LA HISTORIA DE LOS PRIMEROS TELEFONOS EN SAN JUAN DEL CESAR – PARTE 1

PREAMBULO: Conviene tener en cuenta que esta historia fue escrita en 2007, es decir, hace 18 anos. Por lo tanto, es divertido encontrar que los vaticinios de ese entonces, casi todos se han cumplido. Espero que disfruten esta película escrita.

Una rápida mirada a la historia de las invenciones, demuestra que en los últimos 50 años la humanidad ha avanzado más que en los 20 siglos anteriores. El apalancamiento de las innovaciones es asombroso, por decir lo menos. En el campo de las comunicaciones, por ejemplo, observamos que los nuevos teléfonos celulares incorporan agenda electrónica, archivos de música con sistemas MP3 y conectores para video-conferencias por internet. Para el futuro se espera el predominio del internet móvil fusionado con los sistemas GPS, lo cual permitirá la ubicación de promociones comerciales atractivas, localización de rutas y lugares, facilidad para el encuentro de personas, disfrute de actividades lúdicas y, en fin, para todo lo que la imaginación y la mercadotecnia sean capaces de predecir.

Sin embargo, mucha agua tuvo que correr bajo los puentes que hoy  surcan los arroyos de la tecnología comunicacional, para que hayamos llegado a la filmación casi imperceptible y en tiempo real de la ejecución de Saddam Hussein, la cual se hizo clandestinamente desde un teléfono celular. Mucha investigación ha transcurrido  desde que Martín Cooper, considerado el “Padre de la Telefonía Celular” pusiera en operación el primer radio-teléfono con este sistema en 1973 en Estados Unidos. Años más tarde en Tokio, en 1979, fueron inaugurados los primeros sistemas comerciales NTT y luego en los Países Nórdicos, en 1981, se introdujo el AMPS (Advanced Mobile Phone System), antes de que finalmente en Chicago, en 1983, fuera inaugurado el primer sistema comercial de telefonía celular masivo en el mundo.

Antes de los celulares, el medio masivo de comunicación inalámbrica era el Radio-Teléfono, el cual funcionaba con un sistema de antenas y torres que generalmente tenía una cobertura de 25 canales. Eso era, en esencia, la fusión de dos inventos trascendentales para la humanidad: el teléfono, inventado por Alexander Graham Bell en 1876 y la comunicación inalámbrica, divulgada en 1894 por el joven italiano Guglielmo Marconi. Hoy en día el sistema de división del territorio en pequeñas células o celdas hexagonales, multiplica la limitada cobertura que antes tenían los canales de las antenas y permite que miles de usuarios puedan usar el teléfono al mismo tiempo.

Por razones obvias, la tecnología llega primero a las urbes y luego se esparce a las regiones apartadas. Mi primer contacto con un Radio-Teléfono fue en San Juan del Cesar en el año 1968. Para aquel entonces, mi madre estaba en Bogotá, donde pronto sería operada. Eso coincidió con la primera visita que un Papa realizaba a Colombia. Se trataba de el Papa “Paulo VI”, quien fue recibido por el Presidente Carlos Lleras Restrepo. Y mi padre nos llevó a las oficinas de la Federación de Algodoneros, en la Avenida Félix Arias, cerca de la Bomba de Los Jubales, donde hoy funciona un establecimiento popular de billares y venta de cerveza. Allí estaba el único Radio-Teléfono de la región. Desde allí llamamos a Bogotá. La comunicación era con ecos profundos e interrupciones permanentes. Era un aparato negro, inmenso, que tenía botones redondos y luces rojas intermitentes, desde donde emanaban sonidos penetrantes que ejercían automática intimidación. De un extremo del aparato salía un cable flexible de espirales enrollados que en su final tenía una protuberancia octogonal que fungía como micrófono. Este micrófono tenía un botón lateral que había que obturar mientras el llamador hablaba y luego dejar libre para escuchar al interlocutor. Obviamente para un niño asustado esto resultaba imposible de manejar. Durante los 3 días anteriores a la cita, mi padre nos había anunciado, a mi hermano Javier y a mi, que “hablaríamos” con nuestra madre. Pero la frustración fue bastante grande, pues yo no sentí que había “hablado” con mi madre. Mi primera experiencia con el Radio-Teléfono resultó angustiosa.

Luego tuve una ligera reconciliación con mi angustia comunicacional cuando fuimos a Valledupar. Allá vivía mi abuela Altagracia Ariza, quien se había mudado recientemente a esa ciudad. Mejor dicho, a ese pueblo un poco más grande que San Juan del Cesar. Y allá había teléfono. El número era 2207. Nunca se me olvida. Y desde Valledupar llamaríamos a mi madre, que estaba en Bogotá en casa de Alfredo Ariza y Ana Elena Del Castillo. Pero yo no sabía que las llamadas se hacían por intermedio del 01, que era el conmutador de Telecom, a través del cual se solicitaban las llamadas de Larga Distancia. En esta ocasión si pude escuchar claramente la voz de mi madre. Y entonces la cosa me gustó bastante. Tanto, que en cada descuido de mis tías Yolanda y María Cristina, yo marcaba el 32-49-64, que era el teléfono de Alfredo Ariza en Bogotá, ¡pero nada…!  Nunca me salía la llamada. Sólo días más tarde vine a entender cómo funcionaba el 01, donde uno “pedía” las llamadas de Larga Distancia.

