SOLIDARIDAD CON OJO PELAO’ MAGAZINE

No al silencio impuesto miedo en un país donde la palabra es el arma más poderosa contra el olvido y la injusticia, un acto cobarde busca apagar una voz que nunca se ha rendido. El reciente ataque vandálico a la vivienda del CEO de Ojo Pelao’ Magazine, ese bastión del periodismo independiente guajiro, no es solo un rayón en una pared o un vidrio roto: es un mensaje de intimidación envuelto en la oscuridad de la noche, un recordatorio de que hay quienes temen la verdad más que a sus propias sombras. Como colombianos, como Guajiro y lectores ávidos de historias que duelen, pero iluminan, no podemos quedarnos callados. Hoy, elevamos nuestra voz en solidaridad con el Grupo Editorial OPM, con su equipo valiente y con un periodismo que, a pesar de los golpes, sigue erguido.

Ojo Pelao’ Magazine no es cualquier publicación. Nacida en las calles de Guajiras, ha sido un ojo atento a las grietas de la sociedad: las protestas silenciadas, los derechos pisoteados, las voces de los invisibles que el poder prefiere ignorar. Su CEO, un líder anónimo para muchos, pero héroe para quienes saben el costo de indagar, representa esa generación de periodistas que no se conforman con titulares tibios. El vandalismo en su hogar –puertas forzadas, paredes profanadas con mensajes de odio– no es un incidente aislado. Es el eco de una Colombia que aún arrastra las secuelas de la violencia contra la prensa: desde las amenazas del Paro Nacional hasta los exilios forzados de reporteros. Según reportes recientes, la Guajira ha visto un repunte en actos de este tipo, con fachadas y sedes periodísticas convertidas en lienzos de ira contenida. Pero ¿Quién gana con esto? No la democracia, que se asfixia cuando un medio como Ojo Pelao’ Magazine tiembla.

Imaginemos por un momento el impacto: una familia que duerme con el corazón en vilo, un equipo que edita crónicas bajo la sombra del “qué pasará después”. Es el precio de atreverse a preguntar, de destapar lo que otros quieren enterrar. Pero seamos claros: estos ataques no debilitan; fortalecen. Cada rayón en la pared es un recordatorio de por qué Ojo Pelao’ Magazine existe. Sus artículos sobre la desigualdad en las periferias, sobre la corrupción que carcome desde adentro, o sobre las luchas indígenas en La Guajira – como las que hemos visto en columnas recientes– no se borran con aerosol. Al contrario, se multiplican en redes, en conversaciones de café, en el alma colectiva de un país harto de impunidad.

Desde aquí, desde esta columna que se une al coro de apoyo, llamamos a la acción. A las autoridades: investiguen con la misma celeridad con que protegen los intereses de los poderosos. No más archivos polvorientos para casos de intimidación periodística; la Fiscalía debe actuar ya, como lo exige la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. A la sociedad civil: lean Ojo Pelao’ Magazine, suscríbanse, compartan sus piezas. Que el tráfico de lectores sea la mejor armadura. Y a los colegas de la prensa: uníos, vigilad, no dejéis que el miedo sea la norma. Organizaciones como la FLIP (Fundación para la Libertad de Prensa) ya han alzado la bandera; sigámoslos.

La solidaridad no es un gesto fugaz; es un compromiso. Hoy, con Ojo Pelao’ Magazine, decimos: no pasarán. Su CEO no está solo; su revista no se apaga. En un mundo donde la verdad es vandalizada a diario, defenderla es defendernos a todos. Que estos ataques sean el último estertor de la intolerancia. La Guajira Colombia, el mundo: Ojo Pelao’ Magazine sigue abierto, y nosotros, con él. Porque mientras haya una pluma que escriba, el vándalo perderá.  

Antonio Pinzón

DESCARGAR COLUMNA

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *