DEJA EL PASADO DONDE VA, ATRÁS

Todos tenemos páginas de nuestra vida que nos gustaría arrancar o al menos borrar y reescribir, pero eso no es posible. Equivocarse es tan inherente al ser humano, sin embargo, para muchas personas es algo difícil de aceptar, algunos se llenan de culpa, mientras otros andan por el mundo equivocándose sin reparos, ofendiendo de tal manera que parece no importarles las heridas que abren en el corazón de los demás, pero sí los hacen culpables de la manera en que reaccionan.

Algunos somos conscientes de nuestras faltas y en ocasiones nos cuesta avanzar porque sentimos que lo que hicimos no tiene perdón, es peor cuando ni siquiera logramos perdonarnos a nosotros mismos. Con estas letras vengo a invitarte a reconciliarte con tu pasado porque de él depende la tranquilidad del presente y abre paso a lo que está por venir.

Ya basta de sentimientos de culpa o de culpar a los demás de nuestras amarguras, tristezas o frustraciones, si ya sabes que algo o alguien te lastimó, es hora de superarlo y verlo de manera diferente, ya no como aquello que te hizo tropezar y caer, sino como un acontecimiento que te puede hacer más fuerte, deja de mirar lo que perdiste o a quien perdiste y comienza a descubrir lo que ganaste: experiencia y madurez.

No está mal sentirte culpable por haber fallado, por haber puesto tus esperanzas en alguien que te faltó o en algo que no se dio, no está mal mirar hacia adentro y autoevaluarte, lo que está mal es sentir vergüenza por la persona que eres, pues los errores son eso, equivocaciones que no necesariamente te definen.

En el Salmo 19:1, dice que los cielos cuentan la gloria de Dios, pero tienes que saber que tú existencia también habla de su gloria, así lo afirma Génesis 1:31, que dice que cuando Dios miró todo lo que había hecho, vio era bueno, así que, si bien todos tenemos cosas por cambiar, también es cierto que tenemos que mirarnos como nuestro Padre nos ve, algo bueno.

En 2 Samuel 11, se cuenta acerca del pecado de adulterio del rey David con una mujer llamada Betsabé y el pecado de haber tramado la muerte de Urías, el esposo de la mujer. En el Salmo 32, se cuenta que David, mientras se negaba a confesar su pecado, su cuerpo se consumía y gemía todo el día, la mano de disciplina de Dios pesaba sobre él día y noche, y que su fuerza se evaporó, pero finalmente David confesó su pecado, no intentó seguir ocultando su culpa.

Por su arrepentimiento genuino, a David le fue perdonada su desobediencia y con ello llegó alegría a su corazón y es que el amor inagotable del Señor perdona los pecados, los cubre y borra toda la culpa.

Si ya sabes que fallaste y tu arrepentimiento es real, Dios te perdona, es tiempo de perdonarte, permite que el dolor se transforme en algo bueno para ti, sé compasivo contigo mismo y comprende que la sanación lleva su tiempo, llegarán sentimientos de frustración, de enojo, de tristeza, miedo, de indignación, que no deben para quedarse a vivir en tu corazón, pero que hacen parte del proceso.

Acepta el pasado para que dejes de revivirlo una vez tras otra, agradece a Dios por lo que pasó, sea que entiendas o no entiendas porqué lo permitió. Perdónate, sea que estuvieras consciente o no de lo que hacías o permitías.

Alguna vez leí que remover las heridas del pasado es como ver la misma película varias veces esperando que cambie el final, eso nunca va a ocurrir.

El pasado nos da lecciones que necesitamos aprender pronto para no volver a repetirlas, culpar a otros por lo que pasó te amarga, te aleja de la gente y de disfrutar de la dicha del perdón, culparte a ti es autodestruirte, culpar a Dios es renunciar a la fortaleza y consuelo que Él quiere darte, déjalo tomar el control de lo ocurrido recordando que Él puede hacer todo nuevo, que abrirá caminos en el desierto y ríos en la soledad (Isaías 43:19).

Jennifer Caicedo

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