Cuando regresamos a San Juan, yo sentía una extraña añoranza por Valledupar, sin saber que era una nostalgia originada por el teléfono. Eso significaba una distancia tecnológica enorme entre dos pueblos, pues estando en uno podía hablar con mi madre ausente y estando en el otro no podía hacerlo. Pero ya en San Juan del Cesar, aun sin teléfono, podía contarle a la gente que habíamos hablado con mi madre. Y no a través de ese armatoste de la Federación, sino desde la misma casa de mi abuela en Valledupar. Ya había probado una tecnología más fina y efectiva. Ya no me podían echar cuentos de teléfonos así no más.

Con esa “experiencia telefónica” ya vivida, recuerdo una visita posterior a Barranquilla a comienzos del año 1970. Viajé desde el aeropuerto de San Juan del Cesar en un avión de Aerocóndor, con mi tía Marina Gámez y mis primas Isabel Marina y María Carolina Giovannetti Gámez. “Chachi” y “Mita”. Ellas iban a estudiar  al Colegio “Saint Mary” en Barranquilla y yo iba solamente por pocos días, a una revisión donde el Oftalmólogo. Mi proyecto de estudiar en Barranquilla era para el año siguiente. Nos alojamos en casa del Dr. Jose Manuel Daníes y su esposa Icha Rincones, en el barrio Las Delicias. Fueron 10 días inolvidables, pues disfrutamos muchos lugares de Barranquilla. En casa del Dr. Daníes conocí de primera mano la férrea disciplina impuesta por su hija Raquel Daníes. Allí el guineo como aperitivo de las comidas, era de obligatorio consumo y sin derecho a réplicas. También recuerdo las deliciosas peritas rosadas de un árbol del patio, cuya dulzura se enaltecía en nuestro paladar, tal vez porque nunca las habíamos visto en San Juan. Y también recuerdo el teléfono de la casa. Era negro, pesado, con un disco perezoso y con un recogedor de voz al final de la bocina. Estaba localizado a un lado del comedor sobre un mueble que era una simbiosis de silla y mesa, un mueble de esos que ya no se usan ni en los pueblos más apartados. En ese mueble se sentaba el usuario a conversar. La mesita tenía un plano más alto donde se ubicaba el aparato y debajo del mismo, a la altura del asiento, un espacio para alojar el directorio telefónico. El de Barranquilla era grueso, mucho más grueso que el de Valledupar, que era como un cuaderno de esos de 50 hojas que se usaban en el Colegio. Definitivamente, el directorio de Barranquilla era muy grueso. Y pesado. Yo me ponía a hojearlo por largos momentos. Y me quedaba mirando el teléfono. Y me daba un poco de envidia cuando mi tía Marina ponía a Mita y a Chachi a marcar y a hablar por teléfono. Yo me quedaba mirándolas. Hasta que tía Marina me dio la oportunidad de hablar por teléfono y me puso a preguntar por José Parody, quien estaba alojado en el Hotel Real. Y  entonces puse mi voz de locutor de pueblo y pregunté: “¿Está el Señor Joseíto Parody?”

Esa corta conversación me acrecentó la confianza al darme una nueva experiencia telefónica antes de regresar a San Juan del Cesar y volver a Barranquilla al año siguiente, ya en calidad de estudiante del “Liceo de Cervantes”. Para aquel entonces, yo vivía en casa del Dr. Eduardo Núñez Palmera donde también el teléfono era negro y de disco perezoso, igual que el aparato de la casa del Dr. Daníes. Y también tenía su mueblecito en el comedor. Mejor dicho, en esa época ese mueblecito no faltaba en ninguna casa. Pero ese teléfono casi no lo podíamos usar, no porque nos fuera vedado, sino porque las hijas del Dr. Núñez, Clara y Marta, eran unas muchachas de 17 y 18 años respectivamente, y ambas tenían novio. Así que ya supondrán ustedes que ese mueblecito tenía una intensidad de uso muy alta por parte de estas jovencitas. Por lo tanto, a mi casi nunca me llamaban al 47-826, que era el número de la casa del Dr. Núñez.

