En la política regional y también en la nacional, suele repetirse una pregunta con tono casi ritual: “¿Cuántos votos tiene?”. Pocas veces se escucha algo distinto: “¿Qué piensa?”, “¿Qué ha hecho?”, “¿Qué haría si tuviera poder de decisión?”. Vivimos, aún, bajo la sombra de viejos esquemas heredados de épocas coloniales, donde los votos no eran derechos ciudadanos, sino pertenencias de caciques, gamonales y caudillos que contaban electores como si fueran reses.
Pero a pesar de esa tradición de clientelismo arraigado, hay historias que desentonan, que brillan por su autenticidad y mérito propio. Una de esas es la de Carlos Arturo Robles Julio, ingeniero guajiro nacido en Manaure, quien ha escalado peldaños con esfuerzo, sin atajos, y que hoy dirige con visión y solvencia la Universidad de La Guajira, una institución que ha sabido transformar bajo su liderazgo.
Robles llegó al cargo en 2010, tras unas elecciones universitarias abiertas y disputadas con altura. Su gestión fue tan destacada que, en 2013, fue reelegido de forma unánime por el estamento universitario. Desde entonces, ha sido artífice de un cambio profundo y sostenido. Uniguajira ha dejado de ser un claustro periférico para convertirse en referente regional y nacional, posicionándose con indicadores claros de eficiencia, cobertura y calidad.
Como dice la canción inmortal de Rafael Manjarrez, “Benditos versos”, la Universidad se ha adentrado al mar, altanera y pretenciosa, con una dignidad renovada. Hoy ondea con orgullo su bandera académica en los cuatro puntos cardinales de La Guajira y la Región Caribe.
Ser egresado de Uniguajira se ha vuelto motivo de orgullo y no de resignación.
Este salto no es casualidad. Bajo la conducción de Robles, la universidad ha crecido en infraestructura, acreditación de programas y expansión territorial. Las sedes de Villanueva, Fonseca y Maicao son hoy centros dinámicos del conocimiento. En conversación informal con el rector, compartió su visión: Consolidar facultades nuevas como Economía, Ciencias Agronómicas, Medicina y Enfermería. Hoy, más del 90% de ese ambicioso plan es una realidad.
Pero más allá de los logros tangibles, Robles Julio defiende ideas firmes que marcan su gestión: los egresados deben participar activamente del alma máter. ¿Quién mejor para hacerlo que quienes conocen la universidad desde adentro y le guardan amor y sentido de pertenencia? Además, ha trazado una línea ética clara: los recursos de funcionamiento deben destinarse, ante todo, a garantizar la calidad docente. No más desvíos para obras; primero, lo esencial: Formar.
Pensar así es pensar en grande. Es mirar a largo plazo, sabiendo que la educación superior de calidad es la única vía real para combatir la inequidad. Sin atajos, sin discursos vacíos. Solo con hechos, como los que Carlos Robles ha sabido sembrar.
“Yo me hice con dinero humilde”, confiesa él con serenidad y sin pretensiones. Una frase que encierra toda una filosofía: la del esfuerzo, la decencia, la construcción desde abajo.
Carlos Robles Julio no solo es un profesional brillante; es, ante todo, un ejemplo de que los sueños guajiros también se escriben en presente.
Felicitaciones a “Caloy” como todos conocen a este hombre sencillo, eficaz y visionario, el gran hombre de peso y talla que está dejado una huella indeleble en la educación de La Guajira, y con ella, en el futuro de toda la región.
Hernán Baquero Bracho