Relato de un hecho que nos conmocionó desde los pies hasta el alma
Era un martes de abril y la mañana avanzaba como cualquier otra, pero no pasaría mucho tiempo antes de que nos diéramos cuenta de que ese ya no era un día tan parecido a los demás.
Estábamos en las afueras de la Escuela Comunal El Carmen en donde las profesoras Pilar Antonia Ojeda y Belinda hacían lo posible por imponer el orden en medio de centenares de niños y niñas que llegaban apresurados para ingresar a sus salones de clases.
En medio del tumulto sentí la voz de Jhon Jairo Zárate, quien me llamaba desesperado y desde lejos me decía algo que no alcanzaba a escuchar. Su voz se ahogaba en medio de la algarabía de los estudiantes, las bocinas de los vehículos que intentaban abrirse paso en medio de la multitud y la voz de los vendedores que ofrecían sus productos.
Entonces los dos avanzamos, el uno en busca del otro y, cuando estuvimos cerca, me dijo al oído una noticia que me dejó devastado.
Maicao estaba atravesando por lúgubres días por cuenta de su ancestral violencia en la que se contaban las cruentas guerras entre familias, la presencia de bandas criminales y el accionar de grupos paramilitares. Además, ese fin de semana habían fallecido dos personas muy populares en la ciudad.
En Barranquilla había muerto el representante a la Cámara Eloy Segundo Hernández, una persona muy querida en el pueblo por su talante de amigo de sus amigos empresario y buen servidor público; en Venezuela había muerto el folclorista y comerciante Tony Sierra, quien además era hermano de Daissy Hernández, presidenta del Concejo Municipal, quien se perfilaba como una de las más fuertes candidatas a la alcaldía.
Con esos antecedentes, además del sufrimiento personal que experimentaba por el grave estado de salud de mi padre, la noticia que mi amigo y vecino me daba con su voz entrecortada por el asombro y la desesperación me dejaron sumido en la más profunda tristeza, de la cual sólo pude reaccionar unos segundos después con las tres palabras escépticas de quienes no pueden aceptar la crudeza de una realidad
-No puede ser
Las informaciones comenzaron a llegar de forma atropellada: un solo disparo, el atentado fue allá donde él vivía, no se sabe quién fue…etc.
Ese martes 29 de abril de 2003 a las 6 de la mañana un solitario asesino, disparó un solo tiro para acabar con la vida del periodista Jaime Rengifo Junior, el abanderado de las denuncias y de las causas sociales en los programas de opinión durante más de un cuarto de siglo en Maicao.
Había llegado en 1976 procedente de su Valle del Cauca natal. Al principio desempeñaba oficios varios y un día tocó las puertas de Radio Península para pedir trabajo “en lo que sea”, pero al poco tiempo estaba metido en la cabina, delante del micrófono al frente de un programa de opinión en el que hablaba de lo divino y de lo humano.
Al principio tuvo un programa de variedades llamado Primer Plano, el cual se transmitía a las cinco de la tarde en el cual hablaba de música, cine (una de sus pasiones) y una que otra noticia. Pero con los años fue subiendo el tono de su aguerrida labor periodística. Llegó a los noticieros de Radio Almirante y Radio Península en donde fue una figura visible. Una característica era bien visible en su estilo: la crítica mordaz a los funcionarios, a las empresas de servicios públicos y a las fuerzas del orden cuando éstas no cumplían con su deber.
Una de sus mejores épocas las vivió como lector de noticias del Noticiero Caracol en Radio 560 La Voz de la Pampa, al lado de Eliécer Jiménez, Alcides Alfaro y Carlos Serrano Cotes. Su voz le daba un sello de veracidad a la noticia, su análisis era crítico y certero y su manejo de las entrevistas era respetuoso, pero al mismo tiempo frontal para hacer las preguntas que nadie se atrevía a hacer.
Eliécer Jiménez también era un periodista muy crítico y asume que también él hubiera corrido la misma suerte de su amigo de no haberse exiliado en Suiza, donde hoy reside. Con estas palabras recuerda a Jaime Rengifo:
“Admiré a Jaime por toda su entrega en defensa de la comunidad, de las clases nobles, a través de la denuncia…nos duele la temprana y violenta partida de Jaime”
El punto cumbre de la carrera de Jaime Rengifo llegó en el siglo XXI cuando se dedicó por entero a dirigir programas de opinión en los cuales la crítica abierta, frontal y sin excepciones le permitió adquirir una credibilidad amplia en la ciudadanía.
En el año 2002 Jaime arreció sus críticas contra todo el que lastimara los intereses de la comunidad. Tan valerosas eran sus denuncias que en las calles de Maicao comenzó a escucharse una frase, muchas veces repetidas:
“Ojalá no vayan a matar a Jaime Rengifo”
Y el mismo Jaime Rengifo alcanzó a comentar: “Yo sé que a mí me van a matar, pero nuca callaré mis denuncias”
Y aunque sus amigos se lo pedían Jaime nunca tomó muchas precauciones, excepto encerarse en el hotel en donde vivía y salir sólo para lo necesario, como ir a la emisora o visitar a sus anunciadores.
Pero el hotel era un sitio abierto al público. Y en ese hotel se hospedó el criminal en la noche del 28 de abril, con el fin de asesinarlo al día siguiente. Y así ocurrieron los hechos. Ese día Jaime no fue a la emisora porque no hubo servicio de energía eléctrica, así que el asesino actuó en la recepción del hotel. Le disparó a su víctima por la espalda, una sola vez, a la hora en que Jaime se tomaba el primer tinto del día y el último de su vida.
El sepelio fue multitudinario. Laida Magdaniel, la administradora del camposanto recuerda que nunca en la vida ha visto más gente en el sepelio de una persona.
Cuando el féretro salió de la iglesia San José un espontáneo dijo: “No lo vamos a llevar en carro, sino en el hombro”
Y así, en el hombro fue llevado desde la Iglesia San José hasta el Cementerio Colombo Árabe. Fue el homenaje final y único que el pueblo le hizo al defensor de sus derechos.