DIME CON QUIEN ANDAS Y TE DIRÉ QUIEN ERES

 Nunca he estado del todo de acuerdo con este refrán popular, no podemos juzgar a una persona por las personas que la rodean. Judas, más conocido por ser traidor, fue motivado por su codicia (Mateo 16-14-26); Pedro, además de negar a Jesús, fue hipócrita (Gálatas 2:11-14); Tomás, era incrédulo (Juan 20:24-29); Mateo, al ser recaudador de impuestos, tenía la mala fama de avaro y estafador. Cada una de las personas de las que se rodeó Jesús tenía sus pecados, no por eso Jesús se convirtió en traidor, hipócrita, avaro o estafador.

Es cierto que las malas compañías corrompen las buenas costumbres, pero ello es así, solo si no tenemos el carácter suficiente para no dejarnos mal influenciar, sino que, al igual que Jesús, debemos tener claridad de quienes somos, lo que queremos ser, y así impactar positivamente en la vida de las personas, siendo luz para quienes están en tinieblas.

En Mateo 5:14, dice: “ustedes son la luz del mundo, como una ciudad en lo alto de una colina que no puede esconderse”. No es posible que una ciudad que se encuentre ubicada sobre una colina, pueda ocultarse, aún en la noche se puede ver su luz en la distancia; así pues, nuestra luz debe reflejar el amor de Dios, ese que no rechaza a los demás sea cual sea su condición o pecado; nos convertiríamos en egoístas si no compartimos esa luz con quienes la necesitan, alumbrar a los demás no es seguir la maldad de la mayoría, es indicarles el camino correcto y no abandonarlos en su oscuridad.

Eso de creer que con quien andamos define quienes somos, no es una verdad absoluta, pero lo creemos así por el temor al qué dirán. Andar con un traidor, hipócrita, avaro, estafador, ladrón, prostituta, holgazán, alcohólico, etc., no nos hace iguales a menos que practiquemos la traición, la hipocresía, la avaricia, la estafa, el hurto, la prostitución, la holgazanería o el alcoholismo. Rechazar a las personas solo porque tienen conductas equivocadas, hace que nuestra luz también se apague, porque no estamos llamados a juzgar a nadie, todo lo contrario, estamos llamados a ser un ejemplo de buenas acciones que refleje la integridad y la seriedad de lo que pretendemos enseñar (Tito 2:7).

Sí, estamos en plena libertad de rodearnos de personas que saquen lo mejor de nosotros, de personas con las que estemos de acuerdo y que nos edifiquen; pero recordemos que también tenemos la tarea de edificar a otros, de levantarlos, aconsejarlos, instruirlos e incluso exhortarlos. Posiblemente habrá muchos que no nos escucharán y querrán que caminemos en su misma oscuridad, es ahí cuando no solo podemos, sino que debemos alejarnos, pero no lo hagamos sin haberles mostrado el sendero correcto.

Recuerda, no es con quién andas lo que dice quién eres. Son tus propias acciones las que te definen.

Jennifer Caicedo

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