EL AVENTURERO DE LAS CARRETERAS

Un 19 de octubre de 1940, nació José Manuel conocido popularmente en San Juan del Cesar como «Ney» Brito. Su madre se llamaba Luisa Epifanía y era la segunda hermana mayor de mi padre, Rafael Brito Fuentes. «Ney» vino al mundo emparejado con su hermano gemelo Enrique Alfonso «el Charro», fruto del romance de poco tiempo de Luisa Brito con Aquileo Parra, un boyacense blanco, de ojos azules que se paseaba por la provincia con aires de comerciante. Aquileo Parra nunca tuvo que ver con sus retoños así que los pequeños tuvieron que abrirse camino ellos solos, desde muy temprano.

José Manuel «Ney» Brito, fue ayudante de camión de su primo Gustavo Fuentes Fernández y viajaban rutinariamente a Maracaibo. Con él aprendió a manejar carro. Más tarde trabajó como ayudante en los camiones de Francisco «Tanco» Sarmiento viajando a Barranquilla.

A Eloísa Loreto le cayó en gracia el muchacho de ojitos azules y le propuso que se fuera a trabajar con ella. Así lo hizo por un tiempo, manejaba una camioneta Fargo, de color rojo. Generalmente andaba con la patrona que nunca se bajaba del carro, todo lo ordenaba desde su oficina rodante.

Una vez en plena carretera vieron sobrepasar como una exhalación una llanta desbocada que brincaba a su lado y quedaron viéndose espantados.

Al instante se dieron cuenta que una de las ruedas traseras de su propio carro se había zafado hasta perderse por el monte. Daba inicio a una carrera de aventuras en las carreteras.

Pero la amistad que forjó su abuela Juana Fuentes con Manuel Nicolás Ariza hizo que este último después de su muerte le ayudara a sus nietos con el trabajo. En ese entonces Manuel Nicolás, que apodaban Macolá, tenía la representación en San Juan del Cesar de cervezas Babaria y el centro de acopio era grande, cubría el inmenso patio de su casona, en una de las esquinas de la plaza principal. «Ney» y otros conductores semanalmente viajaban a Barranquilla a traer cervezas Babaria.

Como Manuel Nicolás Ariza era un tipo reconocido fue nombrado intendente de la Guajira. Moviendo sus influencias hizo que «Ney» se entregara al ejército en el Grupo Rondón de Buenavista, Guajira, y a la semana lo sacó con su libreta militar en el bolsillo.

Cuando ya era un curtido conductor, trabajó con el más grande contrabandista de café de la Guajira: José Donato Durán Maestre. El señor Durán era un hombre recio, de fuerte carácter, enjundioso y arriesgado. Tenía un trato amable impostado que escondía la dureza de su proceder. La gente lo respetaba.

Este afamado contrabandista era oriundo del corregimiento de Caracolí, situado en las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta, en las faldas que se desparraman por la Guajira, región escarpada que sólo los sanjuaneros más atrevidos, con camionetas POWER de doble trasmisión, podían llegar allá.

Causaba escozor que «Ney» subiera a Caracolí por esas laderas erosionadas en camiones 600 cargados de café. La fama no demoró en llegarle y se convirtió en el más intrépido conductor en trochas polvorientas y clandestinas. Jamás la Aduana Nacional lo pudo capturar, por eso se ganó el descriptivo sobrenombre de «Lobo Loco».

Cualquiera que tenga más de 60 años en San Juan del Cesar, recuerda la vez que la caravana de camiones cargados de café se topó de frente con las patrullas de la Aduana de Bucaramanga que venían entrando al pueblo por la bomba de los Jubales. Cuando la «mosca» avisó de la presencia de la ley ya la fila de camiones había entrado a San Juan por la calle del Embudo y estaban por los lados del kiosquito.

El «Lobo Loco», que era el primero de la caravana, hizo un giro repentino en U y se devolvió, dobló hacia abajo por la Virgencita a mil y se escabulló hasta Caracolí. Los demás cayeron en manos de la ley. Fue una redada de renombre y en ella cayó también Chema Zuleta, conductor de fama y de hábil movimiento con la pistola. El cargamento de café era de los avezados contrabandistas José Durán y Rubén Quintero.

En esa época el café era el principal producto de exportación de Colombia. Todo lo que se producía en el país se tenía que vender a la Federacion de Cafeteros que pagaban precios reducidos. El gobierno era bastante receloso con la protección de las divisas que generaba el aromático producto. El mejor café suave del mundo, decía la propaganda.

Los retenes que hacían las autoridades locales no eran de control eficiente porque siempre terminaban transando con los contrabandistas. Estos eran unos fieros defensores de su mercancía, tenían la consigna: «plata o plomo». En Bogotá conocían de la situación y por eso enviaban a la aduana de Bucaramanga que venía armada hasta los dientes y era implacable. Los contrabandistas le tenían pavor.

