Creció en una casona en Cartagena, siendo consciente del especial entorno familiar que con amor lo acogió desde su nacimiento en 1966. Aquel señor de gafas y bigote, a quien tanto adoraban los suyos, generaba al llegar un ambiente caótico pues con su presencia todo se convertía en un acontecimiento en aquella caribeña ciudad amurallada de la década de los 80´s. Su triunfal arribo, hacía que circularan por la casa, viejas amistades, periodistas, investigadores, académicos, familiares lejanos y muchas personas que se volcaban en búsqueda de una pequeña oportunidad para saludar o conversar con el portador del único premio nobel de literatura para Colombia: Gabriel José de la Concordia García Márquez, su adorado tío materno.
Sin embargo, aunque su tío era escritor esto no era razón suficiente para que emanara de él espontáneamente, el amor por la lectura. Los libros fueron parte esencial de su vida, aunque tempranamente sucumbiría al espejismo del mundo empresarial, pues en algún momento, seducido por las dinámicas organizacionales tradicionales, trabajó brevemente en el sector financiero.
Hijo de Alfonso Torres y de Rita García Márquez, debe su nombre a un merecido homenaje familiar a su abuelo materno Gabriel Eligio García. Gabo Gabo lo llamó su querido tío materno Gabriel García Márquez, su mayor referente literario y fuente más cercana y real, de inspiración y sabiduría familiar. Cada vez que su tío hablaba era como si una luz iluminara los senderos de la vida de todos, especialmente de él. Al igual que el Nóbel, el vallenato lo apasionó tempranamente llegando incluso a ser el cantante de una agrupación de este género caribeño. Sin embargo, aquel ritmo de vida frenético de trasnochos, parrandas y licor, pronto colmó hasta el hastío sus tempranos anhelos artísticos desistiendo de este camino lo cual coincidiría también, con el deseo natural de conformar una familia.
A principios del siglo XXI, la posibilidad de cumplir el sueño americano tocó su vida, partiendo hacia la ciudad de Miami junto a su familia, permaneciendo en esa ciudad durante cuatro largos años. En ese tiempo, un amigo cercano le hablaría de un evento cultural en el sector de Coral Gables en el que se hablarían de la obra de su tío. Aunque había decidido no asistir, por sincronicidades del destino bajo la aparente excusa de la avería de su vehículo pasando por ese sector, terminó llegando irremediablemente al lugar en el que se realizaría el encuentro donde justamente, la obra de su tío sería protagonista. Poco a poco en medio del público tomó la palabra para aclarar varias versiones erróneas que allí se exponían como si fueran verdades irrefutables y que, en su voz, adquirían un valor testimonial fiel a lo acontecido por tratarse, entre otras temáticas, de las dinámicas del entorno familiar en el que él mismo había crecido. De esa manera, lo que fueron versiones reales, se fueron convirtiendo de manera orgánica en profundos relatos escritos con detalles precisos, que pronto adquirirían forma literaria para el deleite de sus innumerables lectores.
Hoy ostenta con satisfacción, el nacimiento de dos hijos literarios publicados: La Casa de los García Márquez (2020) y Amores Marcados por el Destino (2025). Cuando se refiere a esas situaciones de la cotidianidad que sorprenden a quienes no están familiarizados con nuestra caribeñidad habla de “Las vainas de Macondo”. Inolvidable para él, un encuentro familiar llamado “El rincón guapo”, en donde las largas tertulias y el buen humor, marcan con profundo afecto y alegría, el reencuentro entre tíos y primos y que aún hoy, se procura hacer, para estimular de esta forma, la integración intergeneracional y el intercambio ameno de anécdotas de esa extensa prole.
Nacido en Cartagena un 6 de abril de 1966, este amoroso y dedicado padre de Karen y Gabriel, ha hallado en ellos la gran inspiración en cada paso a lo largo de su vida. Cada uno de sus retoños ha sido su maestro y sin duda, la paternidad ha atravesado su existencia para impulsarlo a andar constantemente, en actitud abierta y desprevenida de crecimiento y aprendizaje.
En su reciente paso por Riohacha, Gabriel Eligio visitó la casa en la que sus abuelos maternos pasaron la luna de miel y en la que fue concebido su tío Gabo. Esa experiencia vivencial tan reveladora, probablemente desencadenó en su ser, la inspiración para alguna de las historias que actualmente crea pues es ese el estado permanente de su ser: la creación literaria.
