Cuando la brisa sopla desde el Caribe hacia las calles de Riohacha, el aire trae un mensaje que duele: nuestras aguas negras siguen llegando al mar.
El olor que emana de los canales y arroyos no es solo el de un problema técnico. Es el de un sistema moral colapsado, donde el Estado, las empresas y la ciudadanía se acostumbraron al fracaso como paisaje.
Hace ocho años, Corpoguajira aprobó el Plan de Saneamiento y Manejo de Vertimientos (PSMV) de Riohacha, presentado por la antigua ASAA S.A. E.S.P. El documento era una hoja de ruta ambiental obligatoria para detener el vertimiento de aguas residuales al mar y garantizar el tratamiento de los desechos urbanos.
Se hablaba de metas, cronogramas y un gran sueño: la construcción del Sistema de Tratamiento de Aguas Residuales (STAR) en el predio El Encanto. Pero ese sueño nunca se concretó.
El cambio de operador, de ASAA a la multinacional Aqualia, fue presentado como una oportunidad para modernizar el sistema y mejorar la eficiencia del servicio. Sin embargo, la realidad sigue sin cambiar: Riohacha no tiene una planta de tratamiento de aguas residuales (PTAR) en funcionamiento.
La Empresa Departamental de Servicios Públicos de La Guajira (ESEPGUA S.A. E.S.P.), creada para ejercer control y coordinación en materia de acueducto, alcantarillado y aseo, enfrenta todavía grandes retos para consolidar su capacidad técnica, administrativa y fiscal. La Contraloría General y el Ministerio de Vivienda han señalado en informes recientes la falta de articulación efectiva entre ESEPGUA, los operadores y los entes territoriales, lo que ha retrasado la ejecución de proyectos estructurales como el Plan de Saneamiento y Manejo de Vertimientos (PSMV) y la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR).
Esa debilidad institucional se traduce, en la práctica, en un limbo operativo donde las decisiones se aplazan y las responsabilidades se diluyen. Y mientras tanto, el mar Caribe sigue recibiendo cada día más de 35.000 metros cúbicos de aguas servidas sin tratamiento, una factura ambiental que pagamos todos los riohacheros.
Por su parte, Aqualia, la empresa española que asumió en 2023 la operación del sistema de agua y alcantarillado de Riohacha, ha reiterado públicamente que la construcción de la PTAR depende de “definiciones institucionales y financieras” a cargo de la Alcaldía y de ESEPGUA. Si bien la compañía ha avanzado en mejorar la eficiencia operativa, la ciudadanía no puede aceptar más postergaciones.
La obligación de tratar nuestras aguas no es un asunto de voluntad política: es una urgencia ambiental y moral. La PTAR no es un favor que nos hace el Estado, es una deuda que el Estado tiene con esta ciudad. Y la inacción institucional no puede seguir siendo el argumento para justificar lo que ya es inaceptable.
El PSMV no es un documento de escritorio, es la brújula que define como una ciudad recoge, transporta, trata y dispone sus aguas residuales.
Y llevarlo a la realidad requiere tres condiciones: voluntad política, financiación efectiva y vigilancia ciudadana.
Riohacha vierte más de 35.000 metros cúbicos de aguas domésticas al mar cada día, incumpliendo los estándares nacionales de saneamiento (Decreto 3930 de 2010 y Resolución 0631 de 2015). En 2023, la ANLA sancionó al Distrito por no cumplir los compromisos ambientales, y hoy siguen abiertas investigaciones que podrían comprometer a funcionarios y operadores.
Pero el daño no es solo ecológico. Es humano.
El problema ya no se mide solo en incomodidad o malos olores. Las lluvias recientes en Riohacha han dejado más de 13.500 personas y 2.700 familias afectadas, según reportes oficiales. Barrios como Los Olivos, Rojas Pinilla, 20 de Julio, Nuevo Horizonte, Cooperativo, Villa Fátima, El Barrio Arriba entre otros registran viviendas anegadas, vías convertidas en ríos, electrodomésticos dañados y alimentos perdidos. En muchos casos, las tormentas llegan sin aviso, y el sistema de drenaje colapsa como un reflejo automático de la desidia.
El resultado es un doble impacto devastador: por un lado, la salud pública el agua contaminada se mezcla con desechos y aumenta el riesgo de enfermedades gastrointestinales, dérmicas y respiratorias, especialmente en los niños—; por el otro, el daño estructural y económico para las familias más vulnerables, que ven cómo el esfuerzo de años se desvanece en una noche de lluvia.
Y lo más grave: no es un fenómeno aislado, es una tragedia recurrente. En 2024, más de quince barrios sufrieron inundaciones severas, y a pesar de los anuncios y los diagnósticos, aún no existe una respuesta integral ni sostenible. Riohacha vive una crisis de drenaje, saneamiento y prevención urbana que deja a su población atrapada entre el agua sucia y el abandono institucional.
Mientras tanto, vendemos la postal del mar azul, pero ese mismo mar se ha convertido en el vertedero de una ciudad que aún no ha aprendido a cuidar lo que ama.
No hay excusas. Ya existen los diseños técnicos, el lote identificado y la cofinanciación parcial con el Ministerio de Vivienda y el Grupo EPM por $15.000 millones. Lo que falta no es dinero, es decisión.
Por eso proponemos que Riohacha asuma un gran acuerdo colectivo por el agua:
Ejecución inmediata del PSMV, con cronograma público y vigilancia ciudadana.
Creación del Observatorio del Agua y Saneamiento, liderado por la Liga de Usuarios y respaldado por Uniguajira.
Educación ambiental en barrios y colegios, para sembrar una nueva cultura de limpieza.
Economía azul, transformando el saneamiento en motor para el turismo responsable, la pesca sostenible y el empleo verde.
Monseñor Héctor Fabio Henao lo dijo con sabiduría durante el Diálogo Social por el Desarrollo de La Guajira:
“El agua no se defiende desde el discurso, sino desde el ejemplo. Cada acción de cuidado es un acto de fe.”
Y tiene razón. Defender el agua es defender la vida.
Riohacha no puede seguir siendo la capital del Caribe donde el mar es su alcantarilla.
El mar no es un vertedero, es nuestra frontera espiritual, el espejo que refleja lo que somos y lo que queremos ser.
Hasta que no aprendamos a cuidar nuestras aguas, no mereceremos llamarnos Distrito Turístico y Cultural.
La historia no nos juzgará por lo que prometimos, sino por lo que dejamos fluir sin limpiar.
El agua que hoy ensuciamos es la misma que mañana nos pedirá cuentas.
Juana Cordero Moscote


Impresionante crónica, doctora Juana. Es una radiografía desafiante, pero tiene que ver con la deuda histórica del Estado con la Región Caribe. Esta gesta de mejorar el manejo de aguas y residuos y su impacto en el mar Caribe frente a Riohacha es inobjetable y merece todo el respaldo. Pero, en otras capitales del Caribe, como Barranquilla, donde vivo hace años, el problema no es muy distinto, ya que buena parte de los vertimientos al río Magdalena y al mar Caribe no tienen el tratamiento adecuado. Adelante, Juana!