La Guajira antes y durante el Cerrejón ha sido un territorio árido, desértico, inhóspito y sumido en la pobreza y el subdesarrollo, pero también ha escrito su propia historia carbonífera, después de medio siglo de exploración y explotación de la mina de carbón a cielo abierto más grande del mundo con 69.000 hectáreas. El Cerrejón trajo consigo una alentadora esperanza de vida para este pueblo milenario, multiétnico y pluricultural, que cifró en los yacimientos del subsuelo con el oro negro, muchas de sus esperanzas de bienestar y de progreso. De hecho, más de 50.000 familias mejoraron su capacidad adquisitiva y de ingresos y hoy la guajira ostenta una cartelera de profesionales de las mejores y más acreditadas universidades del país y el exterior. Aprendimos a convivir con el cerrejón y todo ese modelo de vida con su cadena productiva y sus actividades conexas.
Por las calles de nuestros municipios había circulante por doquier y se movilizaba visiblemente la reactivación de la economía Guajira. Hasta el tratado estético urbano y el crecimiento de nuestros 15 municipios se vio impactado con una infraestructura de viviendas modernas y unos servicios públicos más adecuados para su desarrollo. Muchos Guajiros han sabido aprovechar de manera eficiente y racional esta bonanza del carbón sin lujos ni ostentaciones y otros desaprovecharon esta oportunidad histórica que nos dio Colombia y la madre naturaleza. Ahora estamos en la etapa de transición de lo que fue y lo que se avecina, de lo que pudo ser y no fue, de lo que pudimos aprovechar y desperdiciamos, porque se anuncia el cierre del Cerrejón en el año 2034.
Es hora de prepararnos, para que la oportunidad nos encuentre preparados, de nada sirve llorar sobre la leche derramada, ya La Guajira entra en la fase de descarbonización y se avecina la transición energética justa como en el resto del país. Es hora de recordar, esa frase de cajón de los planificadores del desarrollo estratégico territorial que dice: visionar el futuro, planificarlo, intervenirlo y transformarlo, nos evitará padecerlo. Es hora de sentarse a tirar líneas estratégicas para repensar el desarrollo social y económico del departamento con todos los estamentos de la sociedad.
La Guajira somos todos, su clase gobernante, sus gremios productivos, la sociedad civil, la academia y su dirigencia política. Aquí nadie puede ser un convidado de piedra, el dialogo social es inminente, porque es el futuro de la guajira el que está en juego y al futuro todavía podemos darle forma. Si aguantamos una economía de enclave extractivo y no fuimos capaces de entrar en la era de la diversificación productiva y si no aprovechamos eficientemente las regalías, ya esos son tiempos pretéritos.
Tuvimos una atávica vocación agropecuaria, luego una bonanza marimbera, seguido de una bonanza carbonífera y ante los rigores de estas bonanzas, nuestra respuesta es la vida. Aquí estamos firmes y de pie en medio del irredento desierto con la frente en alto para escribir nuestra propia historia. Ahora que el Cerrejón anuncia el cierre de la explotación, los guajiros debemos demostrar con mucha pertenencia y berraquera de que estamos hechos para enfrentar el futuro. Antes del Cerrejón y Después del Cerrejón hay una línea divisoria e intangible que nos obliga a sobrevivir con dignidad.
Los Guajiros debemos levantar con orgullo la frente para edificar con nuestras particularidades poblacionales y territoriales el territorio donde soñamos que vivan nuestros hijos. Pensando en cerrar las brechas que separan a La Guajira considerablemente de la media nacional, en aprovechar mejor la zona de régimen aduanero especial, las regalías de gas y sal, la industria offshore, sus 411 kms de litoral caribe, el deporte náutico, el turismo de contemplación, de negocios y el agroturismo, y en fin, invertir importantes esfuerzos y recursos en cambiarle la cara a la Guajira como cabeza del país, hasta mejorar la capacidad de interlocución con la nación y quitarnos ese estigma de la opinión nacional como malos administradores y corruptos.
La Guajira debe explorar los escenarios institucionales y técnicos que le permitan además de mejorar su capacidad de interlocución con el país, hacer parte de los modelos de desarrollo nacional y no vivir como isla del subdesarrollo. Igualmente, lograr que focalicen inversiones con enfoque diferencial hasta convertir a la guajira en un propósito del país, como la verdadera potencia nacional de la vida por su riqueza en el subsuelo y su ubicación geoestratégica en la esquina de las américas.
Rafael Humberto Frías