En el anuncio de su posición de cara a la segunda vuelta presidencial, Alejandro Gaviria recurrió a la defensa de “la democracia, las ideas liberales y el cambio social” para definir su voto por Gustavo Petro. Sin embargo, dejó claro las salvedades y preocupaciones que profesa por el candidato de la izquierda y su programa de gobierno. Prevenciones, que según el líder del movimiento Colombia Tiene Futuro, representarán un peligro en un gobierno que de seguro estará plagado de ineficacia e incapacidad para llevar a cabo las grandes transformaciones y las reformas que el país demanda, especialmente en materia económica, tributaria, el sistema de salud y la independencia del Banco de La República. Apoyar, a pesar de los desacuerdos y los agravios recibidos, da muestra de la estatura del exrector, pues al concederle el “perdón social” al señor Petro y a sus bodegas, demuestra que su inteligencia y pluralismo son superiores a los deseos de “quedarse a rumiar los rencores” y las afrentas de los pecados de la incoherencia.
Tras girar hacia el Pacto Histórico, Gaviria expresó su voluntad de “mantener su independencia crítica, la coherencia y decisión para construir una sociedad más justa, digna y decente”. Esa voluntad será difícil de sostener en el gobierno de alguien que, según él, representa una amenaza para la institucionalidad y la democracia. No sabemos entonces, si el profesor Alejandro hará parte del gobierno Petro, en caso de hacerlo, desde esa cartera ministerial podrá cristalizar las apuestas programáticas de su movimiento. O si, por el contrario, si no recibe tal designación, se dedicará a construir una alternativa de poder para el 2026 dentro de las toldas del partido Liberal, su colectividad natural, la cual, para lograr el cambio lampedusiano necesita “gavirizarse para desgavirizarse” de la mano de un líder que tenga la capacidad de unir, reformar e inspirar. Ese acto en sí mismo, como su cambio de ruta hacia la izquierda, representa un “salto al vacío”, donde la incertidumbre se asoma por el acantilado de las ilusiones de un país que no desea volver a fracasar, o como dijera el poeta Pacheco: “quedarse con una sola certeza: haber vivido”, sin haber probado todos los sabores de los “bon-ice” políticos.
Decantarse en la segunda vuelta por el menor grado de riesgo, la poca convergencia y la solidez de las propuestas que Gaviria calificó como irrealizables, generan emoción aparente en los electores que no se dejan guiar por el sofisma de las emociones o el embrujo de la demagogia y el populismo. Esta decisión, de seguro fue tomada superando el dilema divergente entre la ética de los fines últimos y la ética de la responsabilidad citadas por Max Weber con el fin hacernos comprender que la política es una negociación permanente entre los principios y la posibilidad de cambio. Pero a la vez, tildada por el pragmatismo de Michael Ignatieff, quien recurre al pluralismo liberal para tomar riesgos a partir de la imperfección del mundo político, sin abandonar todos los principios éticos, sin perder la razón y la coherencia de nuestra conciencia.
Ese dilema, el abandono de las ideas y esperanzas del centro político por parte del ex rector de la Universidad de Los Andes, nos llevan a citar a la doctora Anne Minning de la Universidad de Harvard, quien afirma que el pensamiento divergente: “es el proceso de concebir nuevas ideas y posibilidades, sin juzgar, sin analizar y sin discutir. Es el tipo de pensamiento que te permite asociar libremente, crecer y debatir las posibles nuevas formas de solucionar retos complicados que no tienen una única respuesta adecuada y conocida”. Esperemos entonces, que el respaldo al candidato del Pacto Histórico esté enfocado en el diseño de respuestas adecuadas para construir un nuevo modelo de dirección del Estado y de gestión pública por parte de un hombre con la decencia que la complejidad de lo público necesita. En ese proceso, para Alejandro Haga la diferencia, su voz debe ser escuchada por la convergencia que rodea al Petro; si, por el mismo séquito del líder que tanto lo criticó durante la presente contienda electoral. Si ocurre lo contrario, este afecto por el Pacto Histórico no será más que un anuncio axiomático de que con Gustavo Petro: “Colombia no tiene futuro”.
Finalmente, es necesario expresar un poco de gratitud cósmica por alguien a quien considero un líder, un amigo y un visionario hombre de libros, capaz de generar ilusiones y engrandecer el oficio de la política en nuestro país. Y por quien, a pesar de no compartir esta decisión, le manifiesto respeto y admiración. Gracias Alejandro.
Arcesio Romero Pérez
Escritor afrocaribeño
Miembro de la organización de base NARP ASOMALAWI
Un mensaje claro y contundente, el país quiere y necesita un cambio: por eso es responsabilidad de todos saber elegir al que será nuestro presidente, para luego no andar arrepentidos, pero lo principal es respetar las ideas del otro para mantener fuertes lazos de amistad.
Siempre he considerado a Alejandro Gaviria como la persona llamada a liderar los verdaderos procesos de transformación que está nación requiere, el menos político de los candidatos, el menos populista, el más claro, el más intelectual , un verdadero faro moral y técnico, el proceso de selección interno dentro del centro determinó que Fajardo sería el candidato a apoyar, pero este candidato no tuvo la capacidad de mantener unido al grupo, una de sus banderas la transparencia, ahora nuestro excandidato de centro, se inclina hacia hernandez, es claro que Alejandro Gaviria quien veo cómo presidente de Colombia en el 2026, no podría recalar en los toldos de Rodolfo hernandez, seguramente su inteligencia le muestra un camino a este líder, seguramente él no piense en lo urgente por encima de lo importante, lo que creo es que él ve más allá que nosotros, quizás lo más fácil para él hubiese sido irse a ver ballenas.