Cualquier persona que haya visitado la ciudad de Barrancas, en el centro de La Guajira, habrá podido comprobar que AGUALUNA es un nombre muy familiar para visitantes y parroquianos. Hay una urbanización muy renombrada que lleva este nombre, hay un Centro Recreacional y Parque de diversiones que fue bautizado de la misma manera, el emprendedor Gerald Brisson tiene una empresa llamada “Fundación Agualuna” y también hubo un afamado restaurante con ese nombre cuando se inició el mencionado proyecto habitacional.
Todos los guajiros nacidos antes de 1970 crecimos escuchando la historia ancestral y casi mitológica de que estábamos asentados sobre un manto de carbón mineral casi infinito que algún día traería el pleno desarrollo a La Guajira, al tiempo que también se difundía la creencia de que eso no lo veríamos nosotros. Sin embargo, la explotación del carbón llego, nos transformó a toda la vida y aquí estamos incrédulos de que todo esto haya ocurrido en los últimos 40 anos.
“Barrancas, la celosa guardiana del Cerrejón” fue el primer slogan usado para remarcar la pertenencia histórica de Barrancas sobre la mina de carbón que dibujo “el pincel milagroso del Divino” cuando le pinto de negro sus entrañas. Tiempo después fue “suavizado” por la expresión “Barrancas, Tierra Amable”, cuando se percataron que ese primer slogan transmitía un mensaje que el visitante percibía como hostil.
En 1976, con la creación de la empresa estatal CARBOCOL comenzó formalmente el proceso de volver realidad el sueño de casi un siglo de conjeturas sobre la explotación minera. Después de las bonanzas del contrabando y la marihuana, La Guajira tenía una tercera bonanza, esta vez revestida de legalidad y con reales posibilidades de progreso. En 1985, después de cinco años de construcción de la infraestructura de soporte, salió el primer embarque de carbón desde Puerto Bolivar. Y en 1990 se comenzó a materializar una urbanización de 800 viviendas que transformaría a Barrancas en una ciudad pujante y desarrollada. Este proyecto habitacional se venía gestando de tiempo atrás y la primera etapa del proyecto de 112 unidades de vivienda fue adjudicado a cuatro empresas: Vibur Ltda. de Sincelejo, AVP-Simón Bolivar de Bogotá, el consorcio Orozco Ltda. & William Fuentes de Valledupar y el consorcio ACCIONES URBANAS & Mejía-Villegas de San Juan del Cesar y Cartagena, respectivamente. Cada empresa se encargaría de construir 28 unidades en esta primera etapa.
Durante más de seis meses hubo muchas reuniones de coordinación técnica antes de iniciarse el proyecto. Reuniones en La Mina, en Barranquilla, visitas al sitio en Barrancas y muchas actividades de mercadeo para promocionar el conjunto habitacional de 800 unidades del que todos hablaban en La Guajira. Los constructores teníamos el encargo de “enamorar” a los potenciales compradores (empleados de la empresa INTERCOR) con el fin de vender cada uno sus 28 casas. Los planos de urbanismo que recibimos eran genéricos y tenían un título escueto: “Urbanización BARRANCAS”.
En una de esas reuniones pregunte a la Gerencia del Proyecto por el nombre que llevaría la Urbanización, pues necesitábamos ordenar la publicidad para el mercadeo de las viviendas. La respuesta fue: No tenemos nombre para el proyecto, pero en la próxima reunión podemos escuchar sugerencias.
Cuando nos volvimos a reunir solamente hubo dos propuestas: La empresa AVP-Simón Bolivar propuso bautizarla como “Urbanización Tequendama”, tal vez por la afinidad paisajística con el entorno bogotano. Esta propuesta no genero ningún comentario.
Cuando fuimos requeridos para exponer nuestra propuesta de nombre, la resumimos de la siguiente manera:
Nuestra empresa ACCIONES URBANAS acaba de terminar un Edificio de Aptos & Locales Comerciales en el marco de la Plaza de Bolivar en San Juan del Cesar, adyacente a la Iglesia de San Juan Bautista. Este Edificio fue bautizado con el nombre de SAN TROPEL en homenaje a la escritora sanjuanera Ketty Cuello Lizarazo, quien escribió la novela “San Tropel Eterno”, exitosamente llevada a la Televisión y con alto impacto nacional de sintonía.
Siguiendo este mismo lineamiento, la mencionada escritora acaba de publicar una nueva novela que se titula “Mandinga sea”. Se trata de la historia de un pueblo que está asentado en cercanías de una mina de carbón, donde la autora narra su evolución antes, durante y después de su circunstancia al lado de la mina. El nombre del pueblo en esa novela se llama AGUALUNA. Por lo tanto, dada la similitud que hay entre Barrancas y el pueblo imaginario, proponemos que esta Urbanización lleve el nombre de AGUALUNA, pues además de ser un nombre de agradable sonoridad, guarda un paralelo documental con Barrancas, al tiempo que le brindamos un homenaje a una de nuestras más destacadas figuras literarias de La Guajira.
La propuesta fue aceptada por unanimidad y el proyecto de 800 unidades nunca logro superar la primera etapa.
Orlando Cuello Gamez