Una de las más claras alternativas del desarrollo de La Guajira es sin duda el turismo.
Para su análisis de hoy y de mañana, nos reunimos alrededor de una convocatoria realizada por el Grupo Editorial OMP el pasado 9 de octubre en Barrancas, uno de nuestros emblemáticos municipios, uno de los responsables de articular el norte y el sur del departamento en una sola cultura, con algunos rasgos diferentes.
Hay que observar lo que significa esa actividad dentro de nuestro recorrido vital.
Desde cuando el comercio con las Antillas y el mundo hace 100 años y la explotación artesanal de la sal y el yeso por la misma época, La Guajira no enfrentaba un reto tan interesante de hacerse dueña de su propio modus vivendi.
En efecto, hemos visto pasar una andanada de mega tareas empresariales, como la explotación enorme de las piscinas de sal impulsadas por el estado en Manaure y Bahía Honda; el gas continental y en plataforma submarina, en Riohacha y Manaure, cuya masiva distribución abarató el consumo energético de todos los colombianos, pues les dimos en algún momento cerca del 94% del que se consumía nacionalmente; el carbón térmico de Barrancas, Hatonuevo, Maicao y Albania para su exportación por Uribia, con estructuras de primera clase e ingentes esfuerzos nacionales y extranjeros, que llega a Europa, Estados Unidos de América, toda América y el mediterráneo, como energético confiable y base de la generación eléctrica y, ahora, las energías eólicas de alto impacto en el consumo nacional, determinantes de la seguridad para nuestro consumo de megavatios empresariales y familiares.
Todos estos esfuerzos son muy intensivos en capital. Requieren el involucramiento de grandes compañías y acceso a mercados y tecnología de talla mundial, que quedaban por fuera de las riendas y el control de los locales peninsulares.
Ahora, nos encontramos con algo al alcance de nuestras capacidades de administración: EL TURISMO. Una realidad: no es un proyecto. Y, como tal, debemos hacer del momento uno que sostenga lo que hay y ayude a darle fortaleza y organización, respaldo institucional y garantías en su operación.
Varios son los componentes para que esta actividad se volviera clave para el impulso al desarrollo de nuestro departamento:
- El paisaje, que nos sobra. No hay quien no se arrobe al contemplar nuestra naturaleza, desde las montañas hasta las arenas. El majestuoso Caribe, con su agradable temperatura todo el año, pone el sello apetitoso de quienes buscan en el descanso recreacional un mundo lleno de verde y ocre, de viento y luna.
- La cultura, el intrigante mundo de una etnia con fortaleza milenaria, en un entorno agudo y áspero, pero lleno de libertad y esperanzas.
- La armonía lograda en los espacios de resguardos. Lo que para muchos era un obstáculo insalvable, terminó siendo una barrera franqueable, puesto que hemos encontrado oportunidades para nuestros paisanos en sus territorios y para los empresarios en sus actividades logísticas. Se descartó la ya por fortuna abandonada idea de que para ser competitivos deberíamos acoger la gente en altas torres hoteleras, con 5 y más estrellas en servicios, como si fuéramos turismo neoyorquino o parisino. Las estrellas que nadie podrá igualar son las que brillan en el cielo wayúu.
- La aparición de vías de conexión con las playas. El corredor turístico que lleva a Mayapo y las playas de Yosüru y Manaure nos dio ventajas grandes para que muy cerca de Riohacha se pudiera iniciar la aventura guajira. Además, consolidó a la capital como el hub hotelero para las giras y visitas, tanto al mundo de la Sierra Nevada de Santa Marta, nuestro hasta Palomino, como al inmenso y eterno amor del mar y la arena en Castilletes y Bahía Honda.
- La visión actual de la administración departamental de integrar los actores en un ambicioso plan de largo plazo. Cada uno de los miembros que componen una sociedad desempeña un papel específico en ella. Al gobierno nacional le corresponde dotarnos de la infraestructura de vías confiables y seguras, así como de las soluciones para que los servicios públicos requeridos de acceso al agua, aseo y disposición de residuos se haga de manera ambientalmente responsable. Al departamental, la promoción del destino como uno apetecible para la curiosidad del viajero y la adecuada coordinación de los servicios logísticos de operación, con exigentes normas de seguridad industrial. Y por supuesto, a los empresarios, la tarea de ser eficientes, diligentes y atentos en la acogida al turista, nacional y extranjero.
La tarea continúa. Y lo que viene requiere sin duda de que todos colaboremos para consolidarnos como un destino turístico atractivo y seguro.
Nelson Rodolfo Amaya

