EN LA GUAJIRA: ¿QUÉ TAN RICO SOMOS?

Desde niño le escuché a mí padre, hablar de las bondades que tenía la Guajira en la construcción de la música vallenata. Eso lo pude corroborar con el paso del tiempo, al tener contacto directo con los descendentes de los juglares, gestores de la prehistoria de ese género musical y con las actuales leyendas urbanas, que a manera de héroes tanto los unos como los otros, se levantan en defensa de las veredas, caseríos y pueblos que, sin lugar a dudas, tienen el influjo de ellos.

Es la Guajira, un abanderado territorio que presenta el privilegio de tener en sus entrañas, elementos tan determinantes para el cimiento de una música local: la entrada en 1850 del instrumento proletario que replanteó todo el quehacer musical de la gran provincia, que a manera de fuelle nostálgico recogió las melodías que desconocidos hombres construyeron a través de sus décimas, conjuntos de hojita, luego pico de botella, hasta que llegó el acordeón altivo, alegre y bucólico y recogió los diversos sentires y arrinconó a los instrumentos nativos.

Así se me hizo recurrente saber de tantos pasajes, que en el territorio guajiro se construía y vivía de manera cotidiana. Conocer detalles de Francisco Moscote Guerra, el hombre que se enfrentó al diablo convertido en acordeonero, en donde el primero, de manera hábil tomó una danza de los negros marginados en Riohacha conocida como “el credo alrevés”, que fue satanizada por la iglesia y que le sirvió para vencer el maleficio, que sirve a la vez, de sustento al género de la Píqueria.

Luego, las famosas mudanzas en la Sierra de los Brito, que duraban ocho días y que, a manera de encuentro, veía desfilar a tantos acordeoneros venidos de muchos lugares, en donde las madres tenían una décima a manera de regaño, para enviar a sus hijos a hacer un mandado o cuando el marido se iba de parranda y regresaba días después. Encontrar en Galán, a los Mellos Brito Sierra hacer miles de malabares con sus respectivas cajas o a las heroínas Tomasita Arrégoces, cantando y tocando su guacharaca al lado de Francisco el hombre mientras la voz sonora del Plan, Sara María Baquero Salas, a punta de versos dejaba que la cogiera la madrugada para que sus pollerines elevaran al punto más alto, a una mujer menudita de mirada buena pero siempre altiva, quien guió todo ese movimiento cultural, que con base en la música popular se hizo grande.

En ese caserío del Plan Sierra Montaña, caminó de su mano, el portentoso Emiliano Zuleta Baquero, el hombre que hizo de la música vallenata toda una escenografía teatral mientras el verso serrano de Antonio Salas se esparcía como el perfume natural.

Si por esas tierras, ocurrían tantos hechos que hoy día son la base para el expansionismo musical, no lo era menos por Barrancas, Lagunita de la Sierra, Fonseca, San Juan del Cesar, Urumita, El Molino, La Jagua del Pilar, sitios que afilaban las espuelas de sus gallos musicales con el solo comentario del que lleva y trae la razón: “en el caserío tal, hay un músico que dice que no respeta a ninguno por aquí. Que es pura espuela lo que van a llevar”. No terminaban de decir eso, cuando la contesta era un canto con destinatario propio. Así se construyó nuestra música que arrancó con un sonoro “Música Provinciana”, “Música de Parranda”, “Música del Magdalena”, hasta llegar a “Música Vallenata”, no por razones geográficas sino musicales, sino analicen esta expresión de un guajiro: “Y Luís Enrique el pollo vallenato y es candela lo que van a llevar”.

