LA GUAJIRA; UN INMINENTE ESTALLIDO SOCIAL

Después de varios meses sin escribir una columna de opinión, vuelvo a hacerlo debido a esa motivación natural que en mi surge a causa de las graves crisis sociales, que, por décadas, nos vienen agobiando generación tras generación.

Firmemente siempre he pensado que La Guajira es una tierra que merece un presente diferente al que observamos hoy.

Hace treinta años, cuando apenas era un niño de 8 años, presumí que a mi edad actual podría observar un presente distinto; obviamente por tener tan corta edad no podría reflexionar sobre lo difícil y lento que es nuestro crecimiento socioeconómico, y en consecuencia, tampoco entender las razones o circunstancias que me podrían llevar a pensar sobre ubicar mi esperanza en aquello a lo que muchos llaman nueva generación.

La principal razón que me hace escribir en esta oportunidad, no es algo nuevo, pero sí muy grave; los incontables paros, bloqueos y ceses de actividades en La Guajira.

Mi concepto particular sobre esta situación, que muy respetuosamente quiero dar a conocer en este escrito, es que existe la posibilidad de que muy pronto se pueda dar un estallido social en el departamento; y digo esto con total preocupación de ser tratado de pesimista y exagerado.

Tal vez muchos piensen que ya se está dando, aunque yo lo caracterizo de una forma distinta, porque para mí el estallido social indica la llegada del final de todo aquello que representa una determinada sociedad política, jurídica y social.

Pero lo más grave de todo, es que aún la colectividad, la dirigencia política y demás actores, parecen no haber entendido que estamos en una situación que se le sale de las manos a cualquier gobernante local o regional, incluso al mismo estado colombiano. Basta con mirar todo lo acontecido con la sentencia T-302. Aquí no podríamos diferenciar si esta situación tocó o no fondo, pues cada vez logramos observar algo peor: los índices de pobreza en aumento y el empleo formal minimizado totalmente ante la informalidad.

Los guajiros siempre nos hemos cobijado bajo el manto de la esperanza o de no perder la fe, y sí, es cierto que no es malo adoptar ese lema de sabiduría popular que reza, “la esperanza es lo último que se pierde”, pero también debemos ser responsables y aceptar lo que estamos observando. Nuestra realidad actual no es futurista, los quebrantos sociales nos muestran un departamento que ha sido víctima multifactorial de varios fenómenos sociales. Aquí en La Guajira nadie tiene la culpa y todos la tenemos a la vez.

Hace unos días escuché a una persona en la radio decir que cuando alguien va a viajar hacia acá lo primero que averigua es si hay paro o no; pero para entender el origen de los bloqueos debemos ir un poco más allá; la respuesta está en la historia reciente, porque los quebrantos en el sector salud, agua, alimentación y educación, datan de décadas atrás debido  a la inasistencia y abandono de gobiernos nacionales, quienes prácticamente se olvidaron de la región asumiendo que, debido a nuestra cercanía con Venezuela y gracias al intercambio de bienes y servicios que manteníamos con la vecina república, podíamos solucionar sin su ayuda nuestra situación, asumiendo, erróneamente, que nos bastaban esos incipientes vínculos comerciales para paliar meridianamente algunas falencias y suplir nuestras necesidades básicas.,

La carga social se dividió por muchas décadas entre los dos países, de tal manera que al entrar uno de ellos en crisis socioeconómica, al otro le quedó supremamente difícil solventar las garantías sociales de un pueblo vulnerable y hambriento.  Este análisis es parte de mi percepción personal, pero solo explica la crisis alimentaria.

Ahora analicemos la situación en salud y educación.

Debido a la crisis económica en el vecino país, la migración de la población vulnerable aumentó y trajo consigo algunas nefastas consecuencias colaterales que atrasaron los procesos sociales que venían en curso,; pero, además de eso, las incrementó  , pues todos sabemos, que a mayor población pobre, mayor inversión de recursos públicos, y en ese justo momento en donde necesitábamos un gobernante gestor, llegó la inestabilidad administrativa de La Guajira, quedata de hace casi  10 años.

Cuando íbamos por la mitad de esos 10 años, el gobierno nacional toma la decisión de intervenir los sectores agua, educación y salud, bajo el mandato de la sentencia t-302. Además de eso la corte constitucional determinó que La Guajira es considerada un estado de cosas inconstitucionales. Cuando eso ocurrió, todos pensamos que la situación iba a cambiar para bien; cuan equivocados estábamos todos.

Afirmo marginalmente que existen cuatro factores significativos que pueden generar un caos: crisis económica venezolana, migración venezolana, crisis socioeconómica en La Guajira e inestabilidad administrativa en La Guajira.  Si alguien duda que estos componentes no pueden propiciar un estallido social próximo, entonces deberá estudiar la actual situación que quiere estar de acuerdo conmigo, pues creo que no estoy equivocado al respecto.

