TÍO MOCHÉ: UN INSIGNE PRACTICANTE DEL AHORRO COMPULSIVO

Don Abraham Romero Daza acuño el termino ARIZATO para referirse a la descendencia de los hermanos ARIZA VEGA: Nelson Guillermo, Altagracia, Manuel German, Moisés Enrique, Delfina del Socorro y Rosa Francisca. A la fecha de hoy la familia se ha extendido considerablemente y sus miembros mantienen una cercana relación de familiaridad y afecto. No obstante haber transcurrido más de 35 años desde la fecha de su muerte, las memorias anecdóticas de Moisés Enrique Ariza Vega, mejor conocido como “Tío Moché”, mantienen una vigencia inmarcesible.

Su impronta más característica fue el ahorro compulsivo. Nunca se casó por considerar que el matrimonio era un error financiero irremediable. Aunque tuvo medios económicos suficientes para disfrutar de una existencia digna, su vida transcurrió como un rosario de privaciones. Esto le brindó a sus amigos y familiares una fuente inagotable de anécdotas invariablemente relacionadas con el ahorro. Nació y murió en San Juan del Cesar, Departamento de La Guajira. (1908-1987).

 

EL VIAJE BECERRIL – SAN JUAN

Por ser un ganadero activo, Tío Moché tenía un campero que utilizaba en los menesteres de su trabajo. Sin embargo, no usaba chofer porque según su parecer “eso no se justifica”, a pesar de que no sabía conducir su propio vehículo. Cuando requería usar un conductor, lo pedía prestado, generalmente a su hermano Manuel Germán (Manén Ariza).

Un día, estando en Becerril, le dijo a su hermano:

Manuel Germán, prestáme a Ramón  pa´ ir mañana a San Juan.

Después de obtener el asentimiento de Manén, inmediatamente se dirigió a Ramón, el conductor, y le dijo:

Ramón, salimos a las cuatro de la madrugada, así que preparáte.

A Ramón no le hizo mucha gracia la “invitación”, pues era conocida la “dureza” de Tío Moché para brindar comida y propina durante los viajes. Sin embargo, le tocó aceptar el encargo como única opción.

Ya sabei Ramón, salimos a las cuatro, recalcó Tío Moché.

El viaje entre Becerril y San Juan duraba para esa época entre tres y cuatro horas, porque la mayor parte de la carretera estaba sin pavimentar. Generalmente Tío Moché llegaba a San Juan a la hora del desayuno y aterrizaba en casa de Orlando o en casa de Josefina, sus sobrinos.

Salieron de Becerril y comenzó la travesía. Llegaron a Codazzi con las primeras luces del día y como era costumbre de Ramón cada vez que andaba con Manén, disminuyó la velocidad y buscó la orilla de la carretera para estacionarse donde “Helena”, que era el más reconocido restaurante y sitio de encuentro de todos los agricultores en Codazzi. Cuando Ramón intentó detenerse, Tío Moché lo increpó:

¿Pa´onde vai, Ramón?

Aquí, pa´onde Helena, a desayuná, le respondió Ramón.

Bueno, ¿Y tú estai loco Ramón?, a quién se le puede ocurrí que uno va a desayuná tan temprano, ¿Ah?, dale palante, que con el tinto que nos tomamos en Becerril toavía aguantamos otro rato, ¡así que dale!

Ramón tuvo que resignarse y Tío Moché lo estimuló con una promesa:

Ahora que lleguemos a La Paz, nos comemos unas almojábanas.

Con este ofrecimiento como señuelo, Ramón comenzó a soñar con la almojábana que se comería en La Paz y cuando llegaron a San Diego, ya Ramón tenía la boca hecha agua. Al llegar a La Paz, Ramón disminuyó la velocidad en el punto donde él calculaba que lo acosarían las vendedoras de almojábanas. Inmediatamente intervino Tío Moché:

¿Qué estai haciendo Ramón, porqué estai bajando la velocidá?

