Me había dormido haciendo una oración extraña, que me quitó el dolor de espalda y el brazo derecho que no soportaba. Venia de ver a la fisiatra, me dijo que estaba demasiado tensa, que tenía un par de piedras en los hombros y que me debía hacer unas infiltraciones en los músculos del trapecio. Nada más pensar en las agujas me llevó a hacer consciencia sobre el cúmulo de estrés que estaba llevando. El trabajo, para nada fácil de atender 120 adolescentes diario, con un calor insoportable, con el que por más que nos esforzamos por hacer la clase agradable, es agotador; en la Iglesia organizando el 4⁰ aniversario, buscando entregarle a las familias un fin de semana que trastocara sus vidas, llevándolos a una dimensión espiritual que les permita transformar sus almas y afectar su mundo natural, demanda de toda mi energía; debíamos celebrar durante tres días, con escasos recursos, contando con que Dios es nuestro proveedor; preocupada además ¿cómo haría para cumplir con trabajo e iglesia viernes, lunes y martes, hasta que despidiera a mi Apóstol y los pastores invitados? En medio de todo esto pensando en Armando, planeaba pedir unos días de licencia, apenas terminara el Aniversario de Remanente Riohacha (25, 26 y 27 de agosto), para irme a estar con mi hermano. Lo había ido a visitar el martes 15 de agosto, aprovechando que no tendríamos clases; y solo me despegué de él, porque debía cumplir con mis obligaciones; pero mi alma, se quedó allá, poniéndole compresas frescas en el pecho y el abdomen, que descubrimos ese día, le hacían tanto bien. Después que lo bese, lo abrace y oré por él; me dijo:
– Ponéme compresas aquí, Nora. Mostrándome su vientre con la mano.
Enseguida busqué en el baño las compresas, los mojé con agua de la llave que estaba helada, los exprimí y se los coloqué.
– Que delicia! Exclamó. Al minuto me dijo: ¡mojálas (con tilde en la a) de nuevo! Se las coloqué y exclamó con esa cara que lo gritaba más que su débil voz: ¡Que alivio!
– Qué te alivia Mando? Pregunté.
– El dolor! Dijo.
– Y dónde te duele?
– Todo! Me dijo con esa mirada triste que se me clavó en el pecho. Me decía con sus ojos, lo que no se atrevía a pronunciar con su boca. Ver su cuerpo como un saco hecho de piel, lleno de huesos enormes y sus ojos sin brillo, me estremeció. Sentí la necesidad de darle alivio a su cuerpo, bien sabía yo que su alma ya había depuesto las armas, no peleaba. Entonces fui a enfermaría por mas paños y empecé a ponerle en el pecho, en la espalda, en la cabeza, y lo sobaba con las compresas frías por todo su cuerpo, mientras oraba y le pedía a Dios que le quitara el dolor, iba al baño mojaba las compresas, una y otra vez.
Ese día planeamos meternos todas las hermanas y papi a la habitación, ya yo estaba, con Natalia, su hija, que si hubiese podido cambiar su vida por la de su papa, lo habría hecho con gusto. Mientras yo le ponía las compresas, ella le hacía masaje en las piernas, los pies, y lo acomodaba como el pidiera, lo cual solicitaba cada tres minutos. A la hora de la visita nos hicimos las mañas (no puedo contar detalles) y entraron mis cinco hermanas mi papá; queríamos inyectarle amor masivo, creemos en el amor y en nuestra esperanza estaba, que el amor de Dios en nosotras lo llenara de vida. Fue una tarde festiva, también llegaron Idania, Armando y Yuli, sus hijos y volvió Aljadiz, su esposa, después de descansar un rato, mientras Natalia y yo la relevamos. Mis hermanas preguntaron si tenía fiebre, por las compresas. Les expliqué que le aliviaban el dolor y quisieron relevarme, pero no aceptó, pedía que se las pusiera yo, entendí que estábamos operando bajo un principio: “sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán. Marcos 16:18”. Él sabía que las demás manos tenían el mismo amor, pero no la misma unción. En ese momento pensé en llamar y pedir una licencia por lo que faltaba de la semana, pero recordé tantas cosas pendientes en el trabajo y el aniversario de la iglesia, que dije, voy tomo las notas que están pendientes con los estudiantes y organizo todo en la iglesia y apenas termine el aniversario, me vengo. Al final de la jornada lo dejamos contento, sonriendo, lo que me tranquilizó el alma. Nos vinimos a San Juan, contentas las seis rosas del ramo de flores de mama Cele. Esa noche dormí abrazada con Ocha, lloramos, hasta quedarnos dormidas, en la cama de Papi, que se quedó en Valledupar para una audiometría, al día siguiente;
Llegué al colegio y todos me preguntaban: ¿Seño que tiene? Y yo tenía ganas de estar en Valledupar a su lado en la clínica, poniéndole compresas frescas que le aliviaran el dolor. Dictaba clases llorando, hacia reuniones de coordinación del aniversario de Remanente, llorando; almorzaba y cenaba llorando. Solo escribía o cantaba, en el grupo de la familia “🎶Que aquí estoy pero mi alma está allá🎶“. No veía la hora que fuera 28 para que mi cuerpo se juntara con mi alma, que se había quedado con él.
