REFLEXIONES EN EL DÍA DE LA MUJER

En este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, me resulta muy grato escribir sobre quienes, así sea común negárselo, han sido irremplazables en el progreso de la humanidad. Aporte que viene creciendo en la medida en que las mujeres ganan terreno en el trabajo remunerado por fuera de sus familias y en sus derechos legales, a la par que pierden respaldo las concepciones machistas, porque entre los varones, y las mujeres, hay cambios democráticos en sus convicciones o les da vergüenza expresarlas.

Estos cambios se agigantaron en el mundo a partir de la Revolución Industrial y de las dos grandes guerras mundiales, que vincularon a las mujeres a las nuevas posibilidades del trabajo asalariado, incluidas sus independencias económicas, al exigirles reemplazar en la economía a sus parejas convertidas en soldados.

Así, los cambios contra el machismo se crecieron y se han ido imponiendo en muchas de las costumbres y de las legalidades de los países –con no pocas excepciones que hay que derrotar–, y en el mundo de las mujeres, como también ha sucedido en Colombia, donde heredamos de los españoles las peores prácticas y creencias del machismo feudal.

Entre los cambios legales a favor de las mujeres colombianas aparecieron su derecho a administrar sus herencias y a la patria potestad sobre sus hijos. El derecho al voto y a que sus parejas, con total impunidad, no puedan asesinarlas con el pretexto infame de la ‘ira y el intenso dolor’. Es más, es muy probable que, en cuanto a derechos compatibles, no estén tan lejos de los hombres. Uno de los mayores cambios democráticos de la historia, cambio que a las mujeres nadie les regaló porque se los ganaron con sus luchas y el respaldo de algunos hombres.

En donde los avances son menores es en el mundo de las costumbres y las ideas, en el que el machismo sigue estando muy extendido, no obstante, los grandes avances de las visiones democráticas. Muy a la vista todavía está el gran poder del macho en la vida de pareja y en las costumbres domésticas, al igual que en los peores negocios de explotación de las mujeres.

El avance de esta lucha histórica no ha sido mayor, en especial en la parte del mundo del que hace del parte Colombia, porque el subdesarrollo de sus economías impuesto por las mayores potencias impide generar los empleos formales y la independencia económica que son un pilar clave en esta lucha democrática. Dado que solo con los mejores desarrollos teóricos no veo que sea suficiente.

De ahí que no vacile en invitar a las mujeres que valerosamente luchan por su justísima emancipación frente al machismo, a que la amplíen con la lucha por la soberanía nacional y la modernización de los aparatos productivos de Colombia y el avance de la ciencia y de todas las formas de conocimiento. Porque estos progresos los veo como pilares irremplazables en los avances de las conciencias de todas las sociedades y en las transformaciones democráticas de todos los tipos que vienen con ellas.

No fue por azar que las luchas contra el machismo ganaron los mayores espacios, al tiempo en que la humanidad también logró los principales progresos sociales, económicos y políticos, aunque todavía falte mucho por recorrer.

Jorge Robledo

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