Cuando faltan exactamente doce meses para que Colombia elija a su próximo presidente, la pregunta que flota en el aire no es nueva, pero sí urgente: ¿Hacia dónde va este país? Porque lo cierto es que, entre el ruido del populismo y la anestesia de la indignación, algo profundo está ocurriendo en el alma nacional. Y lo más peligroso no es la crisis: es la costumbre.
Hoy vivimos entre cifras que gritan, pero nos estamos volviendo sordos. Según el DANE, más de 19 millones de colombianos siguen en situación de pobreza. La informalidad laboral bordea el 58%, el desempleo juvenil supera el 20%, y el crecimiento económico proyectado para 2025 no supera el 1.5%.
A esto se suma la violencia: en lo que va de 2025, Colombia ha registrado más de 40 masacres, y los grupos armados siguen ampliando su control en zonas rurales. La promesa de la “Paz Total” ha mutado en una ambigüedad peligrosa, donde el Estado parece desdibujarse mientras los violentos avanzan.
¿Y la corrupción? Ahí sigue, intacta. La Contraloría General ha revelado que en los últimos dos años se han perdido más de 13 billones de pesos en contratos irregulares. La ética pública, como el agua en La Guajira, parece un bien escaso.
Frente a este panorama, el gobierno de Gustavo Petro, que llegó con un mandato de cambio, ha desperdiciado su oportunidad. No porque no haya tenido buenas ideas, sino porque su forma de gobernar ha sido errática, polarizante, sin vocación de diálogo ni capacidad ejecutiva.
Petro ha preferido el atril al acuerdo, la denuncia a la gestión, la épica al Estado. Y Colombia, lo que necesita, no es un redentor: es un presidente que gobierne, que escuche, que construya sobre lo construido y que sepa que el progreso no se grita, se ejecuta.
Ahora bien, el país entra en la antesala de una nueva elección con un menú tan amplio como inquietante.
- Gustavo Bolívar, el heredero directo del petrismo, representa más de lo mismo. Su narrativa victimista y su inexperiencia administrativa serían un salto al vacío en un país que ya coquetea con el abismo.
- Vicky Dávila, outsider mediática, ha demostrado ser eficaz en la crítica, pero aún no ha demostrado capacidad de propuesta ni de construcción nacional. La política no se hace con micrófono, sino con estructura.
- Claudia López, aunque viene de una gestión con avances en movilidad y seguridad en Bogotá, termina desgastada por el enfrentamiento constante, la falta de articulación y un liderazgo que, aunque valiente, no logró transformar.
- Y Sergio Fajardo, sí, el hombre que muchos han subestimado, el candidato que no grita, que no odia, que no promete el cielo, pero que sí ha gobernado, sí ha transformado, sí ha demostrado que otro estilo de liderazgo es posible en Colombia.
A Fajardo le critican su mesura como si fuera debilidad. Pero, en realidad, es su mayor virtud. En tiempos de ruido, la sensatez es revolución. Gobernó Medellín y Antioquia con resultados: redujo homicidios, mejoró la educación, luchó contra la corrupción y lo hizo sin dividir, sin polarizar, sin convertir al adversario en enemigo.
Hoy, cuando muchos claman por un nuevo outsider, yo me atrevo a decir lo contrario: Colombia no necesita un improvisado, necesita un estadista. No necesita más épica, necesita ejecución. No necesita más enemigos, necesita consensos.
Y eso créanme no es poca cosa. Es, tal vez, la decisión más importante de nuestra generación.
Como mujer guajira, como ciudadana que ha visto la historia pasar sin tocarnos, sé lo que significa vivir al margen. Por eso insisto: este país no aguanta más ensayos con el poder. La Guajira no puede esperar otros cuatro años de promesas sin agua. Chocó no puede seguir siendo geografía sin Estado. El Pacífico no puede seguir siendo tierra sin nación.
Fajardo no es perfecto, pero es el único que ha demostrado ser distinto, sin ser extremo. El único que puede tender puentes sin incendiar los caminos. El único que puede mirar a Colombia como un todo, y no como una tarima para discursos sin raíz.
A un año de las elecciones, tenemos tiempo para reflexionar. Pero no tenemos tiempo para repetir errores.
Colombia, mírate al espejo.
¿Qué quieres ser?
La respuesta está más cerca de lo que creemos… “Que tus decisiones reflejen tus esperanzas, no tus miedos” dijo Mandela. Porque el futuro no lo deciden los mismos de siempre, ni los caudillos de turno, lo eligen los ciudadanos que todavía creen con terquedad y amor que este país sí vale la pena cambiarlo.
Juana Cordero Moscote