DESCONFIANZA

La gallardía en la política y en los negocios debería primar en los seres humanos. La desconfianza que reina en nuestro país no es producto de un día a otro, son años de desengaños, como el cambio prometido que no llegó si no que generó más desconfianza. Los movimientos políticos están a la orden del día como los colores del camaleón, dramáticos, por decir lo menos el endriago que llega. Nadie puede apostar al éxito de su proyecto pretendiendo el fracaso del otro, sea en lo público o en lo privado.

La desesperanza aprendida debe ser la consigna por combatir y recuperar tanto la economía como garantizar la seguridad y la libertad. Rehacer la confianza en el otro y que respetemos las reglas de convivencia. El Estado Social de Derecho hay que defenderlo, el libre mercado, que la gente deje de tener miedo en su integridad personal y en sus negocios.

Quien piense reemplazar al actual presidente debe ser una persona proba, preparada, con el temple de un capitán de la marina en épocas de tempestades, resultado este de haber sembrado vientos, o de un general acostumbrado a combatir el caos en el que estamos. Rememoro el capitán de un torpedero en épocas de la guerra española, bien descrita por Arturo Pérez-Reverte en La isla de la mujer dormida: “Había gobernado a hombres otras veces, incluso en situaciones extremas, con el mal transformado en cólera de Dios. Pero nunca de esa clase”. Igual que el Estado, que es de todos, los empresarios deben respetar la decencia, la pulcritud y buscar dentro de la confianza que todos triunfemos no unos pocos, porque si no quiere decir que no hemos aprendido nada.

El gobierno actual resultó la frustración para muchos que esperaban el cambio, tamaña pérdida de confianza con casi motín a bordo. Quienes aspiren a recuperar el poder deben hacerlo para combatir la inseguridad, pobreza, el hambre, el desempleo, generar educación, como la escolaridad y recomponer el sistema de salud, conclusión: cerrar brechas y desigualdades. Carlos Raul Yepes, en Vale la pena pensarlo, recuerda a García Villegas en El país de las emociones tristes: “Las rabias enconadas son peores y envenenan aún más que las que explotan. El bien hay que imitarlo y convertirlo en hábito y con el tiempo en un propósito”. No se trata solo sentimientos, sino de buenos sentimientos. No podemos simplemente hacer bien las cosas, sino ser buenas personas. El presidente no ha dejado de estar en campaña, político sagaz, se confía de la falta de memoria de los colombianos, además de tener una secta que se atrinchera; ahora va moviendo su armada guerrera para las elecciones y todos nosotros petrificados. No, señores. Tenemos que generar confianza y esperanzas para tiempos mejores. No volver al pasado frustrante, hay que agrupar doctrinas de partidos serios con propuestas viables para recomponer lo que deja el huracán que ha atacado a Colombia desde el año 2022.

Orlando Bustillo Pareja

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