RESENTIMIENTO: EL SENTIMIENTO DE LOS DÉBILES

El resentimiento es ese dolor que se siente a causa de un trato, una palabra, acción u omisión que consideramos injusta, creer que merecemos algo y que esto no se nos reconozca, también puede causar resentimiento. Una persona se resiente cuando es engañada, insultada, ignorada, humillada, ridiculizada; muchas cosas pueden afectar negativamente los sentimientos, es normal sentirse molesto, incómodo, dolido, cuando pasan estas cosas, lo que no es normal, es guardar ese sentimiento en el corazón. Dice la biblia que no nos apartemos de la gracia de Dios, dejando crecer raíces de amargura que nos causen dificultades y que por ella muchos sean contaminados (Hebreos 12:15). Como vemos, el problema de la amargura no afecta sólo al que lo siente, sino que la persona amargada y resentida termina por contaminar a los demás.

Sea cual sea la causa, lo cierto es que resentir solo refleja la debilidad del corazón y la falta de fe en Dios y sus planes para nuestra vida. El rey David tenía muchos motivos para arrebatarle la vida a Saúl cuando tuvo la oportunidad, pero no lo hizo, ¿sabes por qué? Porque era espiritualmente maduro, porque se amaba a sí mismo, porque entendía que todo provenía del Señor y sabía que fuera cual fuera la situación Dios estaba con él. David confiaba en los planes de Dios.

El ego de una persona puede ser tan grade, que cree que servir en una iglesia, servir en el trabajo, servir en la comunidad o en cualquier escenario, le hace intocable. Pensar que por hacer las cosas bien, obliga a los demás a tratarnos con justicia, no es más que la creencia de un soberbio. Quién más que Jesús merecía ser tratado con justicia, pero no fue tratado así; si él siendo limpio de pecado, sufrió iniquidades, deslealtades, abandono, injurias y traiciones, ¿quiénes nos creemos nosotros para considerarnos intocables?  También tenemos el ejemplo de Job, perfecto y recto según las escrituras, quien se enfrentó a muchas dificultades a pesar de ser un fiel siervo del Señor, y, aunque en su momento se quejó, Dios terminó restaurándole todo aquello que había perdido.

Job tenía tres amigos, Elifaz de Temán, Bildad de Súaj y Sofar de Naamat, quienes en lugar de consolarlo por lo injusta que parecía ser la vida con él, terminaron por acusarlo y hacer más grave su dolor. ¿Se resintió Job? No, él oró por sus amigos y justo en ese momento el Señor le dio el doble de lo que antes tenía:

 “Cuando Job oró por sus amigos, el SEÑOR le restauró su bienestar. Es más, ¡el SEÑOR le dio el doble de lo que antes tenía! Entonces todos sus hermanos, hermanas y anteriores amigos vinieron y festejaron con él en su casa…” (Job 42:10-12)

Jesús nos advirtió sobre las injusticias en este mundo: “Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros” (Juan 15:18). Así pues, la injusticia es una realidad propia de la vida. Ser maltratados duele, pero nuestra recompensa ha de llegar.

“Los justos se alegrarán cuando vean la injusticia vengada; se lavarán los pies en la sangre de los perversos. Entonces, por fin, todos dirán: Es verdad que hay recompensa para los que viven para Dios; es cierto que existe un Dios que juzga con justicia aquí en la tierra” Salmo 58:10-11

Puede que no nos guste que Dios permita infamias, injusticias, insultos, engaños y cosas malas en nuestra vida que provengan de familiares; amigos; compañeros de trabajo, universidad o colegio; incluso de gente desconocida, pero el resentimiento no es lo que lo que va a evitar que esto suceda. Más bien, reflexionemos sobre nuestra propia vida, miremos en qué estamos fallando, reconozcamos que no somos perfectos, que a veces también nos hemos equivocado y también hemos sido de alguna manera u otra injustos con los demás, pero que el amor de Dios cubre multitud de pecados y nos santifica.

Como Job, afrontemos el resentimiento con oración, dejarnos dominar por él nos hace seres humanos débiles de carácter. No hay que darle mucho valor a las palabras o malas acciones en nuestra contra. ¿Alguna vez te sentiste culpable por haber obrado mal? Pues bien, como quiera que tú en algún momento has obrado mal y quieres que Dios no tenga en cuenta tus pecados, entonces comprende que otros también pueden obrar mal, sea que se arrepientan o no, eso no es nuestro asunto, nuestro asunto es perdonar, así como queremos que Dios nos perdone a nosotros.

Jennifer Caicedo

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