TRINOCRACIA: CUANDO EL PAÍS SE GOBIERNA DESDE X, LAS BODEGAS Y LOS MEMES

En Colombia, donde hasta el concepto de “horario de oficina” se diluye entre un “llego en cinco minutos” y un “ya estoy en camino” que dura tres horas, la Trinocracia sigue demostrando que el poder ya no está en las instituciones, sino en la capacidad de un político para viralizar un mensaje, aunque sea a las 3:40 a.m. con un café frío y un WiFi caprichoso. Y nadie encarna mejor este fenómeno que Gustavo Petro, cuya gestión combina consejos de gobierno en programas de televisión con respuestas apresuradas en X (antes Twitter) que dejan al descubierto la fragilidad de una política hecha para pantallas pequeñas.

Petro, el mandatario que gobernó Bogotá sin Twitter y ahora gobierna Colombia desde su celular, ha convertido la plataforma en su gabinete virtual. Su rutina diaria incluye: revisar el índice de popularidad de la app “LikeMeter”, lanzar trinos que suenan a manifiesto marxista, pero con emoticones de palomas, y responder a críticas con frases como “¡Este es el poder popular! #LaPatriaEn4Letras”. Si hay algo que define al presidente es su habilidad para navegar entre dos mundos: el de la política tradicional y el del circo digital. Por un lado, se le ve en programas de entrevistas explicando su visión de país con solemnidad. Y por otro, de madrugada, responde a un tuit del presidente Donald Trump sobre la deportación de colombianos en cadena, escribiendo: “Esto es un atropello. ¡Denuncien a EE.UU. en TikTok! #LibertadParaLatinos”.

El mensaje, claro está, generó más risas que indignación. La prensa internacional lo tituló como “El trino más extraño de un presidente latinoamericano”, mientras los memes no tardaron en aparecer: desde versiones animadas de Petro revisando Twitter a altas horas hasta montajes donde Trump le respondía con un GIF de Homer Simpson diciendo “¡Nadie te preguntó!”. Pero más allá del ridículo, el incidente evidenció un problema estructural de la Trinocracia: la urgencia por responder en redes, incluso si el mensaje carece de estrategia o dignidad.

Ahora, Petro intenta elevar su juego con una consulta al pueblo sobre la reforma judicial, presentada ante el Congreso como un acto de transparencia. Pero en la Trinocracia, nada escapa a la viralidad. Y menos cuando el proyecto se anuncia con un hilo de 10 tuits, un video de Instagram con música épica y un hashtag tan ambiguo como #LaJusticiaQueQueremos. E inmediatamente, la oposición y sus seguidores en redes lanzan una contraofensiva de fake news tan creativa como absurda. Ejemplos virales incluyen: Un pantallazo falso de una encuesta donde el 99% de los participantes votan “No”. Una cadena de WhatsApp que asegura que la consulta es un pretexto para eliminar el fútbol: “¡No dejes que te quiten el domingo! Vota NO al referendo”.

Por su parte, Uribe, el expresidente que, lejos de retirarse a criar caballos, se ha convertido en el influencer más temido del país, pasa sus días como un streamer político: 50 tuits al día, 30 menciones a “la dictadura”, y al menos uno donde acuse a Petro de pactar con extraterrestres para destruir la patria. Incluso, desde su ubérrima trinchera digital, lanza un tuit que dice: “Este referendo es un paso más hacia la dictadura. Comparte si crees que hasta el amor propio nos van a quitar #LaPatriaEnRiesgo”. Y de inmediato, el mensaje, acompañado de un meme de Mufasa cayendo al abismo, cosecha 500K retuits en horas.

La campaña por la consulta popular se convierte así en un campo de batalla donde la verdad importa menos que la velocidad. Los partidarios de Petro comparten infografías simplonas con frases como “¡Sí a la justicia transparente!”, mientras los opositores usan montajes donde Petro aparece como un mago malabarista con los votos. Pero lo más bizarro es la aparición de cuentas anónimas que mezclan realidad y ficción: Una publica un audio falso donde Petro canta “Yo soy el referendo” con la melodía de “Yo soy el DJ”. Otra difunde un video donde un actor imitando a Petro anuncia que “el voto será obligatorio para todos, incluso los muertos”. El resultado es caótico: la gente debate en redes sin saber qué es real y qué es broma, y los medios tradicionales, abrumados, optan por citar tweets en lugar de analizar el fondo del proyecto.

Lo más irónico es que, en medio de este desastre, la Trinocracia funciona… de alguna manera. Petro sigue siendo el presidente con más seguidores en X, y Uribe, aunque fuera del gobierno, controla la narrativa de la oposición desde su celular. La consulta popular, independientemente de su contenido, se decidirá tanto en las urnas como en las tendencias. Y mientras tanto, la ciudadanía, confundida entre memes, fake news y promesas virales, solo sabe una cosa: si no está en redes, no existe.

Porque señoras y señores, en un mundo donde la verdad depende de cuántos likes tenga un mensaje, las fake news son el nuevo método para silenciar al opositor. Como dijo el analista político ficticio Rodrigo Pérez Claros: “Hoy, una mentira bien contada puede tumbar un gobierno, pero una verdad mal explicada ni siquiera consigue un comentario”.

En esta república tropical donde hasta el himno suena más en memes que en actos cívicos, la Trinocracia ha logrado algo inaudito: unir a Petro y Uribe en un objetivo común: alimentar el algoritmo. ¿Qué importa la gestión si puedes hacer trending con un chiste sobre la inflación? ¿Qué son las instituciones frente a un thread de 100 tuits con emoticones de fuego y carros policiales?

Así que, querido lector, no te preocupes por los detalles de las reformas. Mientras haya WiFi, hashtags y bodegas llenas de chismes, ¡la patria seguirá siendo viralizable!

#TrinocraciaViva    #ElPoderEstáEnLaRed

 

Arcesio Romero Pérez

Escritor afrocaribeño

Miembro de la organización de base NARP ASOMALAWI

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