Los votantes hemos caído en el error de sobrevalorar a los candidatos por encima de nuestro poder decisorio, somos nosotros los protagonistas de la elección. Sin embargo, hemos desdibujado nuestro rol al exigir prebendas previas, vender el voto e incitar violencia. La democracia debemos verla diferente como un bien social y general donde todos quienes eligen y quienes pretendan ser elegidos cumplan su rol fundamental.
En la reciente historia política de Colombia no se tiene registro sobre una campaña electoral como la actual para escoger los nuevos congresistas y al nuevo presidente de la república. La conformación de coaliciones entre partidos para presentar listas al congreso y candidatos presidenciales le dan un toque especial a esta contienda, así como las listas que se presentan de grupos significativos de ciudadanos y movimientos políticos por firmas han atomizado la fortaleza de otrora que abanderaban los partidos tradicionales. ¡Esta vaina está para alquilar balcón! Aunque haya lunares el principio general es que hasta hoy Colombia es un país democrático por excelencia, se permite libremente la realización de elecciones y cualquiera puede participar en ellas, aunque sea en cuerpo ajeno como le pasa al grupo político de las camisetas con rostro de otro.
Pero más allá de lo anterior, la otra cara de la moneda la protagonizan los electores quienes ejerciendo su derecho al voto hacen efectiva su participación en un Estado democrático, a su vez eligen a sus representantes y toman decisiones sobre asuntos públicos. No obstante, el papel de los votantes en las campañas proselitistas y eleccionarias se ha visto afectado negativamente por culpa propia. La evidencia señala fehacientemente que algunos políticos los han menospreciado, humillado y maltratado por cuenta de las malas prácticas del votante que llevan a colocar en posición dominante al candidato, olvidando quienes son verdaderamente las estrellas de la democracia pues el voto válido ingresado en la urna por los votantes es el que decide quién gana y quién pierde la elección.
Aquí escribo con la responsabilidad de ser miembro activo de campañas a senado y cámara, aunque a eso antepongo mi ética como profesional en estos asuntos la cual me exhorta a tratar con sensatez el tema pero que considero necesario tratarlo para invitar a la reflexión a todos los participantes de los procesos electorales.
Como lo ha dicho reiteradamente la Corte Constitucional el Derecho a elegir es sinónimo de la libertad individual para acceder a los medios logísticos necesarios e informativos para participar efectivamente en la elección de los gobernantes, en una doble dimensión de derecho-función esto atendiendo al artículo 21 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos suscrita el 10 de diciembre de 1948, respecto a los derechos políticos, dando al pueblo el poder de participar en el gobierno de su país, aclarando que la voluntad de éste se puede expresar a través de elecciones auténticas. Por ello con la finalidad de proteger los derechos políticos y garantizar las libertades civiles y políticas, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos indicó en el numeral 25 que “Todos los ciudadanos gozarán, sin ninguna de la distinciones mencionadas en el artículo 2, y sin restricciones indebidas, de los siguientes derechos y oportunidades: a) Participar en la dirección de los asuntos públicos, directamente o por medio de representantes libremente elegidos; b) Votar y ser elegidos en elecciones periódicas, auténticas, realizadas por sufragio universal e igual y por voto secreto que garantice la libre expresión de la voluntad de los electores; c) Tener acceso, en condiciones generales de igualdad, a las funciones públicas de su país”. Ya se dieron cuenta quienes son los verdaderos protagonistas, tú, yo y ellos, todos los que votamos.
Por eso no entiendo por qué algunos candidatos y /o representantes electos se creen seres celestiales o estrellas de Hollywood sedientas de halagos, adoración y alabanzas, más bien son ellos que en virtud del propósito mayor de direccionar la sociedad conforme al principio democrático y al conocimiento real de las necesidades básicas deben untarse de pueblo SIEMPRE, no solo en elecciones pues corren el riesgo de convertirse nuevamente en candidatos pero revocatoria de mandato como hoy lo viven por esta región algún Gobernador y muchos alcaldes.
Pero volviendo al tema para garantizar un sistema electoral libre, justo y competitivo, los electores deben de conocer sus obligaciones y derechos colocando al bienestar común por encima de los intereses particulares, pues su consecuencia directa serán procesos electorales y políticos que funcionen con eficacia. Entre los principios que debemos tener como militantes de partidos y/o movimientos políticos en periodos pre electoral, electoral y pos electoral se han caracterizado y recomendado por algunas Organizaciones No Gubernamentales algunas como estas: i) cortesía y respeto hacia los demás, aunque no correspondan a sus preferencias; responsabilidad por las consecuencias de sus acciones; autodisciplina y adherencia a las reglas requeridas para mantener una democracia constitucional sin la necesidad de una autoridad externa; orientación cívica y disposición para considerar el bienestar común por encima de los intereses personales cuando es necesario; actitud abierta, incluyendo cierto escepticismo sano y el reconocimiento de las ambigüedades de la realidad social y política; tolerancia ante la diversidad, y empatía hacia los demás; paciencia y persistencia en la persecución de objetivos públicos; y lealtad hacia el gobierno y sus valores.
Somos nosotros los pechichones, ¡hagamos lo propio! Seamos responsables de la integridad en los procesos electorales que se avecinan participando de elecciones libres, justas y confiables promoviendo cuestiones como la transparencia, el respeto, la tolerancia y la legalidad. ¡Para eso yo me pongo la 10 y vamos adelante!
Adaulfo Manjarrés Mejía