REPARTIR POBREZA EN EL NORTE: LA GUAJIRA Y EL GOBIERNO QUE PROMETIÓ CAMBIO

Durante años nos vendieron discursos de transformación, de justicia social, de redistribución. Pero hoy, cuando la realidad golpea puertas, la Guajira se siente ignorada. Leo con atención el Reporte Coronell y otras crónicas políticas que denuncian manipulaciones discursivas; mientras tanto, en mi tierra los indicadores cuentan otra historia: un departamento que se hunde en la desigualdad, el abandono y el desencanto.

No es exagerado decir que bajo este gobierno la Guajira ha sido golpeada por promesas incumplidas. Dicen que entregan pobreza como subsidio, en lugar de sembrar proyectos que generen riqueza duradera. Y lo digo desde el principio: no se trata de criticar por criticar, sino de reclamar lo que es justo.

El informe socioeconómico de la Cámara de Comercio de La Guajira revela algo aterrador: en 2023, el PIB departamental fue de 19.595 mil millones de pesos, frente a 22.275 mil millones en 2022, lo que sugiere una caída real en la actividad económica regional.

Además, el análisis de competitividad evidencia que la participación del departamento en el PIB nacional pasó del 1,5 % en 2022 a solo 1,2 % en 2023, un retroceso que habla de una Guajira que deja de estar presente en el mapa económico nacional.

Y no es solo producción: el desempleo campea con fuerza. En 2023, La Guajira presentó una de las tasas más altas del país, cerca del 14,5 %.

En materia de pobreza, las cifras son brutales: cerca del 65,4 % de la población vive en pobreza monetaria.

Estos no son números lejanos: son las madres que no pueden comprar útiles escolares, los jóvenes que empacan su maleta pensando en el éxodo, los barrios que se inundan sin drenaje ni sistema de saneamiento.

Contrastan esos datos con las cifras nacionales que el gobierno presume: que la pobreza monetaria del país bajó a 31,8 % en 2024.  Pero ¿para quién baja? No para los guajiros. Porque mientras algunas regiones reciben atención, la Guajira sigue relegada.

Hablan de transición energética, de soberanía, de redistribución. Pero en La Guajira, el pueblo Wayuu, los corregimientos rurales, las comunidades de frontera siguen sin vías dignas, sin agua potable, sin salud con calidad ni educación que conecte con empleo local. Ellos no suelen aparecer en las fotos inaugurales.

En varios análisis periodísticos sobre el gobierno actual se acusa al presidente de manipular cifras de pobreza extrema para efectos mediáticos. También se documenta el escándalo en la UNGRD, donde carrotanques destinados para llevar agua a La Guajira supuestamente no cumplían su función real, lo que dejó a comunidades sedientas y furiosas ante la corrupción institucional.  Esto no es teoría conspirativa: son hechos que documentan la falta de prioridad hacia la Guajira.

Mientras tanto, las promesas del poder central siguen chocando contra la realidad regional. En el reciente Consejo de Ministros, se vivió un pulso dramático entre el Presidente y su ministra de Vivienda, Helga Rivas. Petro reprochó que los proyectos de acueducto se retrasan y acusó que “se dejaron de comer del neoliberalismo en sus ministerios”, apuntando que una parte de los recursos para agua potable habría quedado en manos de “politiqueros”.

Rivas, con una franqueza poco habitual en los consejos de ministros, respondió que el presupuesto para el agua es insuficiente y que muchas de las decisiones ya están sobre la mesa, pero sin respaldo real del Gobierno.

Ya firmamos un Conpes para unos aviones de guerra dijo. Y realmente a mí me dolió firmarlo, porque creo que la prioridad, y usted siempre lo ha dicho, es el agua”.

Su voz, entre la convicción y la impotencia, reflejó lo que sienten millones de colombianos cuando ven que el Estado encuentra fondos para la guerra, pero no para la sed.

Rivas recordó que, pese a los múltiples análisis y discusiones en los consejos de ministros, el techo presupuestal asignado al Ministerio de Vivienda para proyectos de agua potable y saneamiento sigue siendo “bajitico”, especialmente para el próximo año.

Eso es lo que los guajiros esperamos: que los debates no queden en rencillas presidenciales, sino que se traduzcan en recursos concretos, plazos definidos y ejecución sin excusas. Porque no basta con que el país declare que “todos deben tener agua”; La Guajira exige que esas palabras se materialicen en tuberías, tratamiento, drenaje y dignidad para cada hogar.

Este gobierno prometía romper con el “cliente” y pasar al “ciudadano”. Pero muchas iniciativas terminan siendo paternalismo disfrazado. La Guajira necesita infrastructura productiva, diversificación, apoyo real para el emprendedor local, educación conectada al territorio, inversión en energías limpias que no deje a los Wayuu de lado.

No basta con repartir subsidios: hay que articular cadena productiva. Que el gas, el viento y el sol de esta región no sean solo recursos explotados, sino recursos que se transformen en empleos locales, en tecnología, en industria de valor agregado.

Cuando el gobierno hable de justicia social, que empiece por que La Guajira se sienta incluida, no como cliente de caridad sino como protagonista del progreso nacional.

Como columnista, no escribo para avivar incendios, sino para encender conciencias.

Si este país de verdad se construye desde la periferia, entonces que nos miren de frente, no desde el centro.

Porque detrás de cada estadística hay un rostro, un nombre, una historia:

la mujer que camina kilómetros por agua,

el joven que tarda dos horas en llegar a un hospital,

el padre que vende algo para que su familia coma.

Esa es la Colombia real. Esa es La Guajira que aún espera ser escuchada.

La Guajira no aceptará más reparto de pobreza en postales mediáticas.

Hoy reinvindico que el olvido no sea el destino del extremo norte.

Y a quienes gobiernan les digo con firmeza desde este rincón del Caribe: no pueden seguir usando promesas como escudo para ocultar el abandono real.

Coronell dijo, al terminar su entrevista, que salió más preocupado.

Yo también lo estoy. Tal vez más.

Porque lo que vi en esas palabras fue a un presidente perdido en sí mismo, navegando entre sus propias teorías mientras el país sigue a la deriva, en piloto automático.

Y mientras tanto, departamentos como La Guajira siguen pagando la factura del abandono disfrazado de redención, de la retórica que promete equidad, pero reparte pobreza.

Si de verdad quieren un futuro digno para esta tierra, deben empezar por reconocer el error. Y construir desde abajo, con audacia, con inversión real, con compromiso transparente.

Porque esta tierra no merece migajas: merece protagonismo.

Porque este pueblo no espera caridad: exige justicia.

Porque La Guajira no quiere luces prestadas: quiere su propio amanecer.

Y ese amanecer solo llegará cuando el Estado cambie los discursos por obras y las promesas por justicia. Pero seamos honestos: en este gobierno de Gustavo Petro, ya no fue.

 

Juana Cordero Moscote 

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2 comentarios de “REPARTIR POBREZA EN EL NORTE: LA GUAJIRA Y EL GOBIERNO QUE PROMETIÓ CAMBIO

  1. Jefrin Zúñiga Bermúdez dice:

    Cómo siempre vienen a buscar las riquezas para hacerse ellos grandes y terratenientes y nosotros puro wayuco y más na. Se dijo en la canción. Y no despertamos.

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