QUE NO SE FRUSTRE LA ADMINISTRACIÓN DEL AGUA EN LA GUAJIRA

La administración de los servicios públicos en Colombia se ha vuelto compleja. Para la muestra, el botón de Bogotá, llena de agua del cielo y escasa de agua en las tuberías y reservas. En medio de las falencias administrativas, que incluyen una planeación de largo plazo, ausente en este caso, la culpa se la endilgan al cambio climático. Quienes transitan por la capital y por la sabana de su nombre, pueden ser testigos del casi diario caer del agua suficiente como para que la usen, y la abusen, los capitalinos.

Y si por allá llueve, por La Guajira no escampa. Se ha suscitado una interesante polémica entre las figuras senatoriales del departamento, Martha Peralta y Alfredo Deluque, por la propuesta de la primera de crear un organismo nacional que administre el agua en nuestra tierra, con la crítica férrea de su compañero del partido de la U. Parece que iniciaron un diálogo para concertar un necesario mejor proyecto del que cursa.

Desde esta opinión les expresamos, con el respeto que merecen, que no se trata del Pacto Histórico versus el partido de la U. Se trata de La Guajira. Para este caso no son contrincantes, son coterráneos, y nosotros queremos que salga una buena estructura que administre la provisión de la necesitada agua para los habitantes de la península.

En varias ocasiones hemos insistido que el tema requiere una estructura administrativa especial, puesto que la geografía nos ha enseñado que somos diversos en distancia a las fuentes de suministro. Los asentamientos que rodean la Sierra Nevada de Santa Marta gozan de aguas corrientes múltiples, mientras que los de mayor población, más al norte, sufren con cada día por ella.

Tanto el agua ya dulce, pero por potabilizar de los ríos, como la del mar, por desalinizar e igual potabilizar, deben conjugarse en un sistema de múltiples fuentes, pero bajo una sola organización. El tema no es solo la construcción de las conducciones sino el adecuado mantenimiento, la garantía en el suministro y la despolitización de sus procesos para evitar que lo que se aporte por parte de cada vinculado sirva para torcer la voluntad de las comunidades beneficiadas. Dicho de otra manera, la potabilización incluye la despolitización.

Ni entidad puramente nacional ni tampoco una exclusiva de orden departamental. La unión de esfuerzos de todos, incluso del sector privado, debe ser la consigna para que no se frustre este impulso de concretar la organización óptima.

La conservación de las fuentes hídricas es otro factor crítico en este mar de necesidades. Y las obvias formas de desagüe, puesto que debe darse un adecuado manejo a las aguas servidas. Hemos visto las angustias del alcalde Genaro Redondo por atender la congestión ocasionada en Riohacha por la ausencia del alcantarillado pluvial, nunca atendido en los años de vida de nuestra capital. La gente le reclama con energía lo que lleva años de atraso en su construcción y funcionamiento. La verdad, esa obra está fuera del alcance de la capacidad financiera del distrito, y la concurrencia nacional es deber inaplazable para que en unos cinco años pueda darse eficiencia al proceso. Pero sí está al alcance de la capacidad de gestión del bien intencionado alcalde Redondo, al igual que del gobernador Aguilar.

Diálogo, involucramiento del gobierno departamental en estos diseños, apoyo de la empresa privada para la operación del sistema y una voz que haga confluir la transparencia administrativa.

No es mucho pedir. Es alcanzable, es realizable. Que nos sorprendan a todos los que tienen la batuta en el gobierno regional y los municipales.

Quedamos expectantes.

Nelson R. Amaya

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