Estas «hazañas» de los contrabandistas creaban en nuestras mentes infantiles un halo de heroísmo admirable. Así fue como el «Lobo Loco» ganó para siempre nuestro reconocimiento y aprecio.

Pero las andanzas de «Ney» no sólo fueron por las duras carreteras del contrabando, también pintó el mosaico aventurero con vivencias urbanas.

Corría el año 1961 y «Ney» todavía era muy joven, apenas iba a cumplir 21 años. José Durán, por comentarios de la gente, le llamó la atención. Decían que andaba en ese carro como un loco arrebatado. A «Ney» no le gustó el regaño. Estaba molesto por la reprimenda del patrón así que estaba esperando el momento para cantarle las primeras verdades.

«Yo no sé por qué me regaña si el que me enseñó a corré fue Ud», le dijo.

Y recalcó:

«No se acuerda cuando me decía: ¡Dele, ¡Lobo, dele!».

Ese día 2 de julio de 1961, había fallecido en San Juan del Cesar Lilia Mendoza Romero, hija de José Mendoza y «Concha» Romero. El pueblo estaba condolido por tan lamentable suceso y no hacían más que resaltar las virtudes de la difunta: su belleza, su juventud y su dulzura en el trato. José Durán, como buen vecino, se fue al velorio.

La calle de Las Flores al frente de la casa de «Concha» Romero estaba apretujada de dolientes. «Ney» llegó y cuadró el carro al frente de la casa de «Hacha» Ariza. José Durán salió del velorio y se acercó al carro pero «Ney» imprudentemente le tiró las llaves.

«Tome sus llaves que yo no trabajo más con Ud.», le dijo.

José Durán que era un hombre inteligente, un viejo zorro taimado, no le reprochó la grosería, antes, por el contrario, lo aconsejó:

«Vaya a acostarse que Ud. está cansado, mañana hablamos».

Y continuó:

«Dese cuenta que no es el lugar ni el momento adecuado».

Al otro día todo siguió normal.

Se cuenta esta historia porque la gente comentaba que era el único a quien José Durán le perdonaba un desplante como éste. Él sabía que que para su negocio el «Lobo Loco» era imprescindible. Fue una gran enseñanza del viejo zorro.

Cuando a «Ney» le pasó el furor de la juventud y dejó de quemar tanta adrenalina contrabandeando, empezó a trabajar con Joselina Mejía, la Negra de Paula Brito, manejando un Nissan Patrol de color blanco que lo llamábamos el «Palomito», por su color y por lucir en la capota un bonito caballo plateado. Viajaba frecuentemente al Molino, Villanueva y Urumita, de cinco a seis veces por día.

Como manejaba a gran velocidad por las calles de San Juan, la gente decía que pasaba soplao, entonces le pusieron «Ney Soplo».

Como todos nosotros estamos hechos de recuerdos, contemos esta anécdota muy diciente de las características de este as del volante. En el año 1964, después de tanto esperarla, se anunció con bombos y platillos la presentación en Valledupar de la película más premiada de la historia del cine: Ben Hur, con Charlton Heston. Los cinéfilos sanjuaneros José «el Manco» Fuentes, Arnoldo «Nono» Daza y Efraín «Moya» Villar se pusieron de acuerdo con «Ney» Brito para que les hiciera el viaje a Valledupar en el «Palomito». El mismo «Ney» era aficionado al cine. Todo se cumplió a las mil maravillas. La película rebasó las expectativas iniciales. Excelente.

A la mañana siguiente, cuando «Moya» pasó por la casa a tomarse el tinto de rigor antes de irse a trabajar al taller de Gonzalo Amaya, mis hermanas le preguntaron cómo le había parecido la película. Sin pensarlo dos veces, contestó:

«No hombe, el «Lobo Loco» me la hizo olvidá, llegué a San Juan con las tamacas en el pescuezo».

El «Palomito» también le servía a «Ney» como palanca para sus conquistas amorosas. Una vez se fue al corregimiento de Cañaverales y en plena plaza pública empezó a hacer cabriolas y redondeles a gran velocidad con el carro y los mezclaba con ochos y otras diabluras que él sabía hacer. De pronto se le fueron las luces y el carro empezó a dar tumbos hasta quedar con las llantas mirando al cielo, como un cucarrón patas arriba. De la polvareda salió como un fantasma despavorido el conductor ileso. El pretendiente dejaba claro que estaba dispuesto a asumir todos los riesgos con tal de conseguir el amor de su vida.
Parece que estas maniobras arriesgadas del enamorado le dieron resultados porque la destinataria de estos raros coqueteos cayó rendida a sus pies. Se llama Sara Hilda Ariño, que con el tiempo se convirtió en su esposa. Del matrimonio nacieron seis hijos, cuatro hembras y dos varones.