El 23 de agosto, día mundial del Celedonismo, solo me pinté los labios rojos, en honor a mi coqueta hermosa, pero no estaba de ánimos. No quería que le hicieran la quimio a mi hermano, intenté persuadir a Aljadiz y a los hijos, pero no fue posible; ellos tenían que agotar cada posibilidad de vida. Yo en cambio, solo quería que viviera cada segundo en paz; creía que en su estado no debían moverlo a nada, ni someterlo a nada; ¡yo sabía que cada día era uno menos a la meta final y eso me mataba! Ni siquiera sabía cómo orar, le hablaba a la gente de esperanza contra esperanza, ¿cómo decirles que yo sabía que en cualquier momento nos dejaría? Pero que horrible peso cargaba yo en mi alma abatida.
Ese día, me llamaron para adelantarme la cita que tendría al día siguiente con la fisiatra; después de su amenaza de puyarme los hombros, decidí cogerla suave. Al irme a dormir oré así: Papá (así hablo con Dios) hoy suelto el control, el estrés me está matando, si alcanzo a tomar las notas jueves y viernes, bien y si no, pues no. Si el aniversario sale bien, pues bien, y si no, ni modo, ese asunto es tuyo. ¡Si Mando sana, aleluya y si se tiene que morir, para ti muere! Aleluya, también. Yo voy a descansar, mañana aun no llega con sus propios afanes. Me dormí tan profundo que a las 3:19 de la madrugada (hora que supe después), cuando sonó el teléfono, lo escuché lejos, en el último timbre, ni siquiera me asusté, ni pensé que pudiera ser por causa de Mando, cuando quise responder, se había perdido la llamada. Seguí dormida. Otra vez, unos 20 minutos después, sonó el teléfono, no era un número registrado, abrí el celular, sin decir nada, tampoco habló quien llamó; pensé que era algún borracho equivocado, dejé el teléfono en la mesa de noche y cuando volvió a sonar ni lo miré. – Quien es? Me preguntó mi esposo.
– No sé. No habla. Debe se’ un borracho equivoca’o. Me metí en su costilla, hasta las 5:00 a.m. que sonó el despertador. Como de costumbre di gracias a Dios, mientras iba convenciendo al cuerpo de levantarnos. Después de 4 meses, me levanté sin dolor en la espalda y el brazo derecho, pensé: “o es miedo a las puyas o en verdad le entregué a Dios mis cargas anoche”. ¡Según la costumbre abrí el WhatsApp en el grupo de la familia para saber cómo amanecían! escucho los audios que desde las 3:45 anunciaban que mis hermanos ya estaban en la clínica; Armando le había pedido a Aljadiz que llamara a su gente. No era un borracho equivocado, eran Yuli, Ocha y Vicky. Ha llegado el final, pensé. Senté a mi esposo y a mis hijas, les entregué el aniversario y me fui. Los que estaban en Valledupar y San Juan llegaron enseguida, yo estaba lejos, pero en completa paz, le había entregado todo a mi Padre y sabía desde el 4 de abril, que esta enfermedad de mi hermano era para muerte, Dios me lo había dicho en oración.
