Existen tres clases de mentes: las inteligentes, las normales y las mediocres. Las mentes inteligentes viven en continua ebullición de producir ideas brillantes e innovadoras; las mentes normales son las que actúan permanentemente sobre el día a día y las mediocres son aquellas que viven pendientes de los demás, no para construir si no para destruir. En nuestra Guajira las mentes mediocres son la gran mayoría de sus habitantes de ahí el de subdesarrollo en que vivimos, las pasiones culturales que nos tienen ensimismados en el atraso y los que viven en la política pendiente del error del otro para caerle con todo, con odio y sevicia y su resentimiento no hacia los ideales – ¿Cuáles ideales? si aquí no tenemos – si no hacia las personas. ¿Pero qué nos está pasando? ¿Por qué nuestra guajira no es unida? ¿Por qué somos malos perdedores? ¿Y por qué no aceptamos el triunfo del otro? ¿A qué se debe el retroceso?
Este es el análisis que hago y en el que mucho confluyen con mi criterio. Que nos está pasando. Porque de las conserjas y de las veleidades en cada esquina de los guajiros, que en nada son útiles. Antes, por el contrario, los comentarios son malintencionados, fuera de foco, juicios a priori, juicios destructivos y nada constructivos. Parece que el gorgojo de la envidia ha proliferado a todos sus habitantes. Y el decir de muchos que, en la mayoría de los casos, ningún guajiro habla bien de otro guajiro. Para el caso de lo que le está sucediendo con el gobernador Jairo Aguilar Deluque, quien cuenta con una aceptación mayoritaria de los guajiros, quien ha venido demostrando solvencia profesional y moral, quien no ha perdido su humildad, quien demuestra cada día buenas acciones por el departamento, en fin que nadie puede ocultar que viene siendo un buen gobernador, pero que cada día se atiza más el odio y la visión de la oposición que les genera como rasquiñita de todo lo que viene realizando en bien de su departamento, de lo que debe ser una Guajira prospectiva y sacarla del ostracismo en que se encuentra. Pero que va, la pelea no es por nuestro departamento si no por el bendito poder. Qué lástima que no hemos querido aprender de las situaciones adversas que vivió el departamento en décadas pasadas. A ellos nada de eso les importa sino atizar odios enfermizos y resentimientos del pasado.
Aquí nadie puede tener prosperidad u ocupar un cargo importante. Las diatribas vienen como en la guerra, por todos lados. Aquí se sufre más por el bien ajeno que por el mal. Y ahí es donde La Guajira ha tocado fondo. Necesita con urgencia un exorcismo para ver si el odio, el resentimiento y las malquerencias desaparecen de nuestros corazones. Aquí en este bello pedacito de patria se vive de puro existencialismo y de puro materialismo, lo espiritual casi es un espejismo. De ahí en parte la raíz de nuestros males seculares. Si nos acercamos más a Dios, el cambio sería inminente. El amor lo cambia todo y endulza nuestros corazones. Pero la raíz de amargura y la insensatez de todos nosotros nos tienen al borde del abismo.
Por eso en esta sección del país se aplica el famoso silogismo del efecto cangrejo. El que desea sobresalir de manera limpia y trasparente, con su intelecto, con sus dones, con su productividad, con sus finanzas, el otro lo ataja y no permite que salga adelante. Es la filosofía del mediocre. Si yo no puedo hacer tal cosa, el otro tampoco es merecedor de ello. Casos y cosas de la vida real que como un film, se vive a diario en el acontecer de nuestros habitantes. El macondo de cien años de soledad del laureado premio nobel Gabriel García Márquez, no es producto de la imaginación es producto de la realidad y esa realidad macondiana es La Guajira.
Las posiciones subalternas están por encima de los intereses de la comunidad. ¡Qué tristeza! Es el premio del buitre, a los despojos de supervivencia. Así hemos vivido siempre, como el efecto del péndulo y por ahora no lo vamos a cambiar. El problema de La Guajira radica en lo endógeno y no en lo exógeno. Hacia este fin es que debemos orientar nuestra fuerza innovadora. La culpa de lo que nos está sucediendo no es de los de afuera, es nuestra, lo que sucede es que siempre buscamos el ahogado río arriba y ahí nunca lo vamos a encontrar.
Cámbianos o nos cambian reza un aforismo popular. No olvidemos, que las sociedades, a diferencia de los seres vivos, primero se descomponen y después se mueren; pues bien, la vieja sociedad o la sociedad actual, está en sus últimos estertores… y, desde siempre, la noche muere en el día, siendo que nunca es más oscura la noche, que un instante antes de amanecer.
Hernán Baquero Bracho