Cuando terminó el gobierno del Presidente Carlos Lleras Restrepo, lo sustituyó Misael Pastrana Borrero, quien llegó a la Presidencia  en medio de unas elecciones polémicas y muy reñidas. Pastrana sería el último Presidente del “Frente Nacional”, que era un pacto que intentaba acabar con la violencia política partidista, luego de que Liberales y Conservadores se trenzaron en disputas sangrientas e interminables durante todo el Siglo XX. El pacto para alternarse 16 años en el poder había comenzado con Alberto Lleras Camargo (1958-1962, Liberal), Guillermo León Valencia (1962-1966, Conservador), Carlos Lleras Restrepo (1966-1970, Liberal) y debía terminar con Misael Pastrana Borrero (1970-1974, Conservador). Sin embargo, no estaba en el presupuesto político de los suscriptores del convenio de esta alternación de poder, el renacimiento político y la simpatía popular que había logrado despertar en las entrañas populares el candidato, General Gustavo Rojas Pinilla. Y casi gana las elecciones. Mejor dicho, las ganó, según la opinión de muchos. Y como esas elecciones fueron el 19 de abril de 1970, los rebeldes que enarbolaban las banderas del cambio político en nombre del General Rojas Pinilla, decidieron bautizar con el nombre de Movimiento 19 de Abril (M-19) el grupo insurgente que nació para esas calendas. Un grupo que dio y sigue dando de qué hablar en la historia política de los últimos 35 años en Colombia. Así, en medio de ese ambiente político turbulento, asumió la Presidencia de Colombia Misael Pastrana Borrero, quien fue el primero en bautizar un Plan Nacional de Desarrollo, el cual se llamó “Las Cuatro Estrategias”. Este plan básicamente intentaba apuntalar la competitividad nacional priorizando el desarrollo de las cuatro principales ciudades de Colombia (Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla),  a través de un modelo pivotante de desarrollo e infraestructura productiva, especialmente enfocado a crear centros urbanos fuertes, que actuaran como epicentro de subregiones autosuficientes. Pero desafortunadamente este modelo relegó el desarrollo del campo y el surgimiento de las ciudades intermedias y los poblados más pequeños. Años después, durante el gobierno del Presidente Alfonso López Michelsen (1974-1978), cuyo Plan de Desarrollo se denominó “Para Cerrar la Brecha”, se vio un poco la reconciliación del gobierno con el campo y los pueblos marginados. Un hecho fundamental fue la llamada Interconexión Eléctrica Nacional, cuyo efecto facilitó la expansión de la telefonía hasta los más apartados pueblos y veredas de nuestra geografía.

Para el año 1975 yo me había ido a estudiar a Bogotá y para esa época cursaba mi último año de bachillerato, también en el Colegio Liceo de Cervantes de la capital. Para aquel entonces, en San Juan del Cesar había una oficina de Telecom que quedaba en la carrera 5, entre la casa de Chave de Hinojosa y el Colegio Gabriela Mistral. Fue una oficina temporal, antes de trasladarse a la sede del Edificio Principal que hoy todavía ocupa en el Centro de San Juan del Cesar. Allí había un par de cabinas donde la gente se encerraba a gritar, porque nuestra naturaleza de hablar a altos decibeles sumada a la a veces escasa recepción de los aparatos, hacía imperativo que las conversaciones se desarrollaran a grito templado. Y por consiguiente, los temas tratados eran de dominio público, incluso, los más privados. Hoy se hace una valoración más justa del estoicismo de nuestras madres, quienes religiosamente los domingos hacían esperas interminables que duraban fácilmente una mañana completa, mientras esperaban que “saliera” la llamada para poder hablar con los hijos que estábamos estudiando fuera del pueblo.

Esta fue una constante durante muchos años, la que a veces era aliviada cuando las personas iban directamente a la oficina de Telecom en Villanueva, un pueblo similar a San Juan del Cesar distanciado 25 kms por una carretera sin pavimentar. En Villanueva había una antena receptora de la señal, lo cual la convertía en el más importante epicentro regional de las comunicaciones del Sur de La Guajira. Para esta época fue la primera vez que se me vino a la mente el discernimiento remoto, imposible e idealizado de que alguna vez existirían teléfonos que uno pudiera tener en el bolsillo, para poder llamar a quien uno quisiera y para recibir llamadas de cualquier persona en cualquier lugar y en cualquier momento. Esas películas mentales me surgían de vez en cuando como una respuesta inefable y automática, cada vez que tocaba tragarse el polvo de algún bus o cuando el cansancio obligaba a cerrar los ojos del sueño durante los viajes a Villanueva para hacer una simple llamada telefónica….

Orlando Cuello Gámez

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2 comentarios de “LA HISTORIA DE LOS PRIMEROS TELEFONOS EN SAN JUAN DEL CESAR – PARTE 1

  1. María Angélica Suárez Orozco dice:

    Excelente memoria fotográfica del escritor y bellos recuerdos de esos tiempos que no volverán y quedarán en el olvido que seremos. Gracias por compartir esta fascinante película escrita por mi amigo Landy Cuello

    • Indira Murillo Giovannetty dice:

      Excelente histotoria me lleva a recorder esas epocas de los telefonos en San Juan y tambien aprendi historia politica de nuestro pais

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