Por eso es necesario recordar, los nombres de Tomás Gregorio Hinojosa Mendoza quien junto a “Chico” Bolaños y Eusebio Ayala llevaron el acordeón a la zona Bananera y el arranque revolucionario del segundo, quien logró unir el golpe de bajo con los pitos, que es la prueba fehaciente que nuestra música ante la llegada del acordeón tuvo una etapa Instrumental sustentado en el desconocimiento que hacia ese instrumento se tenía y que luego, se pasó a tocar lo que se escuchaba como Foxtrox, Pasillo y Mazurcas para terminar en la adaptación de sus creaciones a ese instrumento, para tener a un Luís Enrique Martínez quien depuró el estilo de su padre Santander Martínez y el de los Brito con quienes les unía una familiaridad de sangre y del mismo “Chico” Bolaños, quien por expresiones de todos los músicos de su generación, lo consideraron el más aventajado.

Como olvidar a Rafael Henríquez del Prado, un músico que enseñó a más de una generación a tocar guitarra, del que se desprende su ahijado Carlos Huertas Gómez, toda una manera distinta de ejecutar y componer el vallenato. Armando Zabaleta un hombre que representa la primera muestra del cantautor en el vallenato, hecho que fue seguido por Isaac Carrillo.

Julio Vásquez y Máximo Móvil, cuyas obras son dignas de tener en cuenta por su exquisitez musical y su pura narración campesina. Sin que lo anterior sea más ni menos tampoco, lo realizado por los Pitre, Solano, Sarmiento, Maestre, Mendoza y tantos hombres y mujeres que cayeron bajo el peso del anonimato y el paso inexorable del tiempo, son hazañas musicales que nos deben servir de orgullo. Eso es lo que ha sustentado a este movimiento artístico, que más que folclor es pura muestra de música o de arte popular.

Ese aporte del artista Guajiro es una constante en nuestra cultura, lo que ha permitido que no haya un estacionamiento tanto en el lenguaje como en su música. Responsable de esa continuidad aparecen Alfonso Zuleta Díaz y Diomedes Díaz Maestre en el canto, quienes lo elevan al más alto nivel. Igual ocurre con la composición y la ejecución del acordeón, en la que un Emiliano Zuleta Díaz, Rosendo Romero, Daniel Celedón, Alfonso Cotes, Hernando Marín, Luís Egurrola Hinojosa, Adanies Díaz, Toby Murgas, Ender Alvarado, Lenín Bueno Suárez, Héctor Zuleta Díaz, Hernán Urbina, los Hermanos Calderón Cujia, Marciano Martínez, Silvio Brito, Elías Rosado, los Hermanos Meriño, Alberto Zabaleta, Alfredo Celedón, Chema Ramos, Orangel Maestre, Norberto Romero, Aurelio Nuñez, Martín Maestre, Leonardy Vega Gutiérrez, Everardo Armenta, Alberto Murgas, Romualdo Brito, Juan Manuel Gutiérrez, Ildefonso Ramírez Bula, Gustavo Bula, “El Cacha” Acosta, Reynaldo Díaz, Luís Quinto, Jesualdo Bolaños, los hermanos Ovalle, “Pacho” Rivera, Humberto Herrera, Israel Romero, Juan Roís, quienes a su manera exponen los diversos colores que tiene la composición y la ejecución del acordeón.

Pero no nos hemos quedado ahí, plegados al tiempo y sin renovación. Todo lo contrario, para bien de la nueva generación tanto creadora como seguidora del vallenato, aparecen nuevos valores como Silvestre Dangond, “Morre” Romero, Luís Alonso, Jr Santiago, Jorge Celedón, Nelson Velásquez, Wilman Bolaños, Emerson Plata, Iván Zuleta, Ronald Urbina, Fabián Corrales, María José Ospino, Chemita Ramos, Jean Carlos Centeno, Jr Santiago, Hermanos Farfán, quienes continúan todo ese legado que tiene más de un siglo de aporte artístico, pese a que nuestros eventos o festivales que en otrora brillaron por su organización y buenas decisiones, caen bajo el embate de la corrupción y sin una hoja de ruta que les permita mantenerse. Los mismos, no son más que uno remedo de lo que pudo ser y no fue. Es urgente que quienes dirigen el norte cultural en nuestra tierra, de verdad organicen y pongan en práctica unas verdaderas políticas culturales y no le den paso, a unos fracasados políticos que ahora fungen de gestores culturales, mientras tanto, “La Yonna”, danza insigne de nuestra cultura y de la que se desprende el paseo alegre y el digíteo rápido de nuestros acordeoneros, es más en la actualidad una muestra para el espectáculo y no la muestra viva de nuestra raza o mostrando la artesanía como lo único para tener en cuenta por parte de nuestros Wayuu.

