NACIÓN WAYUU: EL ESPLENDOR QUE AÚN NO HEMOS APRENDIDO A MIRAR

En un mundo que corre detrás de las modas y del brillo artificial, hay pueblos que, sin proponérselo, poseen un tesoro auténtico: su cultura. Paradójicamente, muchas veces quienes tienen ese tesoro no lo valoran hasta que viene un extranjero a decirles lo extraordinario que es. Eso nos pasa en La Guajira con la comunidad Wayúu.

Mientras en otras latitudes las culturas originarias son la carta de presentación ante el mundo, basta ver cómo en México, Perú o Nueva Zelanda muestran con orgullo sus trajes, su lengua, su gastronomía y hasta sus bebidas tradicionales como símbolos de identidad nacional, aquí solemos mirar hacia otro lado, como si lo nuestro no tuviera el mismo valor. Y, sin embargo, nuestros hermanos Wayúu han sabido sostener su historia, su lengua y su cosmovisión en medio de un territorio exigente como pocos: ese desierto que, para ellos, no es adversidad, sino hogar.

Los Wayúu no son simples sobrevivientes del desierto. Son emprendedores naturales. Desde las manos que tejen mochilas que viajan a los cinco continentes, hasta quienes cultivan frijoles, maíz, crían chivos o comercializan artesanías, este pueblo ha demostrado que la creatividad florece incluso en condiciones extremas.

Pensemos en el chirrinchi, esa bebida que algunos guajiros menosprecian, como si fuera algo sin valor, cuando en otros países un licor artesanal de origen indígena se vende como un producto premium para turistas y mercados internacionales. El ejemplo de México es revelador: el mezcal, que alguna vez fue una bebida local sin gran reconocimiento, hoy es marca país que genera millones de dólares y atrae visitantes de todo el mundo. Allí no se esconden sus raíces; las convierten en orgullo y motor económico. ¿Por qué nosotros, con el chirrinchi, no podemos hacer lo mismo?

En la economía global actual, el turismo cultural y étnico crece de forma acelerada. Según la UNESCO, los destinos que integran la identidad de sus comunidades originarias en su oferta turística obtienen un valor agregado único: el viajero no solo compra un producto, sino que vive una experiencia transformadora.

En La Guajira tenemos todo para ello: la lengua wayuunaiki, declarada patrimonio cultural inmaterial; la riqueza de sus tejidos, que son auténticos relatos gráficos sobre la historia y la cosmovisión wayuu; su gastronomía, en la que cada plato es un testimonio de adaptación y creatividad; y sus ceremonias, profundamente espirituales y conectadas con la naturaleza.

El turismo bien gestionado, respetuoso y participativo, podría ser para los Wayúu una fuente de ingresos estable, evitando el asistencialismo que tanto daño ha hecho. Pero para que esto ocurra, primero debemos dejar de ver su cultura como algo “de ellos” y entender que es también “de nosotros”, parte de nuestra identidad guajira y colombiana.

Los Wayúu tienen una espiritualidad pura, una nobleza que se refleja en la hospitalidad con que reciben a quien llega a sus rancherías, y una fuerza interior capaz de resistir sequías, olvidos y prejuicios. Su cosmovisión, que concibe la tierra como madre y no como recurso a explotar, es una lección de sostenibilidad que el mundo moderno debería escuchar.

En un planeta que enfrenta crisis climáticas y pérdida acelerada de biodiversidad, los saberes ancestrales de los pueblos originarios son más valiosos que nunca. Y aquí, en nuestra propia casa, tenemos un pueblo que conserva ese conocimiento, pero que sigue siendo objeto de discriminación y exclusión.

No se trata solo de “respetarlos” como un acto de tolerancia mínima. Se trata de reconocerlos como un orgullo guajiro y colombiano, de integrar su visión en los planes de desarrollo, de apoyarlos en el fortalecimiento de sus emprendimientos y de abrir espacios para que sean ellos mismos quienes lideren la promoción de su cultura.

Esto implica también cambios en nuestra mentalidad. Dejar de ver la cultura wayúu como un adorno folclórico para fiestas municipales o ferias, y comenzar a verla como un eje estratégico de identidad, educación y economía. Apostar por el turismo cultural, por el comercio justo de sus artesanías, por el posicionamiento internacional de sus productos, y por la enseñanza de su lengua y tradiciones en nuestras escuelas.

El orgullo wayúu no debe nacer de discursos vacíos ni de la nostalgia, sino de acciones concretas. Si queremos que La Guajira se proyecte al mundo con un rostro auténtico, debemos hacerlo con y desde ellos. Solo así dejaremos de necesitar que venga alguien de afuera a decirnos lo que siempre hemos tenido: un tesoro vivo en el corazón del desierto.

Hoy, la invitación es clara: aprendamos a mirar a los Wayúu con los ojos del respeto, del reconocimiento y de la admiración. Porque al valorar su cultura, no solo hacemos justicia histórica, sino que también descubrimos que, en su fortaleza y su espíritu, está la clave de un futuro más digno para todos.

Dinhora Luz Sierra Peñalver

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Un comentario de “NACIÓN WAYUU: EL ESPLENDOR QUE AÚN NO HEMOS APRENDIDO A MIRAR

  1. John Alexander Ceballos dice:

    Excelente artículo que pone de presente lo olvidado que es nuestro hermoso departamento de la Guajira, específicamente la comunidad ancestral Guayu y las posibilidades reales de hacerlos más visibles, así como para potenciar y preservar su cultura. Felicitaciones a la estimada Dra Dinora Sierra por tan hermoso artículo.

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