“LA VERDAD NO PUEDE MENTIR”.

El 28 de agosto en mi municipio, Fonseca, La Guajira, se celebra el día de su patrono San Agustín y en ese contexto, el Festival del Retorno dónde memoramos una frase célebre te ‘Fracho’ Medina, “Fonseca, volver a ti es repetir la dicha de nacer”, resumen la importancia de la fecha.

Cuánto añoro que así estuviese la humanidad, pero el comportamiento del ser humano nos ha arrebatado la dicha de abrazarnos y muchas veces de reencontrarnos. Hoy en medio de esta crisis mundial quiero empezar hablando de San Agustín, quien al leerlo me hace no sólo ser más creyente en Dios, sino también me hace orgulloso de ser fonsequero; cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

La frase que más me gusta de San Agustín es LA VERDAD NO PUEDE MENTIR”.

Quiero referirme a qué tan cerca estamos de tener una sociedad civilizada y la verdad lo veo años luz, sin ser pesimista; la intolerancia para dirimir las diferencias, un tejido social deteriorado por la violencia, la envidia, el resentimiento, la agresividad que se refleja día a día en las redes sociales, el lenguaje de los líderes muchas veces polarizadores agresivos, incluso injuriosos, atentan con la dignidad del ser humano.

San Agustín, “hijo de las lágrimas de su madre”, como él mismo se autodenominó, en su máxima obra llamada ‘La Ciudad de Dios’, qué contiene su pensamiento político, exponiendo tres perspectivas agustinianas, una de ellas es la visión optimista del Estado y señala que la estimación positiva del Estado se desprende de la idea agustiniana de que la sociedad política sigue la tendencia natural del hombre de aunar esfuerzos para el bien, a modo de una ampliación de la vida familiar. El Estado vendría a ser entonces, como una gran familia, en la que los miembros cooperan y se ayudan mutuamente. Y concluye con el concepto de pueblo:« Populus est coetus multidinis rationalis, rerum quas diligit concordi ratione sociatus», un pueblo es un grupo de seres racionales, unidos entre sí y que aman las mismas cosas”

Pero San Agustín también tenía una visión pesimista del Estado y señalaba: Esta valoración negativa atribuye el origen del Estado al pecado, en oposición a la ciudad de Dios la ciudad o el estado de este mundo vendría ser la ciudad del diablo y consecuentemente toda la práctica política sería considerada indigna de los ciudadanos de Dios.

Esta perspectiva pudiese ser puramente escatológica, pero yo creo que la violencia, la envidia el resentimiento y los demás males que hoy nos siguen dañando, para los cristianos son pecados. Y San Agustín lo resumía diciendo “La consecuencia del pecado es el quebrantamiento de la comunicación entre los hombres”.

Ojalá analicemos con juicio estas perspectivas y nos ubiquemos en la unidad, el bien común y definitivamente valoremos más el ser que el tener, además, saber conjugar el yo y el tú, indistintamente y con generosidad. Sin embargo, a pesar de esta unidad de los seres humanos, querida por Dios desde el principio de la historia humana, abundan

dos especies de hombres: Abel y Caín.  Los dos son seres racionales, descendientes de  un mismo padre, del cual procedía hasta la madre de ellos. Son hombres, pero de voluntad bien diferente, así cada uno conlleva por lo menos la posibilidad de una nación radicalmente distinta. A partir de ahí, según sigan los hombres a uno u otro, se dividen en dos pueblos, el que ama el bien y el que ama el mal. Abel, es el fundador del primero, mientras que el segundo, por Caín. Desde entonces, la historia de estos dos pueblos se fusiona a la historia, o se puede decir que es la historia misma.

Quiero que estas palabras no tengan una impresión religiosa, sino más bien una reflexión de este gran maestro San Agustín, el más ilustre entre los cuatro más importantes padres de la iglesia, quien luego de una juventud pagana, gracias a las oraciones de su madre, Santa Mónica, se decide por la vida cristiana y se dedica de pleno a la actividad episcopal, pero quien nos lleva a un pensamiento sensato, y que en lo personal me resulta consecuente por el equilibrio al que nos conduce el creer en Dios, dijo San Agustín: “La inteligencia es la recompensa de la fe”, que sea pues la inteligencia, la recompensa de la humanidad.

 

Misael Velasquez Granadillo

Abogado / Ex Alcalde de Fonseca

 

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