Para comprar las almojábanas, señor Moché

Cuando Tío Moché se percató de la inminencia de comprar las almojábanas, le hizo a Ramón una propuesta inusitada:

Pero bueno Ramón, y quién va a cambiá estas almojábanas afrechúas de aquí de La Paz, por una carnita asá con yuca que venden allá en Villanueva, ¿Ah?, decime Ramón, quién puede despreciá una buena penca de carne con yuca, por esta porquería de almojábanas, ¿Ah?

A pesar de que ya eran casi las ocho de la mañana, Ramón resolvió aceptar la tentadora oferta gastronómica que le hizo Tío Moché. El trayecto destapado entre La Paz y Villanueva se hizo interminable y cuando por fin arribaron a Villanueva y Ramón estaba parqueando el carro en el restaurante, Tío Moché esgrimió su último argumento:

No hombe, Ramón, dale, dejáte de tanta comedera, que el que está en Villanueva está en San Juan. Allá llegamos y seguro que donde Josefina o donde Orlando nos comemos, aunque sea una yuquita. Así que dale rápido, que el que está en Villanueva, está en San Juan.

EPÍLOGO: Una espichada del carro frente al ramal de El Molino hizo que el arribo a San Juan se diera después del horario de desayuno y no pudieron “tocar” donde Orlando ni donde Josefina; por lo que Ramón finalmente “desayunó” en Los Haticos después del mediodía.

EL GALLINERO

En la finca de Manén Ariza, en Becerril, Tío Moché tenía un próspero Gallinero, ya que por cuenta de él, el consumo de huevos era muy limitado y el sacrificio de gallinas era muy esporádico. Si a esto le agregamos el relativo bajo costo de los insumos en la alimentación de las plumífleras, el margen de utilidad del negocio a Tío Moché le resultaba bastante bueno.

Sin embargo, cuando a la finca llegaba Manén Ariza con su señora Juana Facholas, quién ocasionalmente lo acompañaba, esta visita no le resultaba a Tío Moché de su agrado total, porque Doña Juana inmediatamente ordenaba torcerle el pescuezo a una gallina para el almuerzo o para la cena. Cada vez que Doña Juana daba una orden similar, el rostro de Tío Moché se contraía de la misma forma que se contraen las curvas de consumo en épocas de recesión.

Como a Tío Moché le era imposible objetar las peticiones de su cuñada, le tocaba desahogarse con torcidas de cara o comentarios marginales.

“Ya llegó la zorra”.

Decía cada vez que avizoraba la polvareda que producía el carro de Manén cuando llegaba a la finca en compañía de su señora, a quién había resuelto instalarle este remoquete en alusión a su predilección por comer gallinas.

Estando en la fina doña Juana Facholas, llegó también de visita el señor Leonardo Mallarino, esposo de Cecilia Amarís. Leonardo era un hombre corpulento de 202 centímetros de estatura, cuyo apetito era concomitante con su tamaño. En aquella ocasión llevaba 4 días de permanencia en la finca y los desayunos que consumía eran descomunales, los cuales incluían como mínimo siete huevos diarios procedentes del gallinero de Tío Moché.

Cuando llegó el sábado, Tío Moché se levantó esperanzado en que los visitantes se marcharían para Barranquilla y así su gallinero tendría un descanso; pero al comprobar que se quedaban el fin de semana, no pudo evitar una expresión condicionada:

Si esta gente no se va rápido pa´ Barranquilla, lo que es entre La Zorra y el grandulón de Leonardo van es a acabá con el gallinero; ¡gente que come!

Cuando el lunes siguiente Tío Moche vio que había movimiento de viaje, le entró un reconfortante respiro; pero cuando supo que Leonardo se quedaba, no le fue posible dejar de hacer una pregunta con mezcla de súplica y resignación:

Pero bueno, y a este hombre, ¿Cuándo es que se lo van a llevá?

 

¿A CUENTA DE QUÉ?