El último sobrenombre que le conocimos a «Ney» se lo puso el difunto Carlos Suárez Ávila, el famoso «Cochevo», que le decía la «Vidonga». Después de su agite en el mundo del contrabando había llegado a la tranquilidad de manejar un Nissan Patrol, que le garantizaba el sustento diario sin afanes. Era seguro que a «Ney» le quedó gustando el apodo que le puso «Cochevo» porque él mismo se encargó de difundirlo por las calles de San Juan. En cada esquina donde había una reunión y la gente comentaba de lo duro que estaba la situación, él siempre salía con el mismo cuento:

«Yo como vivo mi Vidonga, con lo otro no tengo que ve».

«Cochevo» fue un recio promotor de los carnavales de San Juan del Cesar y tenía fama de ser un gran bailador de boleros antillanos, se movía como una pluma. Gracias a él llegaron al pueblo las mejores orquestas de música de viento como Nuncira Machado y Rufo Garrido. Los sábados y domingos por las tardes, antes de las verbenas, sacaba a las calles en el planchón del camión de Luis Carrillo, que le retiraban las barandas laterales y andaba despacio, la orquesta de turno que amenizaba los porros bailables de la época.

«Ney» y «Cochevo» eran grandes amigos. Unos días antes de «Cochevo» viajar a Bogotá para verse con los médicos por el desmejoramiento de su salud se encontró con «Ney» en el viejo mercado municipal y le prometió:

«Vidonga, cuando regrese de la capital, hablamos».

Pero esa promesa no pudo cumplirse porque «Cochevo» falleció en Bogotá después de una intervención quirúrgica que le practicó el médico sanjuanero José Lacouture. El galeno trató de remediar los daños producidos por un agresivo cáncer de pulmón, pero le fue imposible. Murió a los 39 años, el 29 de enero de 1971.

Volviendo al aventurero de las carreteras, tenemos que decir que el otrora conductor de mil caminos, vive hoy en Barranquilla en la tranquilidad de su hogar. Es un melómano empedernido. Con sus años dorados se le ha aflojado el corazón. Llora fácilmente con las canciones de José Alfredo Jiménez y vibra oyendo los sabrosos merengues dominicanos de Ángel Viloria.

Los sábados se pega sus cervecitas y pone aquella ranchera que le partía el alma cuando era joven: Cuatro Caminos.

Luis Carlos Brito Molina

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11 comentarios de “EL AVENTURERO DE LAS CARRETERAS

    • Rafael Artuz dice:

      Que buena historia, muy bien redactada, me llevó por viejos tiempos en San Juan, aunque no fui amigo de Ney lo recuerdo muy bien, me gustaría verlo y hablar con él. Un abrazo

      • maria consuelo vega ariza dice:

        Excelente, recuerdo mucho a mis papás con tus historias, y la que el si recuerdo es a Lilia era muy linda y murió de tétano, por falta de la vacuna; parece que no llegó o no la había.

        • Luis Carlos Brito Molina dice:

          María Consuelo: Me gusta cuando dices que la nota te hizo evocar a tus padres. Eso mismo me pasa a mí cuando las garrapateo. Eso quiere decir que fueron ellos los que nos enseñaron el amor por estas pequeñas historias de nuestro pueblo.
          Saludos a Óscar, tus hijas, tu nieto.
          Gracias

  1. Jaime Romero Barros. dice:

    Ney, como común mente los conozco es mi vecino desde hace 35 años, acá en Barranquilla. Hasta ahora se que se llama José Manuel. No deja pasar un momento y comienza a referirme una y otra vez sus
    historias y andanzas. Lo que, lo hace feliz
    recordar sus aventuras. Lo que si no cuenta es
    que se voltio con el carro y quedó como un
    cucaron con las patas para arriba.
    Y no deja de decir, que nunca uso arma.
    Un personaje, más amíguero, esa historia continuó acá en Barranquilla , manejando taxi.
    Gran persona, ni se diga de Sara.

  2. Luis Carlos Manjarrés dice:

    Es una de las mejores crónicas que he leído. Sobre San Juan. Auténtica, fiel y 100% veraz. Felicitaciones a mi tocayo Luis Carlos de parte de su amigo Perico Manjarrés

    • Luis Carlos Brito Molina dice:

      Tocayo Luis Carlos Manjarrés: Gracias por tus comentarios. Te contesto como decía José Alfredo Jiménez, el ídolo de «Ney»: «Tus palabras me caen bien».
      Un gran saludo sanjuanero.

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