LA SEGURIDAD PARA EL DESARROLLO

Abordo con determinación y sin descanso los asuntos asociados a la seguridad como vehículo de desarrollo luego de conocer los últimos registros que dieron cuenta de las serias alteraciones del orden público y de la afectación absoluta de la estabilidad ciudadana en La Guajira, por cuenta de la presencia de grupos armados al margen de la ley que insisten en perpetrar acciones terroristas con el firme propósito de lograr el posicionamiento de un plan expansionista y del aumento de sus filas a través de un esquema de reclutamiento que vincula a una parte de nuestros jóvenes, generando un impacto negativo en las percepciones ciudadanas y en las realidades diarias. Este pudiera ser el tamaño del problema; sin embargo es posible que alrededor de la acción delictiva surjan elementos que pulvericen los avances que en el último tiempo se han reportado desde el gobierno departamental; en los que ha sido posible controlar a quienes ven a nuestro Departamento como geografía propia para el negocio de las economías criminales.

Fenómeno que se caracteriza por el aumento de la extorsión a comerciantes, el despojo de tierras y otros delitos afines a estos grupos.

Recientemente conocimos acerca de un acto terrorista que provocó la voladura del peaje en Alto Pino, en la vía que de Riohacha, conduce a Maicao, y de otras acciones delincuenciales, donde aparecieron símbolos alusivos al autodenominado E.L.N.

Esta misma realidad y su diagnóstico, donde los reportes que indico en esta columna son producto de lo que muestran las fuentes oficiales, me invitan a llamar, con escala de trámite de urgencia, al gobierno nacional para que defina cómo salvarnos del posicionamiento irregular de estos ejércitos que nos niegan la seguridad y el desarrollo como pilares de una sociedad históricamente productiva.

Mi condición de ciudadana asociada a la sensible tarea de servir, me impulsa también a no callar frente a lo que es una escala de deterioro que hoy nos daña en el núcleo productivo y nos aleja de la competitividad comercial y turística como pueblo que vive en las bondades de la frontera.

La tradición del conflicto nos muestra sin las herramientas necesarias para poder combatir ante estas estructuras; por ello y para salvaguardar la producción y la tranquilidad integral de nuestra gente, es imperiosamente necesario que el problema se atienda al más alto nivel; entendiendo que el gobierno nacional ha dicho que desea triunfar en el ejercicio de la soberanía.

No es con el alcance parroquial de nuestras fuerzas que vamos a doblegar a estos ejércitos del mal; es con todo el alcance de nuestra institucionalidad, de nuestras Fuerzas Militares, de nuestra Policía, de la Dirección Nacional de Inteligencia y de todo el monopolio de las armas oficiales para poder salvarnos.

Este es el real tamaño de nuestra realidad: es la estatura de un problema que nos destroza la seguridad y nos niega el desarrollo.

 

Carolina Issa Morales

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