La paz que me permitía venir en el camino armando cada detalle del aniversario con el equipo se trabajó de La Iglesia, se veía interrumpida por la angustia de Vicky que desde las 8:00 a.m. empezó a sentir la necesidad de que alguien orara por Mando y lo ayudara a irse (como si tuviéramos el control del día y la hora); cada media hora me preguntaba por dónde venía. Llegué a las 11:00 a Valledupar y a las 11:21 a la clínica. Lo besé, lo abracé; frio, con la mirada fija, sin pronunciar palabra, solo porque respiraba, entendí que estaba vivo. Le pregunté a Ocha si el me oía y me dijo que sí. Tome aceite ungido y ungí su pecho y su cabeza, le di a Vicky y a Ocha, para que ungieran su cuerpo; mientras yo le hablaba de dejarse llevar por El que es El Camino al Padre, que se dejara conducir por El que es La Luz que vino al mundo, le dije que había llegado la hora de disfrutar de la hermosa y santa morada que Jesús le había prometido; que se dejara abrazar por el Padre que había venido a su encuentro feliz de por fin tenerlo en su regazo, para sanarle con ese amor que lo cura todo. “¡Ve a donde no hay dolor ni enfermedad, mi hermano!” Dije. Dejó de respirar a las 11:40. “Se fue” dijo Ocha. Pero otro aliento llenó su cuerpo. Armando de Jesús, su hijo, lloraba y le decía, “dame un poquito más viejo, ya Aleja (su hermana, la única que faltaba por llegar) viene llegando, esperála viejo”. Todos empezamos a decirle que lo amábamos, que nos había enseñado mucho con su vida de fortaleza y fe, que estábamos orgullosos de ser su familia. 11:45 dejó de respirar. “Ahora sí?”. Le pregunto Vicky a Ocha, que es la que está acostumbrada a ver morir a la gente por su profesión. Si, parece que sí. Otra vez Armando de Jesús le pidió otro poquito, para que llegara Aleja. Aljadiz lloraba a su hombre bueno, Ocha le sostenía la mano derecha, Vicky la izquierda, ellas veían que se estaba poniendo morado. Yo solo esperaba segundo a segundo que otro respiro llegara a sus pulmones y llegó. “¡Vamos mi hermano, que grande eres! ¿Eres un valiente? Ya está llegando tu diamante en bruto (Así le decía a María Alejandra, su hija menor)”. Le dije. “Esperála Mando” dijo Aljadiz. “Papá, dame un esfuerzo más, mi Viejo”. Le pedía Armando de Jesús. Yo le ungía la cabeza con aceite fresco, le tocaba el pecho, para sentir su corazón; le veía sus ojos a ver si encontraba una chispa de vida, pero solo el lento latido de su corazón y la pálida respiración cada vez más débil nos decían que vivía. 11:48, dejó de respirar… esperamos… seguramente sus pulmones encontrarían una nueva fuerza. Los segundos se convirtieron en minutos, horas, días… su corazón y sus pulmones no mandaron más señal… su vida se desvanecía, desaparecía del cuerpo, que ahora solo era huesos y piel; se tornaba pálido y frio.
Unos cuantos minutos después llegó Aleja, que igual que yo, a la misma hora de la noche anterior había sentido paz y un gozo inexplicable cuando oró por su papá y en la madrugada cuando hizo su devocional, se llenó de fuerza divina. Todo le hacía pensar que ocurriría el milagro que tanto había pedido. Hasta que su mamá se llenó de valentía, como a las 5:00 a.m. y le dijo que su papá se estaba muriendo, que se viniera. “Ahí se me vino el mundo encima, tía” Me dijo.
Hablando con Aljadiz, su compañera, a quien no me canso de agradecerle, su entrega total, me dijo que como a las 9:00 de la noche anterior había iniciado su angustia; a las 12:00 de la noche le pidió que lo bañara y lo ayudara. Los médicos, le pusieron oxígeno, pero el sentía que su cuerpo le estaba fallando en esta batalla, que no era como las batallas anteriores. A las 3:00 a.m. pidió que le llamara a su gente. José Juan, su hermano, su apoyo, su sostén, su 24/7, siempre listo para lo que necesitara, fue el primero el llegar. “Estaba con la respiración agitada, quería hablar, pedía que lo ayudara, lo tomé de la mano y le dije: “Ya sabíamos que esta batalla la teníamos que librar, la estábamos esperando, aquí estoy”. Enseguida llegó Yuli, le puso música cristiana y le empezó a hablar, ella le dijo algo, a lo que él respondió: Amén, Amén, Amén y desde ese momento se tranquilizó, la respiración se relajó y se quedó quietecito. Yo dije: Se durmió y me bajé. Al ratico de estar en la puerta de la clínica, la que llegó como quien tenía el poder, y solo dijo: “permiso” y pa’ dentro, fue Natalia(hija), como iba con su uniforme de enfermera, el portero ni se percató. Después llegaron Ocha y Vicky; enseguida se devuelve Ocha, que subamos a despedirnos. ¿Despedirnos cómo?, si yo lo dejé durmiendo. Él está durmiendo. Yo no quise subir. Relataba mi hermano, que aún hoy, 10 días después, se resiste. Necesita llorar.
Yuli, llegó de nuevo, en el momento en que dio su último suspiro, le avisamos a Natalia, Idania y Leo, sus hijos que no lo querían ver morir. A José Juan y a José Arístides (hermanos) y a mi cuñado Jesualdo que estaban abajo. Tomé mi teléfono y le dejé saber a Sandra Marcela, su hija que está en Argentina y a Macha, Chio y La Nena que estaban en La Peña organizando la casa. Al llegar al poblado nos unimos en un abrazo, con mis hermanas y mi papá. Natalia no se despegaba de su cuerpo, solo en el momento en que se lo llevaron a preparar, al recibirlo en su cofre, se volvió a plantar a su lado. Ahí la abracé y me dijo: “Yo quisiera que se levantara y me dijera que está bien!! ¿Dónde está ahora, tía? Le juré por mi vida que su papá estaba en ese momento en el regazo del padre, como estaba escrito, para los justos.