Pese a todo, ahí siguen de pie nuestros artistas Guajiros, incólumes ante la corrupción y todos esos fantasmas que rodean al ser humano y que en la mayoría de nuestros políticos ha hecho mucha mella, prueba fehaciente es que el desempleo, la mala educación y salud, la falta de una vivienda digna y ante todo, el respeto que debe dársele a la población civil no llega, peor aún, ésta última se postró ante la mala clase política nuestra. Los índices que surgen, del análisis sobre cada administración que termina, no es la mejor. Para infortunio de la población de los pueblos nuestros, la mayoría de sus gobernantes trabajan para enriquecerse. Ellos saben, que las penas que les espera por su mal accionar los lleva a una detención domiciliaria o en el peor de los casos, si no hay un buen arreglo con los que ofician justicia, se obtiene una inhabilidad por un determinado tiempo, que con los bolsillos llenos productos de la corrupción, los lleva a poner a un hijo, sobrino, mujer, amante o un esbirro que les tape todo su mal accionar, mientras tanto, la población civil paga los platos rotos del mal gobernante y sufre las consecuencias de su mala elección que es siempre, con contadas excepciones, la misma.

Pese a todo, nuestros artistas siguen ahí de pie, de frente con los embates que las malas administraciones dejan, con sus propios problemas de alcoholismo, drogadicción, contaminación ambiental y desempleo, que hacen estrago en la población artística guajira, sin que los que orientan el tema de la salud en nuestra tierra, hayan hecho un serio diagnóstico para cerrarle la brecha a esa terrible enfermedad.

Entre todos podemos sacar adelante a nuestra querida Guajira. Ella merece un mejor trato por parte de sus dirigentes políticos y administradores públicos. Nuestra tierra necesita una sociedad civil más coherente con sus sueños. Debemos hablar menos y hacer más. No robar y hacer obras que sean útiles a la población. No dejar que la envidia, la pereza, la virtud de hablar mal del contrario y tantos bichos raros que nos cubre, hagan estragos en nuestra gente. De nada sirve que la población denuncie los malos hechos y existan personas corruptas dentro de los órganos de vigilancia y fiscalización. De nada sirve que el artista Guajiro deba migrar para poder lograr cristalizar sus sueños. De nada sirve que, desde Riohacha hasta el último de nuestro pueblo Guajiro, esté amordazado por la corrupción y su progreso frente a los otros pueblos del caribe colombiano sea un pálido referente. Algo está pasando al interior de nuestra querida Guajira, lo raro es que de ello nadie se quiere percatar. Todos se hacen los sordos. Es urgente que se haga un gran frente con todos los sectores sociales para encontrarle una salida a esta gravísima problemática.

Es sano, que nuestros gobernantes se apersonen de nuestra triste pero cruda realidad. De nada sirve que pregonemos al mundo que somos una región rica mientras nuestra población está empobrecida. De nada sirve que se hable del gas, carbón y cuantas riquezas más tengamos por ahí como futuro negocio, mientras el mayor potencial que tenemos y que es nuestra población Guajira, esté en esas condiciones. Como compositor e investigador sobre mí cultura musical, tengo unos serios compromisos, pero más allá de esa agradable sensación, si se trata de todos mis paisanos, para mí ellos, valen más que un edificio, unas minas, una caja, guacharaca o acordeón, estas tres últimas, la razón de nuestra existencia musical.

Félix Carrillo Hinojosa

DESCARGAR COLUMNA

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Abrir chat
💬 ¿ Necesitas ayuda?
Hola 👋 ¿En qué podemos ayudarte?