Según el portal definición de, la palabra nunca debe su origen al vocablo latino numquam. Se trata de un adverbio empleado para aludir a “aquello que no ocurrió en ningún momento o que no se produjo en ninguna ocasión”. Destaca el portal que el término nunca puede usarse para afirmar una verdad o bien una mentira. En ambos casos acentúa el hecho de que algo no haya sucedido, pero en el segundo sirve para intentar con especial intensidad escapar de una reprimenda.
El nunca es utilizado como rebeldía para calificar la insatisfacción o la inconformidad de los productos o servicios brindados por el Estado a la población. Por lo general, las comunidades “poco atendidas” se refugian en la trinchera del adverbio de la no ocurrencia para, en un ejercicio de sinceridad rabiosa, reclamar la poca atención dado por el gobierno de turno y compararlo con sus predecesores. El grado de insatisfacción e infelicidad de los ciudadanos va en función de distintas variables, desde la correspondencia electoral y su transacción económica, las reclamaciones de sus líderes, las vías de hecho como protesta, el afán promesero de los políticos que utilizan el lema “Ahora o nunca” hasta ejercicios mal elaborados para priorizar la inversión pública por parte de las entidades públicas.
Muchas veces, y de forma absoluta, el adverbio viene acompañado por el jamás, un compañero hidalgo que huele a “siempre” y que frena, de paso, cualquier reclamo por parte del interlocutor. El “nunca-jamás” es un binomio que reafirma la negación en función del tiempo y la ocurrencia episódica de cualquier olvido de la memoria; ambos, unidos en un solo cerebro y un solo corazón, repudian el vacío de la otredad estatal y, con la altanería y la rabia del desatendido, desenmascaran a quien, refugiado en la coraza de la confianza aparente y el valor del papel y la palabra, los sentencian al ostracismo y al destierro del bienestar.
El ningún, es otro actor que juega en el partido de la no ocurrencia. Es invitado frecuente para confirmar las ausencias y precariedades, para afianzar viejos reclamos y sobre todo para cortar todo tipo de evidencia que aparezca en virtud de contradicción. Representa un tope, una limitante de la postergación y el regateo de la revisión de los eventos de un pasado mejor o menos peor. Es, es esencia, un dictamen, sin instancias, que pone punto final a cualquier discusión. No en vano, es empleado como recurso de previo al cierre de la discusión.
El vacío y el malestar dejado por el nunca no siempre vienen cargados del arrepentimiento o un acto de contrición del agente público; por el contrario, en la mayoría de las veces, representa la ignición de otro período de esperanzas y efervescencias prometedoras a quienes, como demandan acciones puntuales y definitivas por parte del ente en cual deberían verse representados. En fin, podría decirse que el nunca, en vez de traer resarcimiento y reparación, y despertar la sensibilidad de los gobernantes en nuestra querida Guajira, no es más que un punto de partida de ciclos infinitos de impaciencia e infelicidad de una población marginada por la historia, invisibilizada por el Estado y forzada a hacer por In saecula saeculorum la tierra del “nunca jamás”.
Arcesio Romero Pérez
Escritor afrocaribeño
Miembro de la organización de base NARP ASOMALAWI
El nunca jamas