Durante el inicio de la declaratoria de cuarentena en Colombia, en el mes de marzo 2020, lo que más me produjo ansiedad y preocupación fue el estado de mi familia, lejos de mí, en mi natal Valledupar, pues todos los miembros de mi núcleo familiar directo y cercano, como el de millones en Colombia, pertenecen al sector informal de este país, solo pensé por un momento en que todos somos animales de costumbre, por lo cual sería, en alguna medida fácil para muchos adaptarnos a un encierro obligado, o por lo menos a ver frente a nuestros ojos como la vida tenia que darnos un cambio brusco que nos alejaba de la cotidianidad, está que antes nos podía aburrir, hasta que nos vimos avocados a alejarnos de hasta la más mínima manera que teníamos de escapar de nuestros pequeños espacios; antes ir a la tienda, caminar por unas cuantas calles cerca a nuestras casas, rodar por las vías, lo veíamos como un gesto insignificante.
Pero cuando esas fáciles y pequeñísimas acciones se convirtieron casi en un lujo, en un elixir de vida y exclusividad, creo que muchos empezamos a reflexionar y a entender, sobre los bienes más placenteros de nuestras vidas, la autonomía, la libre locomoción, la libertad, vimos como lentamente y a medida que cada noche llegaba a su máximo esplendor, ya no había un lunes que nos aburriera o nos diera tristeza, vimos como no había un viernes o un sábado que nos llenara de loca excitación por organizar planes callejeros con un grupo de amigos o simples conocidos; de repente todo comenzó a ser igual, un día mas que empezaba y terminaba, una noche mas en la que nuestro mayor dilema era pensar en que pijama ponernos, que medias usar al otro día, o en que jeans viejos colocarnos para trabajar desde casa o emprender la lucha de la informalidad, que para muchos durante esta cuarentena, por lo menos al inicio, se convertía en casi un delito por ejercer; hasta que recordábamos que tal vez no habría mucha gente en las calles a quien lucirle nuestros atuendos, cuanta decepción para algunos.
En este punto y después de todas estas palabras, vuelvo a retomar las primeras líneas de este escrito, para dar gracias a la vida y a esa fuerza superior, que muchos tendemos a llamar de forma distinta, porque mi familia entera ha podido avanzar y mantenerse unida y con fuerza ante este enemigo insignificante e invisible al ojo humano, pero tan letal para algunos, como una bala directo en la cabeza.
Espero en que muchos hoy puedan dar estas mismas gracias por esta situación actual, por tener a los que quieren cerca o lejos, pero vivos y sanos, y finalmente confío en que si algo nos ha debido enseñar esta mala pasada de la historia de la humanidad, es a ser mas tolerantes, respetuosos, amorosos, cálidos y a saber encontrar en los pequeños y diminutos detalles de la vida, los mas grandes tesoros y apreciables momentos, porque hay mucho más que zapatos y ropa envidiable, nada se iguala a saber que puedes seguir viendo vivo a quien amas y a seguir interactuando con una sociedad entera de forma vibrante y elocuente.
Jhon Hernandez Urbano
Medico Especialista Gerencia de Servicios de Salud y en Salud Ocupacional