En el almacén que Ester Orozco tenía en la calle principal de San Juan del Cesar, un día estaba Tío Moché sentado en un asiento de cuero de chivo en una de las posiciones más propicias para entablar una tertulia provinciana: El asiento en posición inclinada con el espaldar haciendo contacto en un solo punto con el marco de madera de la puerta, las dos patas delanteras en el aire y todo el peso del asiento y el de su ocupante sobre las dos patas traseras del mueble al que la silla rimax le dictó su acta de defunción. Por aquel entonces, “Calalo” Vega, sobrino de Tío Moché, se alistaba para casarse con Lulú, por lo que este matrimonio era el tema novedoso de conversación en aquella casa. “Enchufle”, un amigo cercano de la familia, quiso auscultar la opinión de Tío Moché sobre este acontecimiento, a sabiendas de su persistente y sistemática renuencia a este rito social y religioso.

Señor Moché, ¿Ya supo que se casa “Calalo”?

¿Cómo va a ser eso?  Yo creo que ese muchacho tiene que está loco. ¿Y pa´qué se va a casá?

Bueno, porque está enamorao y ya lleva bastante tiempo de amores con esa muchacha, respondió “Enchufle” a la inquietud de Tío Moché.

¿Y ese muchacho si sabrá en el lío que se va a meté?, insistió Tío Moché

Claro, señor Moché, si ya tiene todo listo pa´la fiesta.

La sorpresa de Tío Moché iba en aumento y ante esta última afirmación exclamó alarmado:

¿Y pa´remate lo va a celebrá?, ¿Ah?, lo que te dije Enchufle, ese muchacho está loco, tiene que está loco. Decime tú, ¿A quién se le puede ocurrí í a casase en esta época, ¿Ah?

“Enchufle” quiso apaciguar la inconformidad de Tío Moché y comenzó a esgrimir argumentos para justificar la decisión que tomó “Calalo” de celebrar su fiesta de matrimonio.

Pero es que la fiesta no le va a salí tan cara, porque ya le regalaron una novilla y una caja de whisky; así que lo más caro, que es la comida y el trago, ya lo tiene asegurao. Además, la fiesta la van a hacé es ahí en Zambrano, en la finca, así que yo no creo que se vaya a gastá muchas ná en ese matrimonio.

Inmediatamente se escuchó la contraréplica de Tío Moché al argumento de “Enchufle”:

Eso es lo que tú crei. De to´as manera siempre tiene que hacé un poco ´e gastos, ¿o es que tu estai pensando que el whisky ese se lo van a bebé así seco, Ah? No, y si nos ponemos a sacá la cuenta de las arandelas de esa fiesta, te digo aquí nos coje la noche y toavía no hemos acabao.

Tío Moché remató su argumentación con otra pregunta de su talante:

Bueno Enchufle, decime una cosa: Y esa novilla, ¿con qué se la van a comé?

Con yuca, señor Moché, si usté sabe que en Zambrano lo que hay es yuca pa´tirá pal cielo.  Respondió “Enchufle” en tono muy seguro.

No te confiei de eso. Y ¿qué tal que la yuca le salga rucha?, ¿Ah?, se le tira la fiesta. Definitivamente ese muchacho tiene que está loco pa´ ponese a hacé esa fiesta con esa yuca.

Ante la persistencia de Tío Moché en buscar argumentos contrarios para que “Calalo” celebrara su fiesta de matrimonio, “Enchufle” lo acribilló con la siguiente pregunta:

Entonces, señor Moché, ¿usté no está de acuerdo con el matrimonio? ¿usté cree que uno entonces no se debe casá? ¿Ah?

La argumentación final de Tío Moché fue concluyente:

Pero bueno Enchufle, ¿Y quién puede está de acuerdo con eso? ¿Ah?, Si es que uno puede tené su mujercita sin necesidá de ise a casá. Decime una cosa: ¿A cuenta de qué, tiene uno que ir a mantené una mujer que no es ná de uno, Ah?, ¿A cuenta de qué?

Orlando Cuello Gámez

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Un comentario de “TÍO MOCHÉ: UN INSIGNE PRACTICANTE DEL AHORRO COMPULSIVO

  1. Oscar Araújo Nigrinis dice:

    Excelente historia, me gustó mucho cuando dices que la silla Rimax le dictó acta de defunción al asiento de cuero Jajajajaja

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