Leo, tan sereno como lo veo desde que murió su esposa de cáncer con apenas 24 años. Oro a Dios que su corazón se abra un día. Idania ha sugrido tanto con su madre enferma, que sabe sobrellevar mejor el dolor que está sintiendo, sus ojos se escurren solos de repente, va y lo mira en el féretro, atiende la gente, se abraza con nosotros.
En su servicio cristiano de honras fúnebres me acerqué a Armando de Jesús que lloraba inconforme. Le dije que tenía derecho a estar inconforme, a sentir rabia y todo el dolor, que Dios lo entendía, pero que no peleara para siempre con El Padre. Su respuesta me mató.
-Sí, pero él se metió con el mío, tía… Me mostró el reloj de su papá, marcaba las 11:48, a esa hora se acabó su vida, tía.
– ¡O empezó, hijo! depende de cómo lo veas. Él ahora está en el eterno presente de Dios, allí no hay tiempo, ni más muerte. Solo vida eterna…
Noralma Peralta Mendoza
Tu primogénita te acompañe en muchos de tus recorridos de vida, nos medio separamos cuando estuve en Barranquilla pero Dios permitió volver disfrutarnos de tu presencia de aliviar culpas q sentías, de gozar de tu nieta .Fuiste y serás siempre mi superhéroe; no sólo me diste la dicha de ser tu hija, sino que también me enseñaste a vivir como un Mujer Fuerte. Siempre serás mi gran ejemplo, orgullo a seguir, papá.
Yo sola
Felicitaciones mujer
Tal cual pasó es perfecta tu redacción carajo!!
La tristeza os embarga pero es la realidad de la vida, es la ley natural. Padrino Dios lo tenga en su gloria celestial. Nora que valentía escribir todos esos episodios , solo tu ❤ corazón tiene ese poder tan fuerte. Gracias por tanto amor y cariño hacia tus seres queridos 💕. Amén 🙌 🙏 💕
Hay Nora, un abrazo de condolencias desde la distancia 🙏. y Paz en la nueva morada de tu hermano
ARMANDO: Gracias por todo lo que nos enseñaste.
“Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.”Romanos 1:17 RVR1960
NORA, amada esposa mía: “Y él dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso.”Éxodo 33:14 RVR1960
Eres berraca contar está historia tan tarde triste y a la vez tan animadoras para aquellos que sufrimos por nuestros seres que ya se han ido, es insuperable pero tranquilisador porque sabemos y sentimos que están en mejor lugar, me quito el sombrero ante ti porque yo no sentí ese coraje para despedir a mi hermana de tal manera TQM NORA.
Conmovedora tu crónica, amiga mía, que con los húmedos llegué hasta el final. Cuanto amor y cuanto dolor expresas, que me vi allí reflejado al recordar los últimos instantes de mi madre antes de partir. Te mando un abrazo y muchas bendiciones.
Siempre te he dicho que tus crónicas son un buen vallenato, y sin duda la crónica de hoy también lo es: hoy nos tocó un vallenato melancólico y triste pero con un mensaje de unión, de familia, de hermanos, de hogar, de paz, de fe, de amor, de esperanza, pero sobre todo de Dios. Te acompañamos a la distancia y mucha fortaleza para toda tu familia.
Solo los que hemos vivido minuto a minuto esos bellos momentos sabremos interpretar está hermosa crónica, sea el Señor dándonos fortaleza entendimiento y sabiduría para sobrellevar esta situaciones tan duras para la Familia,,😢
Hermoso y ala vez triste mi amada mujer fuerte y valiente
Hermoso y a la vez triste mi amada mujer fuerte y valiente hermosa crónica
Celebro con gozo La Gracia y el amor que Dios les ha regalado y Bendito sea EL que en su infinita Misericordia les ha abrazado y les ha mostrado una vez más que su Amor no tiene límites y que su bondad es insondable. Han dado y han recibido y Dios lo ha visto. Solo quien cree y es fiel al que nos ha dado la vida puede sentir eso. Esa Gracia,. La Gracia del Amor de Dios. Dolió ese momento, pero su amor es el bálsamo que sanará esa herida y la convertirá en gozo.
Una bonita redacción y también para reflexionar en la vida solo él todo poderoso conoce nuestro corazón nora Dios te bendiga