Si observamos con detenimiento, la asunción temporal en todos los sectores culminó y los bloqueos cada vez son más frecuentes; pero ojo, todo esto sin nombrar el componente que el gobierno actual está aportando, el cual ha consistido en minimizar la facultad de la fuerza pública sobre el actuar de algunos gremios en los bloqueos. Aquí los paros son el pan de cada día; basta solo con comparar la situación actual con las décadas pasadas y lograremos entender que el problema no ha decrecido en lo absoluto, todo lo contrario, se ha incrementado ostensiblemente.

Personalmente pienso que el estallido social en La Guajira es necesario, primero porque obedece a un orden natural de las cosas, todo aquello que inicia, pasa por un proceso y luego culmina en un fin. Para complementarles esto les diría que la humanidad en sus diferentes facetas muestra las crisis como necesarias para que los pueblos aprendan sobre sus errores y puedan seguir avanzando; incluso, grandes pensadores de la humanidad ven  las crisis como una forma de generar inventiva en los pueblos, para hacer que los mismos, a través de su actitud y reflexión colectiva, logren resurgir, de manera que ver en las crisis lo positivo de cara al futuro es la mejor opción teniendo en cuenta que es necesario todo este conjunto de cosas para cambiar y mejorar.

Si no es un grupo de docentes de un centro etnoeducativo, por algún motivo relacionado con el manejo pertinente con el sector o un tema PAE, son indígenas exigiendo atención alimentaria; y así, una inmensidad de razones que se han ido estableciendo frente a una crisis que seguramente va explotar próximamente. Estoy convencido que muchos piensan que lo acontecido en nuestro presente es normal; incluso muchos dirán que siempre ha ocurrido y que nada va pasar; pero al ver y analizar cada uno de los factores que hemos expuesto aquí en este artículo, encontraremos que la posibilidad es alta y que estamos a un pelo de que esta bomba explote.

El gobernador actual heredó un problema de inmensas proporciones que no es culpa de él, pero que si no sabe manejarlo de la mejor forma, los incautos e insensatos, no dudarán ni un minuto en culparlo, porque es el camino más fácil que hemos encontrado para darle resolución a todos nuestros problemas sociales. Creemos que la salida es responsabilizar a los demás, como si nosotros no fuéramos parte de la sociedad y por ende responsables de los actuales acontecimientos.

Un lema de sabiduría popular reza, “al perro flaco es al que más se le pegan las garrapatas”. Cito tal refrán pues no logro comprender porque desde Bogotá, al departamento, en medio de su crisis, no lo ven como a un pueblo al que deben todos unidos ayudarlo a salir de la crisis, si no como un medio para usufructuar recursos públicos en medio de la crisis que transita, o si no entonces explíquenme cómo se invirtieron 61 mil millones de pesos en un programa para entregar mercados entre julio y noviembre del año pasado y no se observó el impacto social, es decir, al parecer el departamento se ha convertido en una forma o excusa para sacarle dinero al estado, situación en la que los principales actores no son solamente los funcionarios del gobierno nacional, sino también algunos guajiros.

Que el gobierno nacional haya invertido 46 mil millones en los famosos 40 carro tanques no estaba mal, malo ha sido aquello de lo que nos hemos venido enterando últimamente, es decir, del manejo que le dieron a ese dinero. La Guajira es la excusa perfecta para llenarse los bolsillos de dinero.

Al parecer en el gobierno nacional son pocos a los que les importa si este departamento llega al estallido social, o tal vez eso es lo que buscan para tener más excusas y poder sacarle más dinero al estado por medio de La Guajira. Aquí, casi dos años después, seguimos esperando el cambio que se nos prometió.

Quiero ser sensato; de nada sirve andar con rodeos, cuando lo mejor es decir las cosas tal cual como son; la situación de La Guajira ya no la va poder controlar nadie, los paros van a seguir y todos los efectos colaterales que se están dando seguirán incrementándose. No me cabe duda que lo único cierto aquí, en el futuro inmediato, es un el estallido social. La suerte está echada y estoy completamente seguro que en el gobierno nacional más de uno ya lo sabe y por eso vemos que le están sacando provecho, mejor dicho, mucho dinero a la situación.

En uno de los párrafos anteriores describí que el estallido social llegaba a una sociedad a causa de la absoluta descomposición política, social y jurídica, pues bien, siempre hemos observado que las dos primeras comúnmente se deterioran, pero que la tercera (la jurídica) las salvaguarda – Lamentablemente ni la llegada de la sentencia t-302, como tampoco el mandato de la CIDH, lograron tal objetivo. El tiempo le ha dado la razón a quienes en algún momento afirmaron que esto no cambiaría para nada la situación en La Guajira.

Ante tanta realidad que no muestra mejoría, toca pues hacer lo que siempre hemos hecho, cubrirnos bajo el manto de la esperanza y la fe en Dios para ver si esto se compone en algún momento.

Luis Antonio Gómez 

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