ALFREDO DE LA FE, EL MÚSICO QUE DEJÓ ESPERANDO A JUAN PABLO II EN SU VISITA A COLOMBIA

En 1986 y en la cúspide de su carrera, el violinista cubano Alfredo de La Fe tocó fondo. Las drogas intentaron marginarlo de su camino virtuoso en la música, pero hoy puede contar la historia sabiendo que la oscuridad quedó atrás.

La de Alfredo de La Fe es la historia de un niño habanero que tuvo la fortuna de nacer entre sonidos musicales y que puede contar, muchos años después, algo de su mundo infantil: “nací en el Barrio Lawton, el 6 de febrero de 1954, en La Habana, Cuba.  Mi casa estaba cerca de la quien luego fue mi madrina, Celia Cruz, una gloria de la música, no solo de Cuba, sino del mundo. Ella me dio grandes lecciones de humildad y puntualidad”. (Vea nuestro especial)

Su instrumento siempre supo que al ir detrás de lo misterios que siempre será el mundo de la música, iba a caer y levantarse, llorar y reír, al tiempo. De su pasión por el violín solo dice: “tengo en mi memoria de niño la imagen de mi padre, quien se apareció con un maltrecho instrumento que había recogido en un basural. Eso marcó mi vida de tal manera, que al entrar al Amadeo Roldan Conservatory en La Habana, con solo ocho años me apasioné por el violín. A los dos años de estar allí me dieron una beca para ingresar al Warsaw Conservatory en Polonia. Esto me permitió transformar este instrumento con unos sonidos más para la salsa y la música latina, que para lo sinfónico. Logré fabricar y patentar mi propio violín electrónico y tiene una cuerda más que los demás”.

Esos años que tiene, parecen los vividos por un anciano trotamundos de más de cinco siglos, y esa experiencia contrasta con su espíritu joven y aventurero. Es el alma del niño que nunca morirá en él, el mismo que sigue contando su historia musical, “He grabado más de cien productos musicales. Todo eso lo inicié en 1965, cuando hice los solos con mi violín en dos obras de los compositores Felix Mendelssohn y Piotr Ilich Chaikovski con la Metropolitan Opera Orchestra en el Carnegie Hall. Una beca en la Universidad de Juilliard me abrió las puertas para comenzar toda esa historia que sobre mí se puede contar. La persona que incidió sobre mi cambio de música clásica a buscar los sonidos terrígenos fue Pupi Legarreta y luego se reforzó al unirme a la Charanga José Fajardo’s Orchestra. En 1972 entré a la orquesta de Eddie Palmieri, en la que duré un corto tiempo pero que sirvió para fortalecer mi espíritu musical. Me mudé a San Francisco y allí conocí a Carlos Santana. Luego regresé a New York donde me uní a la Típica 73. En 1975 lancé mi primer producto musical como solista. Cinco años más tarde, firmé con la Fania All Stars donde hice 32 Álbumes. Grabé mi segundo disco, Charanga 80, como solista. En 1981 fui director musical de Tito Puentes Latin Percussión Jazz”.

Hace un alto en su relato, toma aire y respira hondo, al tiempo que reconoce que, “el violín lo escogió a él”. Que ese instrumento lo salvó de todo. Y que, sin su presencia, no hubiera nacido tres veces. La primera, al ser desahuciado por una enfermedad en los oídos. La segunda, al irse en un bote con sus padres y después, sobrevivir a más de una tormenta y ser herido por un miembro de la guardia costera, llegar con vida a Miami; y la tercera, cuando salió de las drogas después de estar en ellas por más de dos décadas.

Si alguien vive eso y logra salir a la otra orilla es porque su aurea lo protege y lo tiene para grandes logros, realidad que a la postre, ha sido el pasaporte sin fronteras que ha tenido Alfredo de La Fe. Por eso tiene las fuerzas para continuar diciendo un poco de su vida musical: “a finales del 82, grabé el álbum Triunfo para el sello Taboga. Un año después grabé para discos Philips tres productos musicales, Made In Colombia, Dancing In the Tropics y Alfredo de la Fe Vallenato. Para 1989 firmé con discos Fuentes. Estuve en Sony Music, con mi propia orquesta, desde 1997 al 2000 en los Festivales de Dinamarca, Holanda, Francia, Turquía y Bélgica junto a Eddie Palmieri en un gran tour musical por Europa, pero antes hice muchas colaboraciones en destacados productos musicales”.

Un día en Colombia, luego, en segundos, en cualquier parte del mundo. Haciendo música, tocando música, dialogando con la música. Esa es su vida. Es la manera de dar amor; porque del otro que tiene han nacido sus hijos Alfredo y Valentina, y viene uno más en camino.

En una oportunidad se tropezó con un mágico del acordeón, hecho que Alfredo de La Fe recuerda y relata con mucha fogosidad. “De los hechos que me han gustado en mi vida artística es haberme encontrado con un acordeonero de mirada profunda y pocas palabras, de rostro serio y muy noble. Era “Colacho” Mendoza a quien me acerqué para tocar con él. Pese a ser poco expresivo, accedió y luego nos confundimos en un fuerte abrazo de aceptación. Él me llevó a lo mágico de esa música que quiero mucho. Después hice varias grabaciones con músicos de ese género musical, entre ellos, Orangel Maestre, Poncho Zuleta, Iván Villazón, Ivo Díaz y Wilbert Mendoza”.

El muchacho del violín sagrado y salvador, el doctor en música de la Juilliard, el de los premios y nominaciones al Grammy, el mejor violinista por cinco años consecutivos, se metió en esos túneles que hablan de la entrada, pero que enrarecen su salida. Solo quien lo vive es quien lo puede contar. “En 1986 toqué fondo. Todo se dio a raíz de una invitación que me hizo el Gobernador de Antioquia William Jaramillo para hacer parte de la delegación artística que debía tocarle al papá Juan Pablo II. Me prepararé durante dos meses. Discos Fuentes hizo una edición especial de mi producción musical. Viví con mucha pasión esa invitación. Tenía que estar a las 9:30 a.m., en el lugar indicado, pero la noche anterior me fui a tomar un traguito para celebrar esa escogencia, hecho que me llevó a quedar muy mal, a través de cinco días de rumba. Cuando desperté, ya el Papa se había marchado y mi imagen por el suelo. Me levanté y me miré en un espejo. Vi mi cuerpo y alma destruida. Una amiga me recogió y me llevó a un lugar para mi recuperación. En ese proceso recordaba muchas voces amigas que trataron de ayudarme y que no escuché. Entre ellas sobresalió el gran músico Fruko, el pionero de la salsa en Colombia”.

Alfredo de la Fe es un claro ejemplo de que cuando se quiere salir de ese oscuro mundo, la voluntad se impone. De ese mal momento a ahora han pasado más de tres décadas y él sigue vigente. Se puede decir que el músico y su instrumento terminaron fundidos en uno solo, que cuando está en la tarima, el hombre es el instrumento y cuando baja de allí, con el deber artístico cumplido, entra en fuerte diálogo para tratar de poner a cada uno de ellos, en el sitial que le corresponde.

Félix Carrillo Hinojosa

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