PESTE LARGA Y BRUTAL …  VIDAS CORTAS Y VALIOSAS

En Villanueva, Urumita y en el Valle desde la Paz El Molino y San Diego, en el Tupe se consigue buen enfermo y la peste ha llegado hasta Manaure, lloran los pobres, lloran los ricos, lloran las madres por sus niñitos”

Como la música tiene función medicinal, terapéutica, de alivio, de consuelo  y es sanadora, es oportuno recordar que fue  en el año 1948 cuando con su guitarra y su voz, “el Jilguero de la sierra nevada” Guillermo Buitrago acompañado por Ángel Fontanilla, “El mocho Rubio” y Efraín Torres, grabaron la canción titulada “La peste” de la autoría de Rafael Escalona que viene a la mente en este momento de justificadas tribulaciones para la humanidad, a esa obra musical corresponde el aparte que hemos transcrito.

Pasa el tiempo inexorablemente, con sus meses, semanas y días, con sus subidas y bajadas nuestra gente sigue muriendo, ante la impotencia humana para detener la mortandad, ya como dice Aurelio Núñez, no nos quedan lagrimas para llorar a nuestros familiares y amigos que han partido en su viaje sin retorno, dejando a su paso con rumbo a sus ultimas moradas, una estela conmovedora de soledades, desesperanza, incertidumbres y orfandad.

Han perdido su batalla contra el virus mortal, y ganado su lugar en el reino de los cielos muchos ciudadanos y ciudadanas útiles a la sociedad, personas que predicaron con el ejemplo, y seguramente ya están perdonados sus pecados, nos hacen falta, pero ya no necesitan nada porque comenzaron la verdadera vida, donde las cosas materiales son insignificantes, así hemos despedido en la plenitud de sus primaveras mentales, en los últimos meses  a los primos Tomas,  Hernán y Augusto  Medina, Edgar y Andrés Vicente Acosta, cinco hijos que todavía Monguí y la familia  lloran, y otros  que igual,  mucho tenían aun para aportar a la sociedad entre ellos mis buenos   amigos desde La Divina Pastora, Javier y Chichi Pinedo Daza, y Marquitos  Mengual, mis contertulios José Lubo Pushaina, Eusebio López  y José Villalba Hernández con quienes compartí gratos momentos en Maicao en aquel tiempo cuando  se podía pescar por las noches, así como Elubis Duarte uno de los reconocidos dirigentes  de su pueblo Cotoprix.

Igual fueron a su encuentro con el altísimo, sin sin vísperas ni aplazamientos buenos amigos de mi padre, cuyos afectos herede, Roger Romero, Manuel Mengual Meza, Enrique Herrera Barros, Monchero Henríquez, Alfredo y Nazly Lubo, y les siguió por el mismo camino inescrutable un carnavalero de los talones a la mollera, Ivan Bruges destacado embarrador y promotor cultural.

Para dar fe de su paso entre nosotros, perdimos sus amigos, su familia, el notariado, Fonseca y La Guajira a un intelectual a carta cabal, un catecúmeno convencido que brillaba con luz propia en la evangelización y en las tertulias sobre música vallenata, Jaime Azar Martínez, bailaor y buen conversador, tampoco tenia en sus planes abandonarlo todo para partir sin retorno, y sin la dicha de volver a nacer.

La parca sigue su macabro periplo entre nosotros, mientras la indisciplina social y la ignorancia la siguen  desafiando irresponsablemente sometiendo a impredecibles designios a la gente que si se cuida, están jugando ruleta rusa con un enemigo que nadie conoce, que es letal y que generalmente se lleva a la gente que sirve, a los líderes  de opinión, a los patriarcas de sus familias, a los defensores de los derechos de sus semejantes, a quienes tejen de día lo que la gente mala desteje por las noches.

El lacerante dolor ante las perdidas irreparables, es potenciado por  la imposibilidad de abrazar a los afligidos, por el distanciamiento impuesto por la fiera invisible, y el deber de distanciamiento que impide acompañar en la santa velación para iluminar el camino de los que han emprendido la larga marcha de la gloria para llegar a los celestial, ya no se pueden decir palabras de consuelo entre el aroma y los sorbos de café a las personas que se quieren en su justificado  duelo, y los amigos de los difuntos ya no coincidimos en el mismo lugar para rendir homenaje a su memoria, ahora todo es frio, distante y como si se rindiera culto a la indolencia.

Insistimos en nuestra esperanza que se repetirá la historia, sucederá igual que en 1920 con la Gripe Española, que así, súbitamente como apareció, desapareció nos contaba Babo Medina nuestro abuelo autodidácta, filosofo e historiador.

Reiteramos   nuestras expresiones de solidaridad con todas las familias que han perdido a los suyos en este interregno de tiempo oscuro y letal, comprendo su desconcierto, y admiro su fortaleza fruto de su convencimiento que definitivamente, hay que afrontar el dolor con gozo, cuando cumplimos el sagrado deber de entregar a Dios lo mejor que se tiene.

Luis Eduardo Acosta Medina 

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