Las tierras de Colombia no son improductivas por voluntad o negligencia de sus dueños; sino porque las condiciones impiden que sean productivas. Nadie pierde plata por gusto. Se aplica para ambos lados. Ni la gente deja de producir si es buen negocio; ni produce si no lo es. Es una ley elemental del mercado.
La idea de Petro sostiene que hay unos “terratenientes improductivos” que acaparan las tierras y que, si el Estado las comprara, después de hacer inviable la tenencia -es decir las expropia-, estas tierras se volverían productivas.
El candidato Petro leyó las cifras sobre la cantidad de tierra; y no ha llegado a la parte de la lectura en donde le cuentan sobre la oferta y la demanda de productos, los costos de producción, los problemas de comercialización y los obstáculos de seguridad.
Veamos por ejemplo el café, hoy con precios extraordinarios. Si insistiéramos en sembrar más café; seguramente el aumento de la cantidad llevaría el precio hacia abajo. Sucede hoy con el arroz, luego de un alza de precio, muchos sembraron. Con la pandemia se consumió menos arroz y hoy más del 40% de la cosecha de arroz no sólo no se puede vender; sino que no hay ni siquiera donde guardarla.
La organización de la producción que con esfuerzo hacemos en Colombia muestra parte de las dificultades. Los esfuerzos de agricultura por contrato son un avance frente a la negativa de los productores de participar en mercados de futuros y opciones. Nada de eso parece preocuparle el candidato.
La tierra que no es “productiva” es apta para algunos tipos de cultivos, no todos. A eso súmele el acceso -vías terciarias- que encarece la producción o limita las posibilidades. Luego viene el problema del mercado, quién compra y a cuál precio.
Claro que el mundo está dispuesto a comprar comida; pero barata. La comida que producimos los colombianos no lo es, por rezagos en tecnología y competitividad. ¿Por qué el mundo nos iba a comprar nuestra comida más cara?
¿Y si nos restringimos como pretende la izquierda a la “soberanía alimentaria” y obligamos a nuestros ciudadanos a comprar y consumir solo nuestra comida más cara? Los colombianos más pobres tendrán que pagar más por la canasta básica. Alguno dirá, pero tendrían empleo. Los estudios existen y muestran que los beneficios del libre comercio son mayores. Además, si nos cerramos, nos cierran. Si decidimos impedir importaciones tampoco tendremos exportaciones.
Vienen entonces los problemas de seguridad. Empiezan por la seguridad jurídica. La incertidumbre de que se pueda perder la tierra impide las inversiones costosas. Hay incertidumbre por la mala utilización de la ley de restitución de tierras. La hay además en los problemas de la falta de titulación, que van desde las trabas jurídicas, hasta el debate de los baldíos y la UAF. Nadie invierte cuando además de la tierra puede perder el dinero que destine a desarrollarla.
El mayor obstáculo es la seguridad. ¿Cómo trabajar si los violentos amenazan? No hay inversión cuando producir implica arriesgar la vida, la libertad y los ingresos propios, de la familia y los trabajadores. El homicidio, el secuestro, la extorsión son flagelos persistentes en el campo colombiano. El caso de Arauca -el más terrible, pero no el único- muestra que no hemos salido de ahí.
Lo primero para sacar el agro adelante es garantizar la seguridad. Mientras los colombianos no puedan trabajar en el campo sin miedo, no habrá desarrollo. Amenazar con expropiación a quienes han tenido que soportar la violencia, es el epílogo de quienes niegan el daño que los violentos le han hecho al país. La mayor causa de improductividad de la tierra en Colombia ha sido la violencia, en la que Petro lleva culpas.
Paloma Valencia