LA GUAJIRA: CORAZÓN DE LA SOBERANÍA ENERGÉTICA

La noticia más reciente nos confirma que sí se puede: la tarifa de Air-e bajó en octubre a $795 el kilovatio hora, casi noventa pesos menos que en septiembre. Esta reducción no es un regalo de nadie; es fruto de una lucha cívica y jurídica que comenzó en las calles del Caribe y terminó desmontando un régimen tarifario injusto que nos condenaba a pagar por fraudes ajenos, inversiones futuras y un recargo del 20% que nunca existió en el resto del país.

Esta victoria abre una puerta histórica: La Guajira ya no debe pensarse como periferia, sino como centro de la soberanía energética de Colombia. El futuro del país se está decidiendo aquí, donde el sol y el viento no son paisaje, sino potencia. Pero no basta con celebrar rebajas; necesitamos un plan integral que convierta la coyuntura en una oportunidad estructural.

Sirius debe asumirse como prioridad estratégica. Será esencial para garantizar energía limpia, confiable y anticiparse a crisis futuras. De hecho, las pruebas recientes en el yacimiento confirmaron su potencial volumétrico como uno de los hallazgos más importantes del país.  Según Ecopetrol y Petrobras, el yacimiento tiene “gas in place” superior a 6 terapies cúbicos, lo que podría duplicar las reservas actuales de gas en Colombia.

El gobierno proyecta que las operaciones podrían comenzar hacia 2029 si se avanza con las licencias y consultas previas con celeridad.  En cuanto a su aporte económico, las estimaciones indican que Sirius podría generar regalías y recursos fiscales por cerca de 4.000 millones de dólares entre 2029 y 2050, a través de impuestos, regalías y derechos económicos relacionados.

Para La Guajira, este proyecto representa una fuente nueva y sustancial de recursos. No solo cantidades monetarias: significa empleo directo e indirecto, desarrollo regional, nuevas cadenas productivas que pueden multiplicarse con el valor agregado del gas y energías limpias.

Segundo, implementación incremental. No podemos esperar milagros de un día para otro. La transición energética debe avanzar paso a paso, consolidando logros: reducción tarifaria, desmontes regulatorios, fortalecimiento comunitario y mejoras técnicas en la red.

Tercero, diversificación con el gas como base. El gas natural debe ser entendido no como obstáculo, sino como columna vertebral de la transición, porque nos da estabilidad mientras consolidamos renovables y exploramos nuevas tecnologías.

Cuarto, encadenamientos productivos. La energía no debe ser solo para alumbrar casas, sino para industrializar La Guajira. Explotar con responsabilidad para modernizarnos: plantas de hidrógeno, industrias creativas, turismo energético y formación de mano de obra calificada.

Quinto, modernización de la infraestructura eléctrica. Es hora de digitalizar el sector. Redes inteligentes, medición avanzada y control de pérdidas no técnicas con tecnología, no con injusticias en la factura.

Sexto, investigación y desarrollo. La Guajira puede ser el laboratorio nacional de innovación energética. Universidades, empresas y comunidades deben impulsar soluciones locales: desde sistemas de microred en rancherías hasta nuevos modelos de almacenamiento y eficiencia energética.

Y séptimo, diálogo y participación democrática. Porque ningún plan funcionará si no se construye desde la unidad. Gremios, academia, usuarios, iglesias y movimientos sociales: todos debemos ser parte del diseño de la soberanía energética.

En esta hora crucial, La Guajira no solo exige tarifas justas; exige respeto, inversión y visión de largo plazo. Que nuestra tierra deje de ser vista como “problema eléctrico” y se reconozca como la reserva estratégica que puede encender el desarrollo de Colombia.

La rebaja en la tarifa es una señal. Pero la verdadera victoria será cuando cada hogar guajiro reciba energía confiable, cuando cada joven encuentre en esta transición un empleo digno, y cuando Colombia entera entienda que el Caribe no es un lastre: es la chispa de su futuro.

 

Juana Cordero Moscote 

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