“Llevo muy dentro, muy dentro el sabor a pueblo y tanta paz que hay en mi alma buena…vuelvo aquí un ratico nada más, no es igual, para mí la vida comenzó a cambiar, un día si, el otro ya, ya me tengo que marchar”
Vino a mi mente en esta madrugada primaveral el aparte que hemos transcrito de la canción titulada “Recuerdos de mi tierra” de Chiche Maestre que en 1991 Poncho con el Chiche Martínez incluyeron en el álbum titulado “Mira mi Dios” estando en mi pensamiento mi pueblo, donde nacimos y fuimos criados en hamaca porque nunca tuvimos cuna, las añoranzas son ineludibles, y los gratos recuerdos me embriagan el alma.
Mientras reflexionaba recordé lo sucedido cuando se realizaron los actos litúrgicos por el eterno descanso de Din, la prima que era mi hermana, a quien entregamos a Dios hace un año en cumplimiento del sagrado deber de entregarle a el lo mejor que se tiene, allí estuvimos reunidos centenares de personas, porque fue una docente que amaba a su pueblo y su pueblo la adoraba a ella, una catecúmena disciplinada y líder entre las mujeres altruistas del pueblo, motivos suficientes para que el dolor a pesar del paso del tiempo permanezca incólume.
Como siempre, el Padre Tomás oficio una bellísima Eucaristía, lo hizo no solo en cumplimiento de su labor pastoral sino porque fueron amigos entrañables dese cuando el padre comenzaba sus pininos como amateur en el Clero Diocesano, cuando el prelado concluyo la misa, inicio en el Templo un muy sentido concierto de música de connotación espiritual, era el bálsamo de consuelo final con la esperanza que ante la inmerecida partida brillara la luz perpetua y fuera primacía de la realidad su descanso eterno, aquello sucedía ante los ojos enjugados por las lagrimas de todos y la mirada atenta de Santa Rita la Grande y también de La Chiquita, “La de Pule” , hasta allí las cosas funcionaron como seguramente la hoy difunta lo estaba recibiendo con gozo desde el cielo.
Lo mas triste vino después, cuando las suaves melodías de los cantos que se estaban escuchando, fue estropeada estrepitosamente por la música jacarandosa y a alto volumen que estalló desde un lugar cercano impidiendo culminar exitosamente lo que con buen gusto y de acuerdo con lo sublime del momento estaba programado, en aquel momento recordé mis palabras escritas en una columna precedente cuando afirme que “En nuestros puebles estamos cambiando para mal”, me pareció un acto de alevoso desafío al dolor ajeno, una falta de respeto con la memoria de quien ningún mal hizo en su paso por la tierra, pero si le sirvió a todos cada vez que se necesitó, quien cada diciembre nos acompañaba para entregar los regalos en navidad a quienes nada tenían.
Cuando ese tipo de situaciones suceden es como si a uno lo estremecieran para que despierte y se de cuenta que los antivalores están acabando con el pueblo, que no son los tiempos de las nuevas generaciones aquellos cuando cada vez que moría alguien los radios y las Radiolas se silenciaban indefinidamente y los muchachos no podíamos cantar ni en la escuela, como aquella vez cuando cursaba Tercero de Primaria y los Actos y fiestas de clausura del año lectivo fueron cancelados porque en Maicao asesinaron a un joven nacido en el pueblo vecino, lo que escuché me hizo acordar que algo así hizo en Valledupar un personaje bastante conocido, pero, cuando supo que habían matado al asesino de su padre, contrato los servicios de un picó y lo hizo sonar cera a la iglesia durante el sepelio del tipo.
Cuanta falta hacen nuestros viejos, respetuosos y que se hacían respetar, aquellos que exigían explicaciones a sus hijos por la plata que llevaban a la casa, que no le tenían miedo a los hijos, sino que ellos le debían respeto, que nos enseñaron que en Monguí todos somos familia, así las consideraciones se hayan perdido, la verdad que cambiaríamos muchas cosas materiales que en otros tiempos eran quimeras con tal de que se acaben la envidia, las enemistades gratuitas, los enemigos ocultos, el sufrimiento por el bienestar ajeno, la ambición por dinero sin trabajar, y el odio como instrumento ciego para destruir a quien se destaca.
Atrás quedaron las reuniones de jóvenes que confluían en el salón de mi casa para leer los periódicos que mi padre llevaba, ya no leen, viven para chatear y reenviar cosas que otros hacen, nadie escribe una poesía para llevar a las izadas de bandera porque ninguno les prestara atención, y ya en las casas no se tienen los tres clavos en los tabiques, uno para el Almanaque de Bristol, otro para las recetas medicas y el otro para el Almanaque PIEL ROJA, nuestros usos y costumbres han sido sustituidos por la indiferencia, los falsos profetas, el ejercicio arbitrario de sus propias razones y la falta de sentido de pertenencia
Se requieren los buenos oficios de los viejos que no han muerto para que le cuenten a la juventud que lo que hoy existe se hizo con trabajo, que cuando se necesitaba realizar una obra todos metían la mano para ayudar, para que no pasen cosas como me sucedió a mi, que preocupado porque le estaban suministrando a los habitantes de Monguí, Machoballo, Tomarrazon, Cotoprix y Matitas agua no apta para el consumo humano promoví hacen varios años una Acción Constitucional en contra del Municipio de Riohacha y del Departamento, el Juzgado Administrativo y el Tribunal Administrativo me dieron la razón y en tal virtud se ordenó la ejecución de las obras de optimización del acueducto de Monguí y de Machoballo inicialmente, las cuales están próximas a iniciarse, y para mi sorpresa, escuche un audio en el cual un caballero que dice que es “Líder” a quien no conozco dice que ese es un negocio mío para privatizar el servicio y que mi familia lo “lo que le ha llevado al pueblo son desgracias”. ¡La verdad no sentí rabia, me dieron ganas de llorar…Dios se apiade de mi pueblo!
Luis Eduardo Acosta Medina