grabada la canción Aracataca espera, del compositor guajiro Armando Zabaleta, que critica a Gabriel García Márquez, quien aún no había obtenido el Nobel, por no haber impulsado obras a favor de Aracataca, su tierra natal, como sí lo hizo el carismático boxeador con la suya. Gabo no lo tomó a mal. Cuando el folclorista Félix Carrillo le preguntó acerca de esa canción, declaró que eso era lo que hacían los compositores de la música popular de acordeón: registrar musicalmente lo que pasaba en una comarca. Zabaleta fue un inmenso autor y es recordado por canciones como Amor comprado y No voy a Patillal, entre muchas otras. Una parranda en la que hace poco la interpretaron Carlos Vives y Silvestre Dangond ha traído de regreso a Aracataca espera, lo que generó una controversia nacional en la que han tomado partidos voceros de distintas orillas ideológicas y se le ha otorgado una intencionalidad política de la que carece.

García Márquez, como todos saben, jamás tuvo a su cargo el presupuesto del municipio de Aracataca ni el de su departamento. Su tarea vital fue escribir y por ello ocupa hoy el lugar que tiene en la literatura universal. La misión de los creadores en las artes, la literatura o otros campos no es la de reemplazar a los gobernantes en sus responsabilidades. De allí lo injusto del efecto Pambelé. ¿Qué pensaba el uno del otro? El cronista Alberto Salcedo cuenta que “en una ocasión, en Madrid, García Márquez fue recibido en una reunión con la frase ‘¡Llegó el hombre más importante de Colombia!’, a lo que el nobel movió la cabeza como buscando a alguien, y luego preguntó: ‘¿Dónde está Kid Pambelé?’”.

Weildler Guerra Curvelo

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