MUJER, LA PIEL NO BORRA EL LINAJE… ERES RESILIENCIA Y MEMORIA

La Pluma Dorada plasma la página en blanco con la tinta fina de su pensamiento, inspirada en lo que significa ser mujer hoy… y lo que verdaderamente debería significar. Porque el ser mujer, en estos tiempos, se denota con fuerza, pero se connota con prejuicio. Se viste de empoderamiento en el discurso, pero aún arrastra la sombra de siglos de silenciamiento, de clasismo, de racismo… de olvido.

El inicio de la historia: cuando la mujer era objeto, no sujeto, las mujeres, no nacieron libres en la historia. Desde los primeros siglos de la humanidad, la figura femenina fue encerrada entre paredes de piedra y moral, tejida bajo el mandato de lo masculino. Las mujeres blancas de Europa, aunque privilegiadas en su color, fueron propiedad de apellidos y heredades.

Eran «damas» de castillos, esposas de guerra, madres obligadas.

Pero de su propio encierro nació la lucha: Olympe de Gouges fue guillotinada en 1793 por proclamar los derechos de la mujer y de la ciudadana (Davis, 1981)

Mary Wollstonecraft escribió desde la furia y la razón (Wollstonecraft, 1792)

En el siglo XX, las sufragistas rompieron ventanas para abrir caminos (Mohanty, 1984).

Cuando las demás mujeres tomaron la palabra: afro, indígenas, mestizas

Esa misma historia de liberación inspiró, inevitablemente, a las otras mujeres: las racializadas, las empobrecidas, las ignoradas. En África, en el Caribe, en América Latina, empezaron a emerger las voces negras que decían: “No basta con ser mujer, hay que ser mujer negra y reconocida”.

En Colombia, mientras se escribía la historia patria con sangre y machetes, las mujeres afro e indígenas tejían rebeldías desde el fogón, desde la partería, desde la resistencia silenciosa (Espinosa Miñoso, 2012).

La Guajira y sus mujeres: sabias, poderosas, pero negadas

Y en este territorio de viento y sal, la Guajira, las mujeres han sido la raíz viva de los pueblos. Las wayuu paren el universo con su ombligo atado a la tierra. Las afroguajiras cargan el ritmo de tambores ancestrales en su sangre. Las campesinas de la Sierra riegan con sudor las trochas invisibles de la dignidad.


La herida interna: racismo entre nosotras

El clasismo femenino duele más cuando nace entre hermanas (Lugones, 2008)

Cuando una mujer con poder rechazar a la otra por su trenza, su acento, su apellido o su etnia. Duele ver cómo algunas, al trepar por la escalera de los títulos, pisan a las otras mujeres que se quedaron abajo. Se les olvida de dónde vienen, de quiénes son hijas. Confunden éxito con supremacía. Se maquillan de feminismo, pero no han leído ni su propia historia.

Una tierra que no lee, una mujer que se olvida

La Guajira, nuestra casa, es un territorio de riqueza profunda: natural, ancestral, femenina, pero está sumida en una ignorancia fabricada por la corrupción, por la desconexión con la lectura, con el pensamiento, con el reconocimiento del otro.

 El llamado: autor reconocerse es sanar la historia

Esta crónica no es una queja: es un llamado. A todas las jóvenes, a las estudiantes, a las líderes, a las maestras, a las lectoras. Autorreconocerse es el primer paso hacia la libertad verdadera. No hay empoderamiento sin identidad. No hay sororidad sin respeto por las diferencias.

 La pluma no calla: seguimos escribiendo la historia

La historia de las mujeres no está terminada. La estamos escribiendo nosotras. Hoy, aquí. Desde la Guajira, desde la escuela, desde el aula, desde la casa, desde la comunidad.

La Pluma Dorada de la Guajira escribe esta crónica para que no olvidemos de dónde venimos, para que no repitamos la cadena del desprecio, y para que nos autorreconozcamos como tejedoras de un mismo universo.

Porque el racismo entre mujeres es ignorancia. Y la ignorancia se combate con historia, con lectura, con conciencia, con identidad.

Delia Rosa Bolaño Ipuana 

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