Emocionado, magistralmente escribió sobre su visita a Riohacha: “Qué grato es regresar al lugar donde todo empezó. Gabriel Eligio García Martínez, siendo el telegrafista en Aracataca, padeció el vértigo abismal de perder un amor, con la noticia de que a Luisa Santiaga Márquez Iguarán sus padres pensaban dejarla viviendo en Barranca Guajira para que se olvidara de él. Así que, en un arranque de angustia, sin pensarlo dos veces, pide el traslado para la telegrafía de Barranca, pero al estar ocupada, no tuvo más remedio que aceptar la oficina de Riohacha, donde se instaló mucho antes de que Luisa Santiaga regresara con su madre a Santa Marta, donde la dejaría, pensando que Gabriel Eligio aún estaba en Aracataca. Pero lo que Tranquilina Iguarán no supo hasta que fue demasiado tarde es que ellos, durante todo el viaje, habían tenido una comunicación precisa y constante gracias a la complicidad de los compañeros de oficio del novio, quienes «enclavijaron» todas las oficinas de la región para mantenerlo informado de los pormenores del viaje. De tal forma que, mientras Tranquilina viajaba hacia Aracataca, Gabriel Eligio iba camino a Santa Marta con la decisión irrevocable de casarse y, luego de una ceremonia que se efectuó más tarde de lo previsto porque la novia se había quedado dormida, impulsados por la fuerza de un amor que les alcanzó para amarse hasta el último día de sus vidas, se casaron. Como el novio debía regresar a su lugar de trabajo, la recién conformada familia García Márquez pasó su luna de miel en la calle 3 #5-27 de Riohacha, donde comenzaron a procrear el primero de siete varones y cuatro mujeres, mientras escribían con tinta dorada una historia de amor que desde hace mucho ya habita en el ámbito mítico de la leyenda. Pude conocer amigos nuevos como doña Rosa Gómez de Herrera, quien muy gentilmente me abrió la puerta de su casa y comenzó con el mismo tono narrativo con que mi abuela contaba sus historias a narrar su vida, partiendo de una frase que bien podría ser el inicio, en la vida real, de cualquier novela de amor, y que se encuentra en la crónica rigurosa que escribió María Isabel Cabarcas en homenaje a doña Rosa: “Me casé a escondidas un sábado de carnaval a las 3 de la tarde”. Conocí también a Gerardo Toro Aguilar, quien me acogió con la misma calidez del guajiro y con quien conversé de pie y sin prisa sobre el valor incalculable de Riohacha y La Guajira, así como de la amplia riqueza de su cultura. Visité y conocí a mi prima Amalfi Márquez, quien atendió una visita sin previo aviso donde conversamos sobre nuestras añoranzas y nuestro pasado en común. Agradezco al Fondo Mixto para la Promoción de la Cultura y las Artes de La Guajira y a su director Larry Iguarán por esta invitación invaluable; a Esteban Narváez por permitirme hacer parte de la FILPÄWA; a Delia Socarras, Wendy de Armas, Stefani Ferreira, Desired Sierra y Ninosca Radillo por su valiosa colaboración. Por supuesto, no podía dejar de lado mi total agradecimiento a María Isabel Cabarcas, con quien me reencontré, unidos por una amistad que, aunque reciente, no deja de causarme la sensación agradable de ser de toda la vida y a quien agradezco infinitamente por su guía certera, mientras recorríamos los laberintos de las nostalgias heredadas, removiendo el pasado entre el reguero de las hojas marchitas de los recuerdos.
No podría estar más de acuerdo con esa afirmación del estimado escritor cartagenero, convencida también de que nuestra amistad es una forma de honrar la que compartieron su tío Gabriel García Márquez y mi abuelo José Prudencio Aguilar Márquez. Biend referenciada en su autobiografía Vivir para Contarla, después de haberlo homenajeado bautizando con su nombre al personaje de Prudencio Aguilar, a quien José Arcadio Buendía le atravesó con una lanza la garganta para luego emprender la travesía que lo llevaría a fundar Macondo y donde todo comenzaría para aquella población y sus habitantes entre quienes el realismo mágico se hizo posible.
Éxitos para Gabo Gabo en este propósito de vida que generosamente comparte con sus lectores a través de la literatura con sello propio y que seguramente le permitirá seguir cosechando éxitos no solo en el Caribe, en Colombia, si no, en el mundo entero.
María Isabel Cabarcas

