CONFIRMO POR QUIEN NO VOY A VOTAR

Hoy más que nunca refrendo mi decisión de no votar por Gustavo Petro, pues salvo el excandidato al congreso y precandidato a la Alcaldía de Riohacha Pedro Arteta Bonivento y la abogada samaria Paula Viloria, simpatizantes de esa candidatura, quienes se comunicaron respetuosamente para expresarme algunas de sus razones que consideran suficientes para apoyar las propuestas de gobierno presentados por el candidato de la Colombia Humana, los demás comentarios, llamadas y mensajes de las filas proselitistas fueron intolerantes, irreflexivos e intimidadores. En un arrebato de rabia, en vez de argumentar ideológicamente las razones por las cuales defienden el modelo de gobierno propuesto a fin de lograr un voto más, la decisión de los colectivos petristas fue enfilarse a stalkear mis redes sociales, escarbar sobre mi vida personal y familiar presuntamente con el fin de encontrar algo que sacarme en cara y hasta insultar los principios de la religión católica con mi declaración. Considero que así no se convence a un crítico.

En democracia las opiniones son respetables, lo anterior no quiere decir que sean doctrina irremplazable, pues dependen de la capacidad de análisis de las personas u otras razones como contextos sociopolíticos, coyunturas personales e instrucción académica, sin embargo, el estado y los ciudadanos debemos propender garantizar el ejercicio de la libertad de expresión entendida como una forma de libertad pública. Allí precisamente radica mi derecho a opinar con el fin de participar de las cuestiones esenciales que atañen a la convivencia. Tengo claro que desde la tribuna que se me ha permitido en este magazine puedo expresar mis ideas frente a una decisión que puede afectar los intereses generales y obvio los particulares porque como decía Albert Einstein “El mundo no será destruido por los que hacen mal, sino por los que miran sin hacer nada para impedirlo” y los ejemplos de Venezuela, Nicaragua, Cuba, Chile, Argentina y Perú, no me llaman mucho la atención. 

Con preocupación pude advertir que los seguidores de esa corriente política hicieron comentarios sin siquiera leer el contenido de la publicación, la carga de odio era tan excesiva que los llevó a imaginar que lo expresado más que mi opinión respecto a las razones por las que no votaba por Petro, era un extenso relato de defensa al gobierno Uribe, lo cual, evidentemente no es cierto. En el texto, ni siquiera menciono al ex presidente, explico que no daré el voto a quien en discursos realizados en mítines desde hace más de veinte años ha expresado ideas que pretenden desestabilizar la institucionalidad democrática, la fuerza pública y duda de la existencia de Dios. Habría esperado argumentos que me hicieran cambiar de opinión ya que estoy abierto a la escucha, pues la medida del crecimiento personal es la habilidad para cambiar cuando priman razones infalibles.

Indudablemente con él y con todos los candidatos comparto la necesidad de atacar frontalmente las causas de la pobreza, mejorar la prestación de servicios públicos y garantizar que quienes cometan delitos a la administración pública sean condenados sin beneficios. Pero el resto del discurso, no considero sea el oportuno para un país que a pesar de los buenos indicadores de crecimiento económico reconocido por entidades financieras internacionales aún no se recupera totalmente del coletazo de la covid-19, la inflación y la subida del dólar.

Si vamos a criticar ferozmente al que no comparte los ideales hagamos introspección verificando que tanto patrocinamos por acción u omisión el contrabando, el uso y porte de armas sin permiso, el narcotráfico, la receptación de equipos celulares, el adoctrinamiento escolar, la evasión fiscal y tantas cosas que se han normalizado en el país. Nuestra sociedad necesita urgente que nos pongamos de acuerdo en cosas fundamentales, especialmente en las garantías a la vida, la educación, la salud, el trabajo y la propiedad privada. Buenas razones para armonizar los intereses de los extremos políticos.

Hemos escuchado, algunos leído y otros repetido lo que los candidatos a la Presidencia han formulado, encontrando puntos favorables y otros no tanto en las propuestas de Rodolfo Hernández, John Milton Rodríguez, Federico Gutiérrez, Sergio Fajardo, Enrique Gómez, Gustavo Petro, Luis Pérez e Íngrid Betancourt, de todos decidí descartar uno y se me ha complicado la existencia porque no se me permite pensar diferente. A esos impetuosos camaradas que sin argumentos pretenden ganar la elección, tildándome incluso de ignorante, aprovecho la oportunidad para recordarles que todos lo somos, pero no ignoramos lo mismo. Por eso especialmente en la política, si te casas con una idea omitiendo las demás, pierdes el equilibrio esclavizándote solo a lo que quieres escuchar. Esto último es la base del populismo.

Entiendo que la democracia representativa es condición indispensable para la estabilidad, la paz y el desarrollo, la cual se refuerza y profundiza con la participación permanente, ética y responsable de la ciudadanía en un marco de legalidad conforme al respectivo orden constitucional, por eso aceptando en gracia de discusión que Petro, por quien hasta ahora no votaré,  lograre la mayoría de los sufragios y elegirse Presidente de La República, reconoceré su gobierno y a las instituciones democráticas dirigidas por él, esperando que dé frente a los problemas nacionales manteniendo los equilibrios macroeconómicos y cumpliendo la obligación de fortalecer la cohesión social. Hasta tanto eso no ocurra y se le ponga la banda presidencial seguiré expresando que no me convence su discurso y modelo político; además de sugerir a quienes sí decidieron acompañarlo que permitan el diálogo constructivo desde la tolerancia y que se abstengan de estimular la violencia política.

Descartado uno, quedan siete caminos para analizar hasta el 29 de mayo, día que se realizará la jornada electoral y quizás se defina en primera vuelta la Presidencia, ¡por ahora refrendo por quien no voy a votar!! Ombe aún me quedan algunas sesiones con Pedro y Paula.

 

Adaulfo Manjarrés Mejía

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