REFLEXIÓN SOBRE LA SINÉCDOQUE

Se llama TROPO al empleo de palabras en sentido distinto al que propiamente les corresponde, pero que guarda relación con la idea expresada. Los principales tropos son la METAFORA, la ALEGORIA, la SINECDOQUE, la METONIMIA y la ANTONOMASIA. Y aunque no sepamos la definición exacta de cada una, todas las personas tienen alguna conciencia de su uso, especialmente aquellos que tenemos afición por escribir. El cultivo de ciertas costumbres nos hace adoptar un estilo que con el tiempo se va tornando en nuestra identidad de expresión, en nuestro sello personal.

Pero esta reflexión no intenta ser una clase de gramática. Ni más faltaba. Solo pretende revolotear en la memoria algunas situaciones de nuestro hablar común que se relacionan con la taxonomía de la gramática y los horizontes del estilo. Y si en el intento de recrear anécdotas encontramos alguna enseñanza, habremos hecho realidad el título de un texto de kínder que se llamaba “La alegría de leer”.

Casi todo el mundo ha escuchado hablar de la metáfora. Nuestros juglares vallenatos la utilizan mucho. Es el paso del sentido directo al figurado a través de una comparación. Decimos “El despertar del día” en lugar de “amanecer” o “la fuerza de la sangre” en lugar de la “ley de la herencia”.  La alegoría es una metáfora continuada. Por ejemplo, “Es mar la noche negra. La nube es una concha. Y la luna es una perla”.

La metonimia consiste en llamar una cosa con el nombre de otra. Las canas, por “la vejez”. Perder la cabeza, por “perder el juicio”. “Se está tirando la segunda yuca”, por decir “está almorzando”. Y la antonomasia es la manera de generalizar un genérico muy conocido, para aplicárselo a alguien en particular. Por ejemplo, llamar “Atila” a cualquier persona bárbara o desalmada. (Atila fue el Rey de los Hunos y era conocido como “El azote de Dios”). O esta escuchada también con alguna frecuencia: “Esta hecho un Nerón”, cuando alguien agarra una furia con acciones violentas incluidas.

En nuestra Provincia somos muy dados a usar lo que yo llamo “Metonimias Criollas”. Por ejemplo, la expresión “me acabo de desayunar”, cuando queremos decir, “me acabo de enterar”. O también esta otra: “Yo creo que a Cálalo Vega le están bailando el indio con esa factura allá en la Gobernación”, cuando se quiere expresar que le están dilatando el pago. O está más elaborada, cuando una vez en nuestra ya lejana juventud, estábamos paseando por las calles de San Juan una tarde vacacional y observamos una monumental parranda de esas que eran frecuentes en la época marimbera, donde se congregaban los más reconocidos capos del tráfico de la hierba. Cristian Parody, un sanjuanero que es muy exquisito con el uso de las palabras, nos hizo este simpático comentario: “Ahí está reunida la Aristocracia del Crimen”

Pero con la definición SINECDOQUE me quede bastante reflexivo. Para comenzar, digamos que consiste en designar el todo por una de sus partes o también una parte por el todo. Me voy a remontar a la primera vez que me puse a reflexionar sobre esta figura del lenguaje literario. La reflexión se originó con una frase que le escuche decir a un cachaco que llego a Valledupar en 1982 llamado Santiago Perry. Era un economista bogotano que hacia parte del grupo de trabajo del PIDUV (Plan Integral de Desarrollo Urbano de Valledupar) del cual yo hacía parte. Después de un día de intenso trabajo fuimos en la noche a refrescarnos en un bar de la ciudad y tomamos un par de cervezas antes de irnos a casa. Y cuando el mesero trajo la cuenta, Perry la tomo en sus manos, hizo su cálculo aritmético y expreso en voz alta:

  • Salimos a $5-Pesos por prepucio.

Era una forma de decir que las damas quedaban exoneradas del pago. Y aunque todos entendimos el mensaje, mi mente comenzó a rememorar la definición de SINECDOQUE que en esos días había leído en uno de los libros más apreciados que he comprado en mi vida. Se llama “LA FUERZA DE LAS PALABRAS”. Es un libro de la colección de Selecciones del Reader’s Digest que había comprado el 15 de mayo de 1981 y que a durante varios años fue usado como texto de cabecera por la facultad de Comunicación Social de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá. Es un libro que ha sobrevivido a 17 mudanzas y a 22 depuraciones, pero que aún se mantiene en los estantes de mis libros predilectos.

Años después vino una segunda reflexión sobre la SINECDOQUE. Esta vez, fue una construcción continuada, pues me puse a repasar varios pensamientos acumulados sobre la manera de expresar una idea desde la óptica de un escritor. Muchas veces le comenté a mis amigos sobre el recurrente “error” que cometía García Márquez tanto en sus libros como en entrevistas, donde varias veces leí que usaba la expresión “cemento armado” para referirse al concreto reforzado. Esta anotación la hacía apegado a la lectura de la definición desde mi punto de vista de constructor profesional, donde evidentemente decir cemento armado es casi una “herejía”, pues el cemento, junto con el agua y los agregados, es una parte del concreto y no el concreto mismo.

La reflexión se fue desenvolviendo por si misma durante mucho tiempo, hasta llevarme a concluir que el supuesto “error” atribuido a García Márquez en realidad era una de las tantas maneras del uso de la SINECDOQUE.

Hasta aquí hemos hecho un pequeño análisis de los tropos, como elementos del lenguaje literario. Otro segmento se refiere a las figuras de construcción literaria, tales como el hipérbaton, el pleonasmo, la elipsis y la silepsis. Pero eso es harina de otro costal. Hasta aquí nos trajo el rio.

Orlando